La linda ciudad de Goya sigue penando por la falta de ley que proteja su casco histórico, de lo mejorcito que tenemos en este país. Proyecto Goya, la muy activa ONG local, vigila con cuidado cada movimiento urbano en la zona a proteger y en particular cada negocio de un señor Hugo Fagetti, empresario que parece dispuesto a “modernizar” la ciudad. Fagetti, explican en Proyecto Goya, parece adorar abrir vidrieras en fachadas históricas para alquilar locales, desfiguró hasta el retiro de aljibe la Casa Guglielmone, “intervino” en el Hotel de Turismo y el Club Social, y es el mismo que está construyendo un edificio en altura frente a la plaza central, rompiendo para siempre jamás la escala del casco histórico. En notas recientes, se informó de la destrucción de adentro para afuera de la vieja residencia del Banco de Corrientes, casa por medio con la catedral.
El susto de esta semana es que Fagetti hizo una oferta para comprar la casona de la foto, vieja de más de un siglo y de una línea realmente muy bella. Esta pieza es tan especial que representó a Goya en el libro Argentina patrimonio natural y cultural. Album del Bicentenario, de Fabio Grementieri, Pablo Zunino y Xavier Verstraeten, gente que no elige al voleo. Proyecto Goya publicó el tema en Facebook e hizo correr la información por Goya, con lo que todo el mundo se enteró de que los dueños de la propiedad, por ahora, se niegan a venderla.
Este tipo de negocios es posible gracias a la sonriente aprobación del intendente Ignacio Osella, un radical alineado con el macrismo que, como su jefe político, mima a la industria de la construcción en su lado especulativo. A Osella no le gustó nada que su casco histórico llegara al Congreso de la mano de Nito Artaza y José María Roldán y fuera protegido por unanimidad en el Senado, caso único en estos temas, con la promesa del presidente de la Cámara de Diputados Julián Domínguez de darle trámite inmediato. Por suerte para Osella, el diputado Fabián Ríos y el entonces diputado Agustín Rossi, ahora ministro de Defensa, cajonearon el asunto.
El cajoneo permitió hace pocas semanas que arruinaran con agujeros grotescos la fachada de los Altos de Fernández, donde Camila O’Gorman solía tocar el piano en 1848, y la demolición secreta de la residencia bancaria. Ambos trabajos se realizaron sin la molestia de pedir permisos de obra.
Pero las cosas van cambiando. Los concejales del Frente para la Victoria de Goya se dividieron, con varios desobedeciendo abiertamente a Ríos en este tema y criticando que la ley no se vote en Diputados. La diputada kirchnerista Araceli Ferreyra también se desmarcó y prometió abiertamente su apoyo, mientras que hasta la Comisión Nacional de Museos y Monumentos, tan pasiva en estas peleas, envió una carta al diputado Domínguez apoyando en todo la ley. En varias ciudades de Corrientes ya surgieron movimientos similares para proteger los cascos históricos, lo que vuelve a probar que la agenda patrimonial toma cada vez más importancia política.
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