CON NOMBRE PROPIO
Las piezas de Manto abrigan en un sentido literal y metafórico. Ahora además transmiten mensajes del agua. Identidad argentina que viaja a Barcelona y Japón.
› Por Luján Cambariere
No hay dudas de que las emociones más viscerales, los valores esenciales de la vida, esos que nos movilizan a todos, son siempre los mismos. Por más que le demos vueltas al asunto, todos en algún momento lloramos por amor, morimos de celos, encontramos refugio en los buenos amigos y bálsamo en la risa.
Si, además, éstos son los que sostienen la piel de un objeto, cargándolo de significados y contenido, tanto mejor. Eso los transciende, les da vida. Si además esa pieza acompaña, protege, refugia y abriga en el sentido más literal y metafórico, cartón lleno.
Este es un poco el recorrido de Manto. Textiles con una enorme carga simbólica proveniente del mundo andino. Verdaderas joyas preciosas en técnicas, materiales, vibraciones, colorido, a partir del cual dos grandes creadoras urbanas –la dupla formada por Clara de La Torre y Diana Dai Chee Chaug– expresan lo suyo, que generalmente pasa por pasiones y pensamientos profundos.
Cuando comenzaron allá por el 2001, primaba la raya, la línea. Era tan fuerte la impronta del lugar del que se habían enamorado y su gente, que lo adoptaron como puntapié de su trabajo en conjunto. Finca Potrero, en Salta, donde abundaban los rojos, amarillos, turquesas, fucsias y naranjas de los cerros. “Colores, vibración, vitalidad”, detalla Diana. “Ritmos, escalas, secuencias”, suma Clara. El tejido cobra movimiento, y se convierte en abrigo. “Manto se involucra con el medio donde el artesano reside y trabaja. Es el punto de partida para generar un emprendimiento que une de manera natural y mágica: el arte, el trabajo y las historias de vida respetando la sabiduría ancestral, hábitos y costumbres”, señalan.
Así, cada prenda fue bautizada con nombres quechuas que, por otra parte, respondían a su formología. “Nos pareció una forma de respetar su cultura y dar a conocer significados de su forma de ver e interpretar el mundo.” Nacieron los Acllas (vírgenes del sol, mujeres seleccionadas para ser reinas), tapados y sacos de cuello envolvente, pomposo; los Anka (águila real andina) y los Waman (gavilán), un saco con una gran cola.
Después con esta impronta, quisieron hacer pie en la ciudad y tomaron el caucho reciclado de cámaras de autos y bicicletas. Lo cortan, hacen un hilo y lo tejen como detalle de prendas pero también accesorios de lo más variado –bolsos, carteras–.
“Nos re-enganchamos con el material. Nos damos cuenta de que tiene una estética y una comunicación impresionante”, cuenta Clara. Mucha agua pasó por el puente, esta vez en sentido literal según cuentan, así que decidieron sumergirse en ella: “En Clara juega mucho lo emocional como disparador para crear. Así nacen muchos de los temas que abordamos. Y estaba pasando por un momento de agua”, comenta Diana. “Estaba pintando chorreado, aguadas. De casualidad, mi sobrino me dice si había visto la película What the bleep do we know y la secuencia del trabajo de Masaru Emoto y los cristales. Lo que él descubre que pasa con las emociones, los pensamientos y el agua. Cómo pueden alterar la estructura molecular del agua y nos hacen comprender la forma tan íntima en que están conectados los seres humanos y el universo. Viajo a la playa y una amiga me regala su libro Mensajes del agua. Sincronicidad. Nos sumergimos en un mundo líquido, donde experimentamos la fluidez del movimiento, el no-límite, la conexión con lo esencial y la influencia de las emociones sobre la existencia misma”, agrega Clara. Así surgieron bellísimas piezas de azules, celestes y violáceos cielo, mar, hielo. Intervenidos con miles de recursos: batik, estampa y hasta cristales. “Empezamos con los teñidos irregulares de las tramas y las urdimbres. Porque además el agua también es un lujo, un tesoro”, señalan. “Que pasa con lo líquido, lo chorreado, el fluido, por eso después salen los rojos, la luz. Después también vino la noche, el reflejo, el claro-oscuro.” Y los viajes, esta vez mucho más al norte: París, Barcelona. Este año fue el turno de la feria Workshop Tokio en Japón, y el momento de explicar cierta rusticidad, cuerpo y firmeza que tienen sus piezas, donde de nuevo la vida se mete entre las hebras: “La urdimbre es lo que nos sostiene. Siempre pensamos por qué nos enganchamos tanto con lo andino. Y una de las razones es ésta. La trama juega pero si no tenés la urdimbre, esa estructura firme, esa tensión que se genera dependiendo de quien la teja, no tenés nada. En la vida no podés tramar nada si no tenés un sostén, más allá de que después juegues o ates de otra manera. La verticalidad de la raya le da la fuerza. Para nosotras Manto es otro cuerpo y otra alma que nos envuelve”, rematan.
* Manto www.mantoabrigos.com.ar
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