Sáb 20.03.2010
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El Once va a Milán

El diseñador industrial Federico Churba y su marca Once, inspirada en la estética del conurbano bonaerense, van al Salón Satélite de Milán.

› Por Luján Cambariere

Si bien asegura ser “bicho de madriguera”, de casa (embelesado por su primogénita Nina) al trabajo, Federico Churba (apellido emblemático de la escena local, primo, hermano e hijo de diseñadores) está con un pie en Milán. Rozando los treinta y cinco viaja al Salón Satélite, espacio comandado por la venezolana Marva Griffin, que se jacta de reunir en la cita obligada del calendario internacional a los exponentes jóvenes más innovadores. “El diseño emergente”, según sus propias palabras.

Churba viaja a mostrar su más reciente producción personal. Después de años de trabajar en sociedad (con parientes y amigos en Perfectos Dragones y posteriormente en La Feliz) llegó el turno de mostrarse solo y lo hace a través de una colección, Once, que además es la marca paraguas que reúne su última cosecha. Mobiliario y objetos para los que fue a buscar inspiración en el conurbano bonaerense. Debía competir y compartir espacio con la factura italiana que ostenta el local de su padre (el arquitecto León Churba), Gris Dimensión, y salió a la caza de un poco de identidad local que resultó, por obvias causas de la inmigración, emparentada con la italiana aunque versionada contemporánea y design.

¿El pasaporte a Milán? Según Churba fue fácil y en su caso bien premonitorio. “El año pasado, si bien mi mujer me insistió, no viajé porque acababa de nacer mi hija y no las quería dejar. De hecho, en ese entonces cuando la idea era viajar a mirar la escena, ya les adelanté sin pensarlo, que la próxima vez que viajara a Milán sería a participar”, señala. Así, hace unos meses, cuenta: “Accidentalmente llegué al sitio web de la organización donde para aplicar había que subir simplemente tres imágenes y poner el sitio web. O sea que lo hice automáticamente, sin pensar, ni cuestionarme, ni registrar que lo estaba haciendo. Lo hice y me olvidé. A los dos meses recibí un comunicado donde me confirmaban que había aplicado”.

–¿Cómo recibiste la noticia?

–Cuando llegó pensé ¡guau! como sea voy a participar. Después uno se empieza a cuestionar todo: ¿para qué voy, qué voy a buscar, cómo mido el éxito de estar allá? La realidad es que hoy acá, yo tengo una actividad donde mezclo mi profesión de diseñador con una actividad empresarial-comercial, donde estoy fabricando y comercializando mis piezas. Desarrollando toda una línea de productos y tratando de montar una marca. El salón Satélite como apéndice de Il Salone donde se muestran las marcas, se ocupa de destacar y mostrar a los diseñadores, con lo cual toda mi estrategia de dejar de ser un estudio que dé servicios para montar mi propia marca de golpe podría resultar contradictoria. De algún modo yo mantengo vivo mi estudio de diseño para que soporte a mi marca de diseño y poder manejarme con una clientela que me resulta motivante.

–¿Por qué Once?

–Por una conjunción de cosas. Viene de la idea de la escala real, dibujos o maquetas, del uno en uno que suelo manejar. También de que tengo el estudio en la calle 11 de Septiembre y cuando arranca comienza bastante relacionado con Gris Dimensión, la pata comercial y socio del proyecto. El estudio está en el depósito de Gris y me gustaba que, de algún modo, el nombre reflejara estas relaciones.

–¿Cómo nace?

–Empiezo a desarrollar una primera colección, sabiendo que íbamos a compartir el espacio, en el contexto de Gris. Compartir y competir con un producto contemporáneo de diseño italiano de primera línea ya es un gran condicionante. Así era claro que buscar alta calidad en resolución y terminaciones era indispensable. Debíamos pensar en ese contexto no sólo en los materiales, colores, formas, proporciones, sino y sobre todo, desde dónde pararse. Así para las primeras piezas buscamos identidad en el conurbano bonaerense. Hicimos varias salidas a distintos pueblos. Nos alejamos 100, 200 kilómetros de la Capital y recorrimos distintos lugares para captar imágenes. Después hubo mucho laburo de estudio de encontrar patrones, situaciones que se repitieran. La idea era ahondar en una estética descontaminada de la globalización buscando cosas o situaciones identitarias. Qué pasa con los lugares públicos en los pueblos, con las casas. Por qué todas las casas tienen el porche de entrada, y las rejas de tal forma, en los recreos donde la gente va el equipamiento es de tal modo, el alumbrado público, los canastos de la basura. Empieza a haber un lenguaje que tanto si vas para el oeste, vas para el norte o vas para el sur, es el mismo. Y fue muy enriquecedor. Lo paradójico fue que nosotros buscábamos identidad para oponernos, de algún modo, a la italianidad en Gris y descubrimos por lógica que toda esa identidad, en parte, estaba hecha por italianos.

–¿Rescatás?

–El primer producto que salió al mercado fue un trío de mesas en chapa de roble o laqueadas con las patitas de acero inspiradas en esos muebles bien barrocos de las entradas de las casas de tapa de piedra y filigrana. Analizando un buen surtido de esas mesas, vimos que todas se descomponen en estructuras completamente geométricas: tapas redondas, las patas que arman círculos y el cuadrado en la base. Recuperamos el material, el hierro, y lo tratamos del mismo modo, curvado. Se llaman Edén por una foto prototipo de esa estética a la que apodamos justamente “El jardín del Edén”, donde estaban esas mesas, enanos de jardín, una Coupé Fuego, bancos de azulejos partidos, todos los clichés juntos. Después hay una mesa, la Picnic, una estructura como de dos grandes caballetes resueltos en hierro que de algún modo recuerda los recreos de arquitectura muy peronista. Estructuras de hormigón bien pesadas. Nosotros la recreamos un poco a partir del plegado de una chapa. Ahí se empezó a modernizar, haciéndose angulosa, facetada. La lámpara Bienvenida, una renovación de la lámpara arco que evoca ese ingreso a cada pueblo que siempre está enmarcado por el arco de piedra dando la bienvenida. A la colección se suma también la biblioteca Cerco en dos versiones (baja y alta), en Corian o madera, que nace de un análisis de las rejas y portones de esas ciudades. Un catálogo de formas y tramas increíbles. Es una columna que las rotás, porque vienen espejadas, entonces podés armar distintas configuraciones. También hay objetos como los bowls Celosías en Corian calado, que nacen de millones de patrones de ladrillos huecos. Así se creó la primera colección que después perdió la coherencia porque del conurbano nos fuimos a Vietnam con la lamparita Hanoi, que surge del plegado de un único material plano, Corian y un cable muy especial que cose la estructura de la luminaria. “Una luz cálida e íntima, como en el gesto amable de quien se inclina ante otro”, resume su memoria.

–¿Cuáles fueron las tres imágenes que mandaste por las que te seleccionaron?

–El velador Hanoi, la biblioteca Cerco y las mesas Pluvial. Dentro de las imágenes del conurbano encontramos los caños de desagüe pluvial usados para todo lo que te puedas imaginar menos para su función original. Las nuestras son mesas inspiradas en esta forma de la pieza de cemento. Con ellas, la idea inicial era buscar esa historia de contrastar lo cóncavo y lo convexo, adentro y afuera. Son muebles que pueden invertirse o combinarse para generar distintas situaciones de uso. Son de aluminio, terminados con una laca brillante en varios colores. Aunque a Milán también viajan otras piezas que se fueron sumando a la colección, como la silla banquina en madera, y al final entró silla Horqueta, en hierro curvado. Viaja, pero nunca pensé que iba a llegar, porque estuvo en el tapicero años. Una sola lámina tapizada conforma la unidad de respaldo y asiento. Por último, dentro de las luminarias, sumamos las Faroles, inspiradas en el colonial de la calle, por la forma del trapecio, angulosa, en hierro y un no tejido envolvente que mandamos a drapear.

–¿Expectativas?

–Y... las mejores. Igual entiendo que como fabricante es muy difícil venderle manufactura de alta gama al europeo. Pero no descarto conocer un brasileño o un centroamericano. Y ver qué pasa con mis objetos.

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