Donde se vestía El Nene
La vieja tienda de la calle Perón es ahora una sede de la AFIP. Por un convenio con FADU, será intervenida para destacar lo mucho que todavía conserva de su decoración Art Decó.
› Por Sergio Kiernan
Hay que prestar atención para verla, y una agencia de la AFIP no es algo que uno mire con ganas. El que haga el esfuerzo puede notar una casa de altos con aire a barrio, encajonada entre una esquina de la Diagonal Norte y el pedazo de hormigón de ejemplar fealdad de Perón y Suipacha. La fachada exhibe la simplicidad del buen Art Decó, un muro liso con ventanas en tronera, “bigotitos navales” de decoración, pequeñas y elongadas aplicaciones de granito negro. A la izquierda, en la azotea y tomando el primer piso, todavía se alza la falsa torreta tubular donde colgaba el cartel que alguna vez hizo famoso el edificio: Tienda El Nene.
Era una dirección tradicional de la vieja Cangallo al 700, un ejemplar de la fauna de tiendas medianas que superaban al simple boliche o la posterior boutique, y no llegaban a la liga de grandes tiendas. Sus sedes eran especialmente diseñadas y cuidadosamente equipadas, sin llegarle al despliegue suntuoso de un Harrods o un Gath & Chavez. Por suerte, nadie se ocupó de vandalizar la sede de El Nene, transformada hace años en sede estatal con el simple expediente de una mano de pintura y algunas instalaciones. Más o menos intacta, la ahora oficina de la AFIP será remodelada con respeto a sus viejas características en el marco del convenio entre la FADU y la AFIP.
Excepto por la vidriera, desaparecida y reemplazada por el inevitable blíndex, la estructura básica de El Nene sigue allí. El salón de planta baja conserva notablemente intacto su pavimento de graníticos color crema en grandes cuadrados, con la peculiaridad de que los bordes de cada baldosón fueron realizados, en verde, una vez colocada la pieza principal. Las columnas siguen ahí, con sus revestimientos de enchapado de madera que le dan una falsa sección redonda y con sus portatubos en círculo a modo de capitel, lugar donde antes se colocaban publicidades transparentes.
Lo más notable del lugar es el cielorraso, que exhibe prácticamente todas sus luminarias de cobre, oscuras por el tiempo pero funcionando a pleno, calzadas con molduras curvilíneas que cuelgan del nivel principal. El cielorraso está dominado por cuatro grandes aberturas ovaladas. Al pararse debajo de una, se ve el primer piso, con antepecho y una coqueta baranda decó, y más arriba una lucarna elegante y sencilla que deja entrar la luz desde la azotea.
El fondo de la tienda, hoy por detrás de una línea de escritorios y una montaña de expedientes, conserva los probadores de madera, con espejos y hasta algunos percheros, con un encantador hall de distribución con dos grandes nichos decorativos, que termina en una suerte de ábside con ventanal de vidrios grabados al ácido –las famosas palmeritas decó– y un macetero de material que hasta tiene la instalación para un tubo curvo que ilumine las plantas por detrás. Ocultos, están el baño original y un pequeño sector de servicios.
Una mampara esconde hoy la escalera al primer piso, un espléndido ejemplo de art decó en piedra clara y baranda con motivo de olas en bronce cromado. Excepto un pequeño lateral rajado y mínimos desgastes de uso, la escalera entera está intacta. A su pie, el ascensor con un reloj minimalista sobre la puerta. Al costado, un radiador de calefacción oculto tras una mampara que parece una radio gigante a válvula.
El primer piso es idéntico a la planta baja, pero más despojado. Su único lujo son las barandas que balconean para abajo, iguales a las de la escalera principal, y un suntuoso corbatero de enchapado de madera con grandes espejos. Al frente, la línea de ventanas tiene sus cerramientos originales y el piso está todavía mejor que el inferior.
Los profesionales que realizarán la intervención en el marco del convenio piensan reducir al mínimo su impacto. Se van a replantear circulaciones, lo que implica simplemente reacomodar los muebles, unificar texturas y alturas, y mudar de posición equipos de informática y comunicaciones. Si el presupuesto alcanza, se realizarán limpiezasprofundas: todos sueñan con ver el bronce de las lámparas brillando nuevamente.
Para el que quiera visitar esta isla del pasado, basta acercarse en horario de oficina. Aunque de la AFIP, dejan entrar al público y, más importante, lo dejan salir.