Viva la vida y Estampas Anouk son dos propuestas que visten de color y personalidad cuerpo, casa y alma a través del arte de la estampa.
› Por Luján Cambariere
Para el caballero, la dama, el jardín y la casa. La estampa, básicamente la artesanal, imprime otro carácter. Permite la huella personal en prendas y objetos. Esa que habla de gustos, preferencias, señas particulares. El paso de una mirada. Si además abreva del color, su presencia es aún más potente. Los casos que hoy presentamos irrumpen en la escena con un shock a la retina. Nos inundan de colores, pájaros, flores. Los caminos de sus creadores son diferentes pero en ambos prima la necesidad de expresar su mundo interior a través de piezas que acompañen la vida cotidiana.
Ana Mainar es fotógrafa y ahora estampadora. Hace un tiempo se acercó a la serigrafía casi de casualidad y le gustaron tanto las posibilidades y, sobre toda la libertad, que le ofrecía a ella que ya trabajaba con la imagen, que la adoptó como un nuevo medio de expresión. Así es como empezó, vertiginosamente, a estampar a mano con algunos de sus diseños en todo lo que tenía a mano. ¿El hitazo? Unas hamacas paraguayas extralarge y de tramas y tonos superpuestos que a fuerza de pura belleza traspasan los límites del balcón o jardín, colándose en los interiores más variados, haciendo las veces de asiento o hasta de improvisada cama. En plus, Mainar hace almohadones, lonas, banderines, manteles, individuales, bolsos con combinaciones de lo más variadas.
–Conocí a la directora de Mucha Tela, a la que le gustaron mis fotos. Hice una muestra en su local. Y ahí me empezó a picar el bichito de la serigrafía e hice un taller. Me encantó y empecé a trabajar con ella. Después quise empezar con las hamacas y arranqué con mi propia línea.
–Yo me había traído una, la típica de Brasil, y un día la estampé y quedó genial. Sobre todo porque en general las hamacas no son lindas, salvo que las compres en Centroamérica. Las mías son ciento por ciento artesanales, desde la parte de las cuerdas a la estampa. Y eso las hace únicas. Por eso hay gente que hasta las pone en el living.
–Cuando empecé a hacer los schablones me pase semanas dibujando. Haciendo bocetos y dibujitos. Toda la vida dibujé. Mi familia siempre nos incentivó a mis hermanas y a mí a andar con cuadernos y pinturas. Era nuestro mayor entretenimiento. Igual hoy, más allá de los motivos, encuentro una particular fascinación en el momento de estampar y la magia que se produce en ese instante. Cuando elegís los schablones, los colores, y empezás a superponer, este último tiempo es lo que más me gusta y sorprende.
–En hacer un solo lado de una hamaca puedo estar entre tres a cuatro horas entre secar, lavar el schablón, cambiar el color. Poner las tiras es otro tema. Todo es muy artesanal, por eso las hago a pedido. Pero eso las hace especial.
–A mí me gustan mucho los colores y sobre todo los objetos que alegran los espacios. Por ejemplo los banderines, los ponés en cualquier lado y ya es fiesta.
–Y a veces cuesta. Se preguntan si el flúo les va con su paleta de tierras o ese tipo de cosas. Pero bueno, hay que abrir un poco la cabeza. Otros vienen directamente a buscar lo original y eso es lo que me parece más interesante.
–La naturaleza. El yoga, porque hago mucho yo. Ahora hice un schablón con una diosa hindú, pero porque me gustaba a mí. Por ahí la voy a hacer para un bolso. Viste que las mujeres somos de tener que tener siempre el bolsito para ir al gimnasio, llevar el tupper, en fin.
–Yo siento que sí. Me pasó algo gracioso. Un amigo de yoga me encargó una hamaca para una familia que le había hecho un gran favor y yo le puse tanto amor a ese trabajo que quedó tan linda que después él casi no la quería dar. Los objetos definitivamente transmiten cosas y la tela más. Lo mágico es la transformación, como pasa en la fotografía. Además yo me siento más libre con la serigrafía porque la fotografía para mí es aún más interna. En cambio con la estampa soy más libre. Es un juego. Además, como no soy diseñadora de formación soy más impune.
Melina Zevaoglu se formó en Bellas Artes, pero muy joven, a los 19 años, decidió jugarse por lo suyo y partió rumbo a Londres a estudiar diseño de indumentaria. Venía de familia de textileros, así que el rubro no le era ajeno, pero su elección pasó por formarse en las grandes ligas. No se anduvo con chiquitas y aplicó al Central Saint Martins Collage of Art & Design, cuna de algunos de los talentos más renombrados del fashion mundial. Lo suyo fue mucho empeño porque, confiesa, en un primer intento no la aceptaron porque su portfolio era muy artístico. Insistió, habló, pidió y viajó en tiempo record justo antes de las inscripciones, a hacer un curso de portfolios y finalmente la aceptaron y entró a la especialidad Fashion Prints. Su trabajo de graduación fue un desfile inspirado en Frida Kahlo. Lo apodó Viva la vida, como la última obra de la gran artista mexicana, y si bien hizo furor en Londres, decidió, como lo tenía en mente desde el primer momento de viajar al exterior, volver a la Argentina para formar su familia. No te enrosques, Flor de viaje, I like dreams, algunas de las colecciones que siguieron a la primera, siempre con la energía arrolladora del color y su sello personal.
–Es una modalidad totalmente distinta. Impensada desde acá porque no tenés clases. Son todos proyectos con tutores. Ya desde el vamos entrás a laburar. El primer proyecto es un desfile.
–Porque era lo más afín a lo que yo había estudiado y a mis gustos personales y porque es la de gente más sensible de la universidad. Además la tutora era una artista increíble. Estuve cinco años estudiando y trabajando. Trabaje para Alexander Mc Queen como un año y medio. En otro momento una de las tutoras era jefa en John Galliano y trabajé también ahí. Me convocaron con motivo de un vestido que estaban haciendo para la cantante Björk para el que había que coser 10.000 campanitas. Es un mundo fascinante. Después me quedé dibujando para ellos. Yo pintaba, por ejemplo, un caballo de un carrousel y al mes estaba el suéter con los 300 hilos con los colores en los locales. Cosas que acá son imposibles.
–Siempre me gustó pintar, ilustro mucho, pero no más que eso. Pero allá se abrió un mundo de posibilidades para mí. Si vos no querés ir a la facultad no vas, no usar máquinas no usás. Libertad y responsabilidad total. Desde el primer día fue pura inspiración. Trabajás en la misma sala con los principiantes y los que hacen el master. Aprendés de los procesos, tiempos, tecnologías y, por supuesto, de la diversidad cultural de todos tus compañeros. Chinos, japoneses, hindúes.
–Sí, porque vas buscando la manera de llamar la atención y para mí era con lo mío. Lo latino, que en Londres esa inspiración todavía no estaba tan vista. Yo estudié del 2002 al 2006. Mi etiqueta, Viva la vida, surge de mi tesis final, una colección inspirada en Frida Kahlo. Traté de no ser literal, sino de llevar su estilo al hoy, más gráficamente y más vanguardista. Su último cuadro antes de morir, la última vez que agarra el pincel sobre una sandía, puso “Viva la vida”. Y yo rescato eso siempre. Siempre vale la pena vivir todos los días, y disfrutarlos desde los colores, las texturas y ese mundo de sensaciones. Esa fue mi tesis y ahí surgieron mis muñequitas, mis Friditas con tocados y vinchas. A raíz de ellas me pidieron una colección de tocados para Vogue. Y otros trabajos para Galliano, pero decidí regresar a formar mi familia acá.
–Alas, pájaros, mucha naturaleza, flores.
–El color transmite, energiza. Lo vivo en carne propia. Cuando uso uno de mis pilotos naranja flúo genera una sensación impactante en la gente. A mí siempre me fascinó la estampa. Pucci, Marimeko, los grandes. Volviendo a transmitir, me interesa comunicar alegría, valores. La colección “No te enrosques” tiene que ver con eso. Tomé a las víboras que tienen mala fama, pero justamente para enroscarse el cuerpo, no la mente.
–Yo armo un sketchbook, librito que es de algún modo mi cerebro, donde pongo todas las fuentes de inspiraciones. Fotos, recortes, papeles, telitas. Voy mucho a la naturaleza, donde busco formas, texturas, colores. Voy trabajando la idea y cómo transferirla al textil. Así hoy sigo vendiendo en Londres, Tokio, París, y por supuesto aquí.
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