Son muy distintos, pero ambos tienen lugar en la biblioteca de los que atesoran imágenes de lo edificado, del lugar y el objeto. Uno es el Flâneur del arquitecto Edgardo Minond, que se presenta en estos días editado por esa delicada editorial visual llamada H Kliczkowski, que nos benefició con muchos otros libros de diseño y arquitectura. Un flâneur es alguien que se dedica con alguna seriedad a vagabundear por una ciudad –y no por el campo, que eso es otra cosa– poniéndose en ósmosis con el espacio urbano. El concepto era bienamado de muchos escritores, con Baudelaire considerándolo una manera de vivir y Walter Benjamin una vía al conocimiento. Minond, que enseña en la FADU UBA, trabaja en Buenos Aires pero tiene obras y encargos en otros países, es de los que viaja block en mano y dibujando. Su libro recoge selecciones de muchos cuadernos, algunos ya amarillentos, con edificios famosos y rincones poco conocidos, algunos interiores y muchos exteriores, y una visión ecuménica de edificios clásicos y modernos. Como cahier de voyage, el libro es un deleite, con algunas piezas realmente muy bien logradas.

Con una temática más deprimente para el que ama el patrimonio, la Fundación Urbe y Cultura presenta Buenos Aires Ayer y Hoy, de Carla Levin Rabey, Susana Mesquida y Laura Weber, editado por My Special Book y producido gracias a la ley de mecenazgo cultural porteño. Este libro es producto de una gran investigación, sobre todo gráfica, en decenas de archivos, y luego la retoma de fotos contemporáneas de los mismos lugares. La parte deprimente es ver cuánto se perdió en esta ciudad tan demolida, con lo que el que lea este libro debe evitar la tentación de ponerse a contar palacios destruidos o grados de cielo ahora perdidos. Para muestra, basta ver una hermosa foto de la plaza Belgrano en la página 100, donde se ve la iglesia redonda surgir majestuosa entre un mar de árboles puntuados por casonas con torres, y compararla con la página 101, donde se ve a la iglesia enanizada, ahogada entre torres que se tragaron los jardines añejos. En fin, un muy libro, pero cuidado con el dosaje.