Sáb 09.05.2009
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Tiempo y arquitectura

› Por Matías Gigli

“Siempre se está a tiempo de haber tenido una infancia feliz.” La frase cuadra para los que requieren un nuevo libro que barra con su historia y ordene el trabajo desarrollado desde sus inicios, en busca de coherencias. Tal parece ser el caso de Tony Díaz, que estuvo hace un par de semanas en Buenos Aires.

En este nuevo Tiempo y arquitectura, de Ediciones Infinito, aparecen diferentes temas: obras en sociedad con Baudizzone, Erbin, Lestard, Varas, a pesar de no estar nombrados en conjunto con el propio Díaz; la década del ochenta, con la resistencia arquitectónica y la ya mítica “La Escuelita” en épocas de la dictadura –en la que se organizó a modo de una respuesta alternativa y un espacio para la reflexión y la enseñanza por fuera de la Facultad de Arquitectura– compartida con sus ex socios y figuras del momento como Jujo Solsona, a quien Díaz le dedica una fe de erratas de su libro Hacer y decir, escrito por Vivian Acuña.

Con esta publicación Tony Díaz se reescribe desde España y se muestra como un arquitecto en que el posmodernismo y todo lo que representa en cuanto a teoría y práctica sigue corriendo por sus venas. Para justificar su posición recurre a quienes lo apuntalan teóricamente, arquitectos de una generación menor pero que a la hora de pensar sobre la resonancia temporal en la arquitectura Díaz les reconoce sus aportes. Ellos son Gabriel Feld, Graciela Silvestri y Adrián Gorelik.

Tiempo y arquitectura se compone de dos partes: una de textos y otra de dibujos. La primera parte se trata de escritos ya editados en diversos medios que acá se encuentran compilados y a prueba de pérdidas o extravíos.

En la segunda parte se muestran dibujos a mano, dibujos técnicos y fotos de sus obras realizadas en nuestro país y sus trabajos recientes en España que incluyen las Viviendas en Alarcón, España, del año 2008, como la obra más importante y prácticamente nada difundida en nuestro país.

El barrio de Alarcón es un conjunto de viviendas de tres manzanas compuesto por volúmenes de departamentos vinculados mediante el tratamiento del espacio público. En su arquitectura se reconocen ritmos, proporciones, alturas, columnatas a los que se agregan en esta última obra una diversidad de colores y algunos cambios de alturas que complementan y alteran lo que ya son parte del catálogo de recursos recurrentes en la obra de este arquitecto, desde los viejos tiempos del Barrio Centenario de 1978, en Rosario, o en su obra más reciente y ladrillera de Madrid Sur en 1989.

La obra de Tony Díaz mantiene esa dureza y esa asepsia de otros tiempos que en el libro es justificada y reseñada con el estudio de perspectivas y grandes planos continuos que son rescatados de ciudades como Valladolid, Leipzig, Madrid, Estocolmo, San Petersburgo y Oslo.

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