Un derrumbe en La Plata le cuesta el puesto a un funcionario, mientras Rosario avanza en la preservación y San Juan da sus primeros pasos
› Por Sergio Kiernan
Quienes quieren devaluar la preocupación por el patrimonio ya no pueden hablar de románticos, nostálgicos o enemigos del progreso porque esa etapa fue largamente superada. Ni siquiera los macristas más cerrados dirían algo así luego de recibir un amparo, una clausura, una orden de declarar delante de un juez. La devaluación se muda, entonces, al nivel del chiquiteo: el patrimonio es cosa de porteños y una “calumnia” de opositores. Gracias a nuestro editor urbi et orbi Jorge Cohen, podemos darnos una idea de que las cosas no son tan así.
Por ejemplo, en La Plata, ciudad donde se están dando fuertes discusiones por el choque entre el estilo antiguo, pre-político, con el que los concejales trataron el tema, y la conciencia de los vecinos que los enfrentaron y los frenaron con la Justicia en la mano. Un caso de alta resonancia acaba de demostrar, como en un teorema, que el patrimonio es absolutamente un tema de la agenda política. Resulta que el mes pasado se derrumbó un salón del conjunto de la parroquia de San Francisco. Como fue de noche y por la fuerte lluvia, por suerte no hubo heridos.
San Francisco es monumento histórico nacional y también provincial, pero aun así estaba en mal estado. Es una situación curiosa, porque en ese momento la cabeza de la Comisión Nacional de Monumentos era también secretario de Obras Públicas del gabinete de Daniel Scioli. Juan Martín Repetto tenía el doble mandato de reparar el patrimonio provincial como secretario y velar por él como titular de la comisión.
Para peor, hasta había recibido los fondos necesarios ya en 2010. Es que San Francisco fue escenario de una historia especial: ahí se casaron en 1945 el coronel Perón y la actriz Eva Duarte. El derrumbe reveló que apenas se habían realizado estudios previos, tareas de consolidación y alguna que otra cosa, evidentemente insuficientes para prevenir que una tormenta derrumbara el lugar. La injustificada demora en los trabajos le valió a Repetto una lluvia tal de críticas que terminó renunciando el último día de la semana pasada. Sigue presidiendo la comisión nacional, ahora sin la fuerte incompatibilidad de ser un funcionario que autoriza obras y a la vez un protector del patrimonio.
Los platenses son muy conscientes de vivir en una urbe-símbolo, la Brasilia del siglo XIX, la segunda ciudad después de Washington DC que nació de un dibujo, y por ende de una utopía. Con lo que la reflexión fue sobre el mal estado en que se encuentra el patrimonio edificado que todavía no fue demolido, el descaso y la falta de esfuerzos para sostenerlo. El diario El Día hasta le dedicó al tema un editorial en el que recordó que San Francisco es uno de los doce templos fundacionales de la ciudad que se encuentra en estado crítico de conservación, según un estudio de 2012 de la UCA. Los platenses critican que no sólo se pretenda imponer un código de construcción que básicamente permite demoler la ciudad entera y cubrirla de torres, sino que no se invierte en mantener sus edificios notables. La misma conciencia aparece en dos protestas de este invierno en dos barrios diferentes de La Plata contra un problema muy familiar para los porteños, el retiro de adoquines.
Los primeros adoquinados platenses datan de 1883 y siguen en su lugar, con hundimientos y problemas pero bancándose monstruos inesperados como los colectivos. Como el adoquinado es mucho más resistente y perdurable que el asfalto y hasta el hormigón, los vecinos exigen que se cumpla un programa de reparaciones especializado que comenzó hace dos años pero apenas trató una cuadra. El problema de los pavimentos históricos no es de tecnología o nuevos paradigmas, sino simplemente de falta de mantenimiento que ya lleva décadas. Ojalá que a nuestros vecinos no los agarren los mismos “expertos” que contratan por aquí, de los que hacen camas de hormigón y luego pegan las piedras con cemento por encima...
Los platenses están también tratando de rescatar edificios singulares. Uno es el Hogar Maternal 1, inaugurado en 1889 y muy remodelado en su fachada en algún ataque de modernismo pero más o menos entero por dentro. El hogar aloja ahora solamente a dos chicos y el proyecto es restaurarlo por dentro y por fuera, reequiparlo y volver a ofrecerlo como una alternativa a niños que sufren problemas. El escaso uso del hogar se debe a que tuvo problemas inaceptables, como estar una década entera sin agua caliente. Más avanzado está el trabajo en la casona neocolonial del club El Círculo, que curiosamente lleva la firma de Antonio Vilar y fue construida como residencia particular. La casa ya está en las últimas etapas de trabajo.
La ciudad de Rosario le lleva varios cuerpos a cualquier otra urbe argentina en esto de preservar el patrimonio. La intendencia lanzó un plan para preservar mil edificios, casi todos casas particulares, en los barrios más alejados del centro, que ya está estabilizado. El plan se basa en algo que el gobierno porteño sigue pedaleando y pedaleando, un catálogo de edificios patrimoniales, que allá en la ciudad santafesina fue realizado sin mayores vueltas por la FADU de la universidad local.
El trabajo puede servir como una escala del egoísmo formidable que mueve al gobierno de Buenos Aires en materia de preservación de edificios. En Rosario hay un total de 227.889 edificios legalmente registrados y 1300 ya catalogados en las zonas centrales. Con los 1030 que se agregarán hoy se llega al uno por ciento del total, una cifra ínfima pero valiosa en términos de stock histórico. Rosario tiene un sistema de grados en su protección, lo que permite diversas intervenciones.
Lo más irónico para un porteño es que todo, el catálogo, la administración del sistema, la defensa de la nueva lista en el Concejo Deliberante, está a cargo del secretario de Planeamiento municipal.
Yendo al oeste, la situación es bastante diferente. En Malargüe, Mendoza, festejan la reapertura del Molino Rufino Ortega, una ruina en la estancia Orteguina que fue restaurada bajo plano y supervisión de la Dirección Nacional de Arquitectura y ahora está en el circuito turístico provincial. El tratamiento de esta pieza de Patrimonio Nacional contrasta fuertemente con la situación de la ciudad de San Juan, cuyo patrimonio tiene una historia particular.
San Juan fue muy afectada por el terremoto de 1944, el más dañino registrado en nuestro país, que arrasó buena parte del tejido urbano. Pero resulta que se instaló la idea de que no quedaba nada anterior a 1944 en una ciudad fundada hace cuatro siglos y medio. El tema mereció una larga nota en la revista del Diario de Cuyo, donde se relata que prácticamente no hay edificios registrados como patrimonio en la capital sanjuanina.
El tema viene a cuento por el proyecto de preservación del Chalet Maurín, que perteneció al gobernador de la provincia de 1934 a 1938 y es un bonito ejemplo de arquitectura ecléctica, medio criolla, con una escalinata muy déco y patios andaluces. El edificio es una sede de la universidad local y se va a transformar en uno de los pocos con declaratoria de patrimonio. La universidad, de paso, se dedica a preservar otros edificios notables, como la Casa Barassi, un caserón a la francesa donde funcionan institutos de estudio. Y está preparando un catálogo de lo que debería ser protegido.
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