CON NOMBRE PROPIO
Sofía Bastanchuri, Emilia Pezzati, Carolina Cuiñas, Mora Monteverde, Cristel Magnetto, Florentina Dib y Silvia Núñez acaban de lanzar una cooperativa de diseño anclada en la fábrica recuperada IMPA.
› Por Luján Cambariere
¿Una fábrica recuperada puede albergar diseño? Barriendo con todos los prejuicios, sobre todo los que existen sobre los diseñadores como personajes de una elite, la respuesta es sí. Básicamente porque hay una necesidad de ambos, que en este caso están del mismo lado. Un grupo de siete mujeres diseñadoras (lo que no es poca cosa tratándose de un ámbito aún copado por varones) –Sofía Bastanchuri, Emilia Pezzati, Carolina Cuiñas, Mora Monteverde, Cristel Magnetto, Florentina Dib y Silvia Núñez– quienes después de hacer lo propio en diversos proyectos sociales (una comunidad qom en el Chaco, así como el diseño de Ivii, la estufachola, una cocina estufa de tierra cruda, generada a partir de una técnica milenaria, ganadora del Premio Innovar 2011 en la categoría Diseño industrial) vieron en el cooperativismo una posibilidad también para ellas.
El espacio dentro de la fábrica recuperada IMPA fue el que les abrió sus puertas, gracias básicamente a una interacción previa con ellos a raíz de la construcción de mesas y sillas para el bar de la Universidad de los Trabajadores realizadas con pallets y tanques de aceite, elementos recuperados de la fábrica.
“La dinámica de trabajo dentro de la cooperativa se da de la mano de la experimentación con materiales de descarte, tanto de la fábrica como de la industria en general, intentando generar nuevos ciclos de vida en los objetos que ya cumplieron el uso para el cual fueron creados. Nos unieron las ganas de realizar proyectos personales y grupales con mayor fuerza, volcando esos proyectos en la cooperativa y así ampliando la mirada al respecto de esos proyectos como el diseño de sillas con el objetivo en un futuro de la producción de las mismas para cualquier fábrica recuperada y autogestionada.” Por eso, al proyecto original de las sillas, sumaron otro de sillas de descanso para el patio de los trabajadores del sector de esmaltado y litografiado de pomos de aluminio (a través de reciclado de neumáticos). Y otro, que se encuentra en etapa de investigación, para diseñar sillas de trabajo para los operarios que mejoren sus condiciones laborales, ya que las que usan hoy en día no responden a las necesidades ergonómicas.
En plus, la cooperativa de diseño suma talleres educativos desde jardín a primaria. “Además, a futuro, la idea es diseñar nuevos productos que puedan producirse y venderse desde IMPA, reactivando líneas de producción abandonadas de la fábrica y generando nuevos puestos de trabajo, así como mayores ingresos para la cooperativa de trabajo. Al mismo tiempo, visibilizar a IMPA como entidad productiva, dado que hoy en día todo lo que se produce es de forma tercerizada y evita que se dé a conocer el estado de lucha de la fábrica que espera la expropiación definitiva mientras funciona con la luz y el gas cortados”, señalan.
Por eso, si bien el espacio se encuentra dentro de IMPA, la cooperativa de diseño funciona como un organismo independiente dentro de la misma, prestando servicios tanto hacia dentro como hacia fuera. “La constante interacción con la realidad productiva de la fábrica, así como el centro cultural, genera una dinámica que no podría darse en otro contexto, y eso es algo que nos entusiasma y nos abre la cabeza sobre realidades nuevas para el diseñador”, detallan.
Por último, citando a Víctor Papanek, un visionario quien allá por los ’70 alertaba sobre la importancia de que los diseñadores entiendan el trasfondo social, económico y político de lo que hacen, suman el germen del inicio: “La cooperativa de diseño surge de charlas de bar, reuniones y cumpleaños entre muchos diseñadores en donde veíamos que era necesaria una forma de trabajo y comercialización de productos diferentes, ya que veíamos que muchas veces el diseño estaba cada vez más alejado de las personas y el mundo real generando ideas y concepciones clasistas. Esa forma de trabajo diferente incluye diseñar no sólo para empresas, sino también para cooperativas, ya que el fenómeno del trabajo autogestionado es una situación real de nuestro país y creemos que es importante mantener este tipo de trabajo y mejorar las condiciones del mismo, teniendo en cuenta a los trabajadores y su condiciones laborales. Al mismo tiempo, diseñar para los actores no contemplados en el espectro de consumidor del mercado pero con necesidades muy claras, los sectores postergados. La cooperativa de diseño, también, es un espacio para debatir sobre el rol del diseñador en la sociedad y generar contenidos teóricos al respecto. Cuestionar qué diseñamos y para quién, mientras llevamos adelante proyectos concretos. Vincular la teoría y la práctica”, rematan.
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