› Por Facundo de Almeida
El habitual bajo perfil uruguayo no fue de gran ayuda para dimensionar lo que iba a suceder. Algunos datos sí permitían suponer que sería algo importante y muy popular, como por ejemplo que un kiosquero me dijera allá por el mes de marzo: “Sí, conozco el MAPI (Museo de Arte Precolombino e Indígena), fui el Día del Patrimonio”. Y enseguida continuara comentando el partido del domingo anterior, para agregar que en sus ratos libres integraba la barra brava de Peñarol. O que la dueña del bar de la esquina –“gallega”, por cierto– gritara desde atrás del mostrador, “¡Nos estamos preparando para Patrimonio!”.
Me habían anticipado que el Día del Patrimonio –en rigor, dos días porque la celebración es un fin de semana completo– los uruguayos salen a la calle a visitar museos, teatros y edificios patrimoniales y participan de fiestas populares en todo el país. Pero verlo y vivirlo es otra cosa.
En Montevideo, una ciudad tranquila en la que a veces es difícil saber si es martes o domingo, tuve la posibilidad de compartir una experiencia única. Sin lugar a dudas, una verdadera celebración del patrimonio.
Cientos de miles de personas abarrotando las calles con sus guías del Día del Patrimonio en la mano, para no perderse ninguna actividad y cronometrar las horas para visitar la mayor cantidad de inmuebles de valor patrimonial, museos, teatros y espacios culturales.
Esta actividad es organizada por la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación y el Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay –con el apoyo de las intendencias de todo el país– desde hace 16 años. Y es la ocasión en que todos, sin distinción de edad, banderías, ni grupo social, salen a la calle para apreciar su patrimonio. Hay actividades especiales en los museos, visitas tras bambalinas en teatros, posibilidad de acceder a edificios normalmente cerrados al público, algunas de las razones por las cuales nadie se queda afuera de esta verdadera fiesta. En las calles es casi imposible caminar, en los edificios hay cola para entrar, y la ciudad es un hervidero donde adultos, jóvenes, niños y familias enteras visitan lugares a los que tal vez el resto del año no les presten mucha atención.
Cada año se fija un tema convocante. En 2011, año del Bicentenario, el título fue “La Redota. Derrotero por la Libertad y la Unión de los Pueblos”, en conmemoración del éxodo del pueblo oriental. La lección es clara. Cuando el Estado propicia –más que produce– y comunica, la población responde. El ministro de Educación y Cultura, Ricardo Erlich, así lo expresa en la introducción a la guía: “Una conmemoración de esta naturaleza es un momento singular en la vida de un país. Es ocasión de destacar referentes centrales, compartidos por todos, de invitar a renovar miradas y lecturas sobre hechos fundacionales, de profundizar en la significación de la acción y el pensamiento de seres humanos excepcionales así como en el encuentro con la historia de hombres y mujeres corrientes”.
Es una pena que nuestro país no cuente con una celebración semejante que en Uruguay, pero también en Francia y en muchos otros países, es tan popular. Es la oportunidad para que todos celebren un pasado común y que lo (re)conozcan, como paso previo a apreciarlo, valorarlo y respetarlo.
El único antecedente que recuerdo fue en tiempos de la gestión de Teresa Anchorena en la Subsecretaría y luego Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Junto con Fabio Grementeri, organizó los Días del Patrimonio que permitieron a los porteños visitar edificios públicos, embajadas, casas particulares, museos y teatros, pero la iniciativa no resistió ni un cambio de gobierno (ni siquiera de partido).
Se trata de una acción que no requiere casi presupuesto, sólo organización, decisión política y, un poco, no mucha, gestión... ¿Es mucho pedir?
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux