Sáb 20.04.2013
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Velódromo

› Por Jorge Tartarini

Hoy la bici ha tomado nueva vida, para bien de las ciudades y del medio ambiente. En épocas del auge del ciclismo, sus principales figuras eran casi tan populares como los futbolistas o boxeadores. Y de aquellos años quedan vestigios en la ciudad, como por ejemplo los restos del Velódromo en Palermo. Antes de su construcción, en los primeros años del siglo XX, se encontraban por aquel lugar locales emblemáticos en la historia del tango argentino, como el Café Tarana –conocido luego como “lo de Hansen”–, El Kiosquito, La Glorieta, La Red y el Velódromo, que se colmaban de público para escuchar y bailar tangos ejecutados por figuras como Firpo, Arolas, Bazán y otros. El local del Velódromo estaba ubicado por detrás del Café de Hansen, con entrada por avenida Figueroa Alcorta. Hacía las veces de velódromo durante el día, con una tribuna de madera, y de local bailable nocturno. El antiguo Velódromo había sido inaugurado el 15 de enero de 1899, con la participación de renombrados ciclistas locales y europeos. Este deporte se encontraba en auge, desde que había aparecido la primera bicicleta con goma neumática en 1888, y con su práctica los primeros clubes, como el Velox, creado a fines de 1892 en el Café Tortoni. Ubicado a unos 60 metros de lo de Hansen, el Velódromo contaba con tribunas de madera y cuidada ornamentación en el remate de sus esbeltas columnas. El crecimiento de la actividad ciclística hizo que pronto tuviera que competir con otros dos lugares: el Belvedere, en la barranca de Recoleta, frente a la iglesia del Pilar y la esquina del Hotel Alvear, y el del Frontón Buenos Aires, ubicado en las actuales avenidas Córdoba y 9 de Julio. En estos escenarios era frecuente que se realizara el juego de apuestas, algo que no encontró buena acogida en las autoridades, que ordenaron su cierre temporario en 1904. Pero nada frenaba la creciente popularidad de este deporte. En la zona del Parque Tres de Febrero, aproximadamente entre 1905 y 1910, se realizó el “circuito del bosque”, con piso de fina arena y nutrida arboleda. Años más tarde, durante el decenio 1915-1925, se iniciaron las carreras de la ciudad, llegando a organizarse competencias de hasta 12 horas de duración. Principiando la década de 1930 se estudió crear un “Parque Ciclístico”, pero la iniciativa no prosperó sino hasta 1940, cuando el intendente Guerrico dispuso crear el “circuito KDT de Palermo para uso exclusivo del ciclismo”, a corta distancia del futuro Velódromo Municipal. En el predio del actual Velódromo, hacia 1924 se encontraba en construcción la Asociación Deportiva del Comercio y la Industria. Hoy, este terreno se encuentra dividido entre el Club Universitario de Buenos Aires y el predio del Velódromo Municipal. Por un lateral de aquel terreno pasaba el arroyo Maldonado, a cielo abierto. El “chalet social” o casa principal de la Asociación Deportiva, de estilo pintoresquista, se encuentra hoy dentro del predio de CUBA, con construcciones posteriores anexas. Más tarde, hacia 1951, ya aparece como propietaria de los terrenos la Municipalidad, y figura en planos de febrero de ese año el Velódromo en construcción, proyectado por la Dirección de Arquitectura de la Municipalidad de la Ciudad. La construcción se financió con un préstamo en efectivo del gobierno nacional. Precisamente, fue el gobierno del general Juan D. Perón el que por la sanción de la ley 12.932 otorgó recursos para la construcción de estadios, campos e instalaciones deportivas con destino a la realización de los Primeros Juegos Panamericanos, inaugurados el 25 de febrero de 1951, durante los Juegos Panamericanos. El complejo contaba con dos tribunas de hormigón armado (una popular y una oficial), la pista propiamente dicha, dependencias de vestuarios e instalaciones de servicio. Tenía dos accesos principales, enmarcados por grandes columnas y pantallas de hormigón armado con sobrerrelieves de figuras alegóricas al ciclismo, enmarcando una suerte de pórticos, del mismo material. Tales formas expresan una de las vertientes predominantes del arte en su vinculación con la acción de gobierno de aquellos años. Pero tanto ellas como las tribunas y la pista del Velódromo se encuentran en un estado ruinoso. Y esto a pesar de contar con una protección legal por su condición histórica y de lo mucho que se ha dicho y opinado sobre el tema. El resultado final está a la vista. Las instalaciones del Velódromo continúan siendo hoy una muestra clara de que el patrimonio muere, también, por inacción.

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