Gracias a un lector atento y portador de cámara, se resolvió al fin uno de los tantos enigmas del macrismo en gestión. En el cruce movido de las avenidas Belgrano y Boedo se lucen dos masivas chapas de grosor naval, abulonadas al suelo encima de la cebra peatonal. Las piezas tapan una trinchera excavada, al parecer, por manos anónimas y sin permisos de obra. La novedad es que en este caso todavía se puede leer el texto pegado en dos grandes adhesivos que explican el misterio. En uno se ve el escudo de la ciudad y en letras catástrofe “Apertura en infracción”. Como decirle “apertura” a un pozo roza la licencia poética, la segunda etiqueta anuncia una INFRACCION y explica que “esto no es un bache sino una apertura ilegal de una empresa de servicio que será multada”.
Como se ve, la definición de bache del macrismo es tan cosmética como todo lo demás en su arsenal conceptual, ya que un bache es un pozo del que ellos tienen la culpa y una apertura es otro pozo por el que pueden culpar a otros. Lo que no se entiende es por qué simplemente no arreglan el bache, multan al culpable y le cobran el trabajo realizado. El centro está lleno de estas chapotas ya gastadas por el tránsito incesante hasta un punto en que las etiquetas fueron borradas por completo. Es evidente que, pudiendo echarle la culpa a alguien, se pierde todo interés en solucionar la cuestión de fondo. Como la ciudad hace años que no tiene cuadrillas de mantenimiento propias, habrá que esperar que alguien vea el filón de hacer una licitación de bacheo.
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