Pese a la explícita prohibición de los entes de preservación, sin permiso de obra a la vista y sin cuidar su templo, el vicario general porteño demolió la histórica casa parroquial de la iglesia de San Miguel. Era una obra de 1860 de alto valor histórico y urbano.
Por Marcelo Magadán
El Arzobispado de Buenos
Aires demolió la casa parroquial de la iglesia de San Miguel, en la esquina
de Suipacha y Bartolomé Mitre. El edificio construido en 1860 por Nicolás
y José Canale desapareció: apenas quedan la planta baja de la
fachada y el lateral que da al atrio, con sus aperturas tapiadas con ladrillos
y ya cubierta con bases de chapa para poner carteles de propaganda. Adentro
hay un nuevo baldío.
El atrio de San Miguel tiene una resolución particular ya que está
totalmente integrado al espacio urbano, como un ensanche de la vereda, sin ningún
tipo de reja, desnivel u otro elemento arquitectónico que lo separe.
Ese espacio está cerrado por el lado este por la casa cural, que data
de 1860 y es un elemento que le genera al templo un adecuado acompañamiento
ambiental y paisajístico, con una adecuada escala.
La casa estaba abandonada y una parte mínima de sus entrepisos se había
derrumbado por la putrefacción de algunas vigas de madera. Sin embargo,
estaban presentes todos los elementos necesarios para facilitar su restauración.
Incluso los muros originales se encontraban en perfecto estado de conservación.
Los anteriores intentos de demolición piloteados por el obispo Rubén
Zamboni, en carácter de párroco, responsable del abandono y el
cierre del templo y la casa parroquial, habían sido rechazados por la
Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos,
con argumentos como éstos:
“La Comisión Nacional de Monumentos reitera su planteo conceptual...
respecto del significado de la relación espacial de la Iglesia con su
edificio parroquial que a través de 120 años ha adquirido una
particular identidad. Máxime en una esquina a la que confluyen el edificio
recuperado de la que fuera Tienda San Miguel y el que ocupa la esquina nordeste,
hace no mucho reciclado como sede bancaria, ambos con una altura de planta baja
y dos pisos.” La situación legal y administrativa del edificio también
ha sido aclarada por la Comisión: “Si bien la casa parroquial no
forma parte de lo declarado Monumento Histórico Nacional, su importancia
como entorno del mismo es responsabilidad de la Comisión Nacional”.
Ante los intentos de Zamboni de demoler la casa parroquial, organismos y especialistas
se interesaron por el asunto. Según una consulta efectuada con personal
técnico de la Dirección General de Urbanismo e Interpretación
Urbanística del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el edificio tiene,
además, protección a nivel local como APH (Area de Protección
Histórica).
Metro2 estableció que la demolición no está autorizada
ni por la Dirección porteña ni por la Comisión de Monumentos.
Internamente, dentro de la propia Iglesia, los responsables de la conservación
del patrimonio y los asuntos culturales (el Comité para la Conservación
de los Bienes Culturales de la Comisión Arquidiocesana para la Cultura)
no estaban enterados. Por sus propias palabras, se pudo establecer que la decisión
había sido tomada por Joaquín Mariano Sucunza, vicario general
de la Arquidiócesis, a cargo de la misma en estos momentos por ausencia
del cardenal Jorge Bergoglio, quien se encuentra en Roma.
Sucunza había dado la orden porque tenía una intimación
del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (que no supo decir de qué organismo
había partido y a qué lo intimaba). Agregó que sabía
que el edificio se caía y cerró abruptamente el diálogo
aclarando que estaba muy ocupado y no tenía tiempo para seguir debatiendo
sobre un tema que para él era menor y estaba cerrado.
La demolición
y un proyecto abortado:
Ante el abandono y la pérdida patrimonial de San Miguel y la pasividad
de los responsables del conjunto arquitectónico, un grupo de especialistas
en conservación del patrimonio cultural trabajó honorariamente
durante cuatro meses para presentar, con la anuencia de la Iglesia, pedidos
deapoyo en el exterior para su conservación integral. El equipo profesional
estuvo integrado por Teresa Gowland de Frías (restauradora de pintura
mural y de caballete), Cristina Lancellotti (restauradora de arte aplicado),
Mercedes de las Carreras (restauradora de policromía en madera), Nadina
Reusmann (restauradora de rocas ornamentales), Marcela Cedrola (especialista
en deterioro de materiales) y Pablo Subirats (restaurador de vitrales). La coordinación
fue realizada por Marcelo Magadán (arquitecto y master en restauración).
El equipo contó además con el apoyo de Susana Ferrari, hija del
arquitecto Augusto Ferrari, autor de la última modificación del
edificio y de la mayor parte de las obras pictóricas que se encuentran
en su interior, que datan de la década de 1920.
El proyecto planteaba desarrollar un modelo integral de gestión patrimonial
y acción, aplicable en principio a otras iglesias antiguas de Buenos
Aires, cuya recuperación habría de permitir la conformación
de un circuito que ligara lo religioso con lo simbólico, lo histórico
y lo turístico. En octubre de 2002 el edificio fue visitado por Norma
Barbacci, directora de Programas del World Monument Found, organización
internacional que ha trabajado en más de 400 proyectos en 80 países,
con un presupuesto de 57 millones de dólares, y que desde el año
1995 lleva a cabo un programa de concientización y conservación
llamado “World Monuments Watch”. El programa organiza campañas
de sensibilización hacia patrimonio cultural en peligro y ofrece apoyo
económico para proyectos de conservación prioritarios.
El pedido de inclusión de San Miguel en la lista 2003-2004, acompañado
del informe técnico preparado gratuitamente por los especialistas locales,
fue enviado a Nueva York pocas semanas más tarde, con la firma –curiosamente–
del vicario Sucunza. En enero, también con la firma del vicario, se hizo
lo propio con el Getty Grant Program, cuyas autoridades acababan de comunicarle
que el proyecto podía ser elegido, para lo cual solicitan se les envíe
la información técnica complementaria antes del próximo
10 de abril.
En medio de esto, sin que mediara aviso alguno, sin cartel de permiso de obra,
sin razón aparente y sin tomar la menor precaución para que las
vibraciones no deterioren la nave de la iglesia, se realizó la demolición.
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