Au Bec Fin resultó una obra tan trucha como fea y el Kalnay de la calle Palestina busca seguir sus pasos. Mientras, la CAAP admite una lista de catalogaciones de autor y el cementerio de Recoleta sigue sin escalones y con su acceso en ruinas.
› Por Sergio Kiernan
Hace dos sábados, la tapa de m2 se preguntaba por qué son tan pobres los proyectos en que se amplían edificios de buena arquitectura y escala humana. El tema volvió al tablero en estos días con dos casos: el ya mencionado del restaurante Au Bec Fin, en Vicente López y Callao, y el de la demolición trucha y clausurada de una casa de Andrés Kalnay en la calle Palestina.
Desde la Comisión de Patrimonio de la Legislatura que preside Teresa de Anchorena aclararon que, más allá de sus valores estéticos dudosos, la obra de Au Bec Fin es además ilegal de toda ilegalidad. Resulta que el edificio estaba catalogado con nivel estructural ya en tiempos de Jorge Telerman. El 13 de septiembre de 2007, la Legislatura porteña sancionaba la segunda lectura de la ley 2440 que catalogaba Vicente López 1825/27. Curiosamente, la sanción se publicaba con la firma de Santiago de Estrada, “El Obispo”, que seguramente la acompañó sin problemas porque el inmueble no pertenecía a ninguna parroquia. La catalogación fue publicada el 22 de octubre de 2007 en el Boletín Oficial porteño.
Pero nada de esto impidió que se iniciaran las obras, que estiraron el edificio con materiales berretas e ideas mediocres. Según estiman en la Comisión, quienes atendieron el trámite se olvidaron de consultar con la Dirección de Areas de Protección Histórica. Los dueños alegaron demencia y pretendieron no saber que el edificio estaba catalogado y la obra era ilegal. ¿Cómo se dice trucho en francés?
Sin necesidad de traducción, la demolición de prepo del Kalnay de la calle Palestina superó todo lo imaginable: ni siquiera queda en claro que el dueño la haya empezado a destruir para evitar la protección a todo edificio anterior a 1941. Según parece, la iba a demoler porque así se hacen las cosas en Buenos Aires, sin papeles... total. Gracias a que los vecinos se movilizaron, el Kalnay perdió sus fondos, pero sigue parcialmente en pie, con una clausura preventiva y plenamente en el radar del gobierno porteño.
Con lo que el dueño se presentó a pedir disculpas y a intentar salvar las papas. Según parece, les mostró estos dibujos a funcionarios del Ejecutivo y al diputado Patricio Di Stefano, miembro de la Comisión de Patrimonio y un defensor del tema en el PRO. Los dibujos son tres propuestas que presentó este “empresario” para intentar que lo dejaran hacer una obra en el lugar. Como se alcanza a ver, se preserva el frente y algún poquito del Kalnay, y se levantan siete pisos por encima del original. Una idea es simplemente un edificio secón, la otra es el mismo edificio con un rematecito que imita, allá en las alturas, la pérgola de la terraza de Kalnay, y la tercera aplica alguna textura, algún arquito y una balaustrada imitando nuevamente la del original.
El potencial de ser un bodrio que tienen los tres diseños es muy grande. El problema en realidad es que el Kalnay no estaba formalmente catalogado sino protegido por la 3548, que evita demolerlo y listo, envía el asunto a la CAAP y espera una decisión. Pero no queda muy en claro qué castigo se aplica al que demuela y listo: la reforma al código de faltas que impone multas y penas para quien atente contra el patrimonio sigue durmiendo en los cajones del Ejecutivo (a todo esto, ¿no es hora de que la Legislatura simplemente tome la reforma que tanto odian Chain y Lostri, y la transforme en una ley?).
La Subsecretaría de Cultura porteña anduvo festejando que el Consejo Asesor de Asuntos Patrimoniales le aprobó la propuesta de catalogar varios edificios de Francisco Gianotti, Alfredo Massue y Estanislao Pirovano. La CAAP tomó la propuesta completa y la giró a la Legislatura para que la debatiera. Gianotti vino tempranamente a Argentina y vivió lo suficiente para ver el reino del hormigón y del desprecio a toda proporción y ornamento. Casi la mitad de su obra entre nosotros fue realizada en la década de 1910, con lo que el hombre vivió el paso del art noveau al deco y el racionalismo, transición que realmente marcó su obra. Massue es menos conocido, ya que casi toda su obra fue demolida con saña para ser reemplazada por todavía más hormigón. Fue un fino representante del noveau antiacademicista y es bueno conservar lo que va quedando de su trabajo. Pirovano tuvo la rara idea de estudiar en Escocia a principios de siglo y de ahí se trajo su peculiar estilo neogótico, furibundamente de moda entre los glens y las islas. Bien formado, también hizo obra hispanista y algo de academicismo francés. Para quien quiera recorrer este catálogo, las obras de Gianotti a proteger están en Lavalle 1515/17, Bogotá 3763, Corrientes 914/922 y 1296/1300, Roque Sáenz Peña 622, Montevideo 604/06, Almte. Brown 995 y Pinzón 421. Las de Massue están en Tucumán 1325/49, Almte. Brown 1027/37, Uruguay 192/94, Montevideo 675/85, Combate de los Pozos 247/251, Independencia 1381, Corrientes 2401 y Azcuénaga 406/10. Y las de Pirovano en O’Higgins 2215, Güemes 3950, Riobamba 1059/71, Miguel Cané 3024.
Quien quiera visitar el célebre cementerio histórico que se prepare para una carrera de obstáculos. El acto de vandalismo que realizó el Ejecutivo porteño en la escalinata de acceso fue desarmado a medias, con lo que el único acceso por el gran pórtico de Buschiazzo es por la resbaladiza rampa para discapacitados que algún genio de la arquitectura revistió en piedra pulida. Lo de resbaladiza pudo comprobarse empíricamente en esta semana tan lluviosa, con turistas y visitantes caminando tiesamente sobre el marmolito barato y mojado. Menos mal que a ningún discapacitado se le ocurrió ir al lugar: hubiera hecho falta un operativo para subirlo por esa rampa con seguridad.
Como se recordará, el gobierno porteño rehízo toda la plaza frente al centro cultural, el Design Center, la iglesia del Pilar y el cementerio. Pero en lugar de levantarse veredas y asfaltos se aplicaron nuevas baldosas y empedrados encima de los existentes. Como cuesta creer que un grupo de funcionarios con tanto título de arquitecto encima haya aprobado semejante tontería, los vecinos se preguntan con curiosidad si alguien controló las obras para que la empresa contratista no se “olvidara” de hacer una parte tan grande e importante del encargo.
Lo que terminó ocurriendo es que todo subió de nivel, con lo que los peldaños de mármol de Carrara del portal principal quedaban bajo la vereda nueva. En su momento, alguna bestia seguramente peludísima la emprendió a martillazos sobre el valioso material, como si fuera un granito de mesada. Los vecinos de Recoleta ahora tienen como pisapapeles fragmentos de Carrara blanco, de la veta gloriosa que se extinguió hace ya años y no tiene reposición.
Los contratistas tuvieron que parar todo porque la Ciudad se había olvidado de que el cementerio es un monumento histórico nacional, con lo que tenían que consultar antes de empezar a los martillazos. La Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Históricos le ordenó que devolvieran todo al estado original, cosa que la ciudad todavía no cumplió.
Lo que se puede ver ahora es, a mano izquierda, la Rampita de la Muerte a nivel con la vereda nueva; en el centro los escalones originales hundiéndose en el barro hasta el nivel original y, a mano derecha, una ausencia de peldaños, desaparecidos en acción. Además de preguntarse dónde estarán los escalones perdidos y para qué los retiraron, todo transeúnte se pregunta cuándo sacarán la valla rotosa, roja y blanca, que avisa que hay un pozo, para que nadie se caiga.
La ciudad debería rehacer el nivel de la actual vereda de modo que no se coma los escalones del pórtico. La rampa de acceso debería ser un objeto aplicable y removible, no una reforma a una obra de clásica perfección. El nuevo nivel de la vereda creará una suerte de cajón, un nivel hundido respecto del empedrado que va a requerir un drenaje especial. El costo de este drenaje seguramente puede ser donado por la empresa constructora que elevó todo por “olvidarse” de sacar asfaltos y vereda original.
Y hagan lo que hagan, por favor retiren esas horrendas bolas de cemento que a alguien se le ocurrió colocar a modo de bolardos. Frente al clásico portal con su pedimento y acróteras, parecen confites que se le cayeron a alguien.
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