Sáb 09.07.2011
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Trabajo para Cultura

La Defensoría del Pueblo acaba de enviarle al ministro de Cultura porteño, Hernán Lombardi, nada menos que tres resoluciones, pidiendo que haga cosas que deberían estar hechas. Las tres fueron firmadas por la defensora Alicia Pierini e iniciadas por su adjunto Gerardo Gómez Coronado, una de oficio y otras por pedido de vecinos de Buenos Aires. Lombardi, que es ingeniero y no quería ser ministro de Cultura, tendrá que ocuparse.

La actuación 741, iniciada de oficio por Gómez Coronado, se pregunta qué fue del Museo del cine Pablo Ducrós Hickens. Este pobre museo nació en 1971 cuando la familia donó a la Municipalidad el acervo del crítico de cine y coleccionista que había atesorado cientos de películas, invaluables proyectores, toneladas de fotos y una verdadera biblioteca especializada, entre muchos otros artefactos de la industria y el arte. Lo de “pobre” viene por la vida de gitanos que le impusieron al Ducrós Hickens, que nació en el San Martín, se mudó al ex Di Tella, se mudó otra vez al Recoleta y terminó en las ex oficinas de una farmacéutica en Defensa y San Juan. Cuando los genios culturales de las administraciones Ibarra-Telerman decidieron destrozar la fábrica 43 de cigarrillos en un diseño frivolón para renovar el Museo de Arte Moderno, el Ducrós Hickens fue empaquetado para ser remodelado también y se mudó otra vez a la calle Salmún Feijoo, en Barracas.

Pero resulta que “por motivos presupuestarios” el Museo del Cine quedó fuera del edificio con pastitos del MAM y una versión no confirmada dice que se volvería a mudar a Caffarena 49, Barracas profundo, al lado de la algún-día-a-completar y muy-pero-muy-prometida Ciudad de la Música. Gómez Coronado visitó el Museo en su sede actual y le dijeron que en Caffarena no entra el archivo. Con lo que la Defensoría le pregunta en plazo perentorio a Lombardi si se sabe qué sede tendrá finalmente el pobre museo, qué infraestructura tendrá o qué está pensando hacer con su acervo. Y hasta le recuerda que la colección es tan rica que ahí apareció la versión más completa del mundo de la obra maestra de Fritz Lang, Metrópolis.

Por otro lado, la actuación 1733 fue iniciada por Raúl Comastri, el joven cruzado que sigue tratando de salvar el Mirador que lleva su nombre y fue erigido en 1874 por su abuelo Agustín en Loyola y Bonpland. El Comastri es ahora la ruina que acompaña a una escuela industrial y Gómez Coronado le pide a Lombardi que de una vez informe al cronograma de obras para salvar esta notable pieza patrimonial de la ciudad.

Finalmente, el otro trabajo surge de la actuación 2239, iniciada por pedido de Graciela Garcés, preocupada por el estado del mural “Tres Niños”, que adorna el edificio de Junín 309. Gómez Coronado lleva casi dos años trabajando en el tema, hizo una mediación con la administración del consorcio y la Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico Cultural porteño, habló con la Dirección General de Patrimonio y con el Instituto Histórico, sin poder arreglar el tema. Finalmente, para preservar la obra realizada en 1964 por Carlos Sessano, le recomienda que use las leyes 3677 y 1227, que preservan el patrimonio en general y los murales en particular, para proveer a la restauración de la pieza.

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