Rodeados de arte
Mezcla de pasión y estilo, vivir con obras de arte es una de las pocas adicciones saludables. Varios adictos explican qué y cómo, y pinchan el mito de que coleccionar es un privilegio de ricos.
Por Luján Cambariere
Fotos Gustavo Mujica
Vivir con arte. Compartir, albergar, atesorar en la propia casa la obra de un artista al que se admira y quiere. Dedicar y dedicarse un espacio para ese intercambio único que genera la pieza de arte, es un placer que no muchos suelen darse, y no exclusivamente por una cuestión económica. De la mano de la falta de educación o la desinformación, las modas y los prejuicios, al armar una casa parece que los argentinos todavía somos tímidos a la hora de incorporar el hecho artístico. Pensamos el mobiliario, la paleta de colores, los distintos artefactos, pero no siempre se llega a la elección de una pintura, escultura, grabado o instalación que formen parte de nuestro mundo. Pero... ¿por qué vivir con arte es vivir mejor? Distintas voces suman su experiencia.
Ana Torrejón, co-directora de la galería Dabbah Torrejón Arte Contemporáneo, lo explica así: “Tengo la convicción de que la buena música, los buenos libros, las buenas películas modifican nuestra cosmovisión, ratifican pensamientos, ayudan a la imaginación, elevan el espíritu, y los cuadros, esculturas, instalaciones, obran, se instalan, se independizan hasta de nuestra propia mirada y hacen que la cotidianidad sea lo que debe ser, pero que jamás sea rutinaria. Mi primer cuadro lo compré a los veintipocos años. No sabía lo que hacía, pero sí sabía que no podía vivir sin ese Osito de Alfredo Prior. Significó sacrificar unas vacaciones en Brasil. La arena y el mar pasan, el Oso está ahí, en las buenas y en las malas”.
“Razones para elegir una obra de arte hay muchas. Las mías, las que aún me guían dedicándome casi profesionalmente a esto, son sentir una emoción profunda, una inquietud. Si eso me pasa, basta, hay que procurar tener esa obra”, remata.
“Vivir es una puesta en escena. Uno elige cómo arma su propia escenografía y yo no concibo vivir sin arte”, suma Fernando Entín, director de la galería Elsi Del Río. Si después hay gente que sólo se preocupe porque determinada pieza le combine con determinado sofá o mesa del living de la casa, ya es algo secundario que conviene recibir con humor. Porque, además, siempre es mejor que la obra esté colgada en una casa que en el taller. Sólo así tiene el efecto multiplicador que uno espera”, detalla.
“Una pared vacía es sólo una pared”, rezaba hace un tiempo el afiche de una campaña publicitaria orquestada por Orly Benzacar, directora de la galería Ruth Benzacar. Hija de una de las galeristas más reconocidas del país, ella nació en un ámbito donde no había dudas de que era imprescindible estar rodeados de obras de arte. “Y en esto no hay clichés. Uno debe manejarse libremente y con la panza. Las elecciones son viscerales. Tienen que ver con toda una estética que a uno le gusta para vivir. Y, desde ese punto de vista, todas las elecciones son valiosas. Desde la persona que elige una obra para llenar una pared hasta la que se conmueve hasta las lágrimas. Ambos optaron por el arte.”
Mientras tanto, salas públicas, museos y galerías se llenan de gente ávida de ese contacto. El arte atrapa, gana terrenos, conquista almas y espíritus, que a veces tardan en poder apropiárselo para su vida cotidiana. Para Pelusa Borthwick, directora de la galería Archimboldo, el arte es un proceso complejo. “Nuestro país nunca le dio mucho apoyo. No hay buenas políticas culturales y, en líneas generales, la formación de los niños, la mejor forma de incorporar el arte, es deficiente. Todo eso hace que a veces cueste mucho incorporarla naturalmente”, señala. ¿Mea culpa de los galeristas, máximos intermediarios entre la obra, el autor y el interesado? “El hacer aún más docencia. Aunque también es cierto que estamos todos abiertos. Al cliente se lo escucha, asesora y hasta le damos la posibilidad de que se lleve a probar la obra a su casa y que pague en cuotas”, señala.
Cómo, cuándo y dónde
Si bien en este mundo hay reglas para todo, parece que en el momento de incorporar el arte a la casa nada es tan rígido. Cuando la elección de una obra se hace carne, casi cualquier sitio e iluminación son válidos. Lo importante es que exista ese lugar. “Me parece que antes que nada deberíamos entender si estamos trabajando en un ámbito en donde el arte tiene algún interés desde el punto de vista del espacio y desde el punto de vista del usuario de ese espacio”, explica el arquitecto y artista plástico Jorge Sarsale. Pensar un lugar en el cual el usuario convive o desea convivir con una relación fluida con el arte agrega sin dudas otro interés. Por eso, si bien creo que el profesional, sea éste un arquitecto o galerista, siempre puede asistir, parto de la idea que es el usuario quién debe elegir las obras con las cuales va a establecer su diálogo diario. Y ahí lo único importante es tener en cuenta la posibilidad de disfrutar de la obra y ubicarla de tal manera que eso suceda. Creo que no hay que pensar la obra de arte como un hecho estético que ‘viste’ el espacio sino en algo más profundo. Cuando la obra y la persona lo permiten, ésta es una relación que se va desarrollando y estableciendo con el tiempo y que excede a lo visual”, aclara.
“El lugar para instalarla tiene que ser el lugar donde uno va a disfrutarla. Me parecen ridículas las convenciones –continúa Torrejón–. ¿Por qué colgar en el comedor si es una zona de la casa que jamás uso? Obviamente hay que tener el cuidado de la buena luz, y generar un ámbito que favorezca la contemplación. Pero en mi caso no todo está dicho, suelo colgar y descolgar. Vivo por años con un cuadro y luego lo reemplazo, porque necesito otra cosa. A veces me desprendo de alguna obra y lo hago sin dolor; si hay dolor, jamás se me ocurre la idea. La otra cosa que me parece importante es disponerse a disfrutar, a la aventura, a dejarse llevar. Comprar una obra no tiene por qué ser una cuestión circunspecta. Lo lúdico tiene que estar presente. A la larga puede ser una inversión, pero lo fundamental es que sea una pasión, un gusto, y eso cualquiera, novato o consagrado está en el derecho de defenderlo. Es bueno detectar cuáles son los temas favoritos y después empezar a visitar museos, galerías, ver libros... también el ojo se educa. Tener la frescura de preguntar. Dudo de muchas cosas, por suerte, de lo que no dudo es que al arte le hace bien vivir cerca de la gente”, remata.
Por último, coinciden los entendidos, el dinero no es un impedimento para acercarse a una obra de arte. Hoy no hay que ser millonario para animarse con la colección propia. Sí hay que decidirse por el arte entre la enorme variedad de estímulos que hay. Después, pesificación y financiación mediante, además de la oferta increíble de jóvenes talentos, lo hacen posible. “No hay que privarse de vivir con arte”, señalan. “El arte es curativo, sanador, visceral.” “Crea adicción –suma Entín-, pero una de las pocas sanas.”