Los cuadernos, libretas, blocks y agendas de Almacén de Lou. La mejor forma de arrancar el año.
› Por Luján Cambariere
Lourdes Lavaque es el Almacén de Lou. Si bien luego de terminar el secundario estudió todas cuestiones relacionadas al teatro –actuación cuatro años y puesta en escena con Rubén Szuchmacher, fue asistente de dirección y personal de Ana María Bovo (directora, escritora y narradora oral)–, los castings le hicieron darse cuenta de que ella no estaba preparada para el sube y baja de pasividad-hiperactivación que exige la profesión de actor. Y una decepción amorosa (cuándo no, tratándose de mujeres sensibles) la hizo pensar que debía trabajar con las manos. ¿El resultado? Estudios varios en Papelera Palermo y el maravilloso emprendimiento del que vive hace unos años. Un almacén del que salen los más cuidados cuadernos, agendas, recetarios y cuadernos de viaje, entre otros, hechos a mano.
–Totalmente. A mí me agarró proactiva. Me había pasado uno antes que me había tirado para abajo y dije: “¡Esta vez no!”. Me anoté primero en cursos de origami y luego de encuadernación, pero hasta ahí nada de nada con producir algo propio. Ni pensaba. Pero para practicar encuadernación (por lo menos antes, que no estaba tan difundido) te tenías que comprar la resma grande. Y la resma grande es de un 1 m por 0,70 con 500 hojas, con lo cual de ahí ya te salen 100 cuadernos. No daba sólo para practicar. De hecho, cuando llegó a mi casa, por empezar no la podía mover. Así que enseguida empecé a hacer cuadernos y los posteaba en mi cuenta de flickr y los amigos me empezaron a pedir.
–La verdad no lo sé. De hecho, lo primero que me compré fue una máquina de coser. Pero al entrar en Papelera Palermo me llamó la atención la encuadernación. El curso fue muy bueno, muy lindo. Yo iba experimentando, introduje las telas porque ahí no me habían enseñado a forrar con ellas. Empecé a investigar y al verlas te vas enamorando de cómo van quedando. Abrí un blog. Al principio iba con mi valijita con cuadernos a todos lados. Seguía teniendo mi trabajo fijo e iba con mi valijita al que me quería comprar. Pienso ahora en la buena voluntad de la gente, porque yo los citaba en un café. Iba con los que tenía en ese momento. Era todo un presupuesto de viáticos. Algunos súper buena onda porque me seguían por las redes y podíamos hablar y otros remándola, dándonos charla porque simplemente querían comprar. A esas personas les tengo un recuerdo muy especial. Porque además era a horarios rarísimos porque yo trabajaba. Súper temprano a la mañana o a la tarde. Y después se me ocurrió hacer lo de las horneadas.
–Eso nació de la necesidad. ¿Cómo hago para hacer más cantidad, siempre diferentes, porque no quiero resignar el no hacerlos en serie? Entonces lo que hago es, cuando los tengo todos, los publico con números en las redes y el primero que me los reserva los tiene. Y a confiar. Porque los ven sólo por fotos. Se fue armando boca a boca la base de datos. Al año renuncié al trabajo porque era agotador y la demanda por suerte y repercusión muy fuerte. En general, las horneadas son de cuadernos y libretas que son todos diferentes entre sí.
–En ese caso tenía que ver con saber que quería hacer algo artístico. Sabía que iba por ahí, pero no lo encontraba. Y lo que sí quería es que fuera un espectro amplio, por eso, a pesar de arrancar sólo con cuadernos, le puse Almacén. Me gustan muchas cosas a la vez. Me gusta escribir, el teatro.
–Soy Virgo con ascendente en Virgo. Súper obsesiva. Si tiene una manchita no lo vendo. Soy remeticulosa. Ya el hecho de pegar antes las telas, como hago, para que estén bien rígidas. Prolijas. Para que no queden grumos ni globos. La hoja, el cosido. Soy súper maniática con eso porque siempre digo que si la gente confió para comprarlo por Internet, no puedo decepcionar.
–Trato de sumar. Recetarios de cocina, diarios de viaje, agendas, blocks para bocetar. Y guiños en cada uno. Trato de ponerle información que a mí me gustaría encontrar. Como datos concretos en la agenda de eventos culturales como el Bafici o las frutas y verduras de estación.
–Sí, además yo tengo una relación personal desde el hecho de que yo los hago y yo los entrego. Entonces me encanta saber para qué los van a usar. Y a pesar de lo que muchos piensen sobre su vida, hay usos irreemplazables, (como la agenda, porque el tachar no te lo quita nadie) que no van a hacerlos desaparecer. El bocetar... Además los cuadernos generan muchos fetichistas. Hay gente que me compra mucha cantidad, como diez, sólo porque les gusta tenerlos, verlos. Además, el hecho de que sea lindo hace pensar que te queda para toda la vida.
–Hay algo genial en salir del material crudo, sin nada, y lograr algo bello para uno. Siempre pienso, cuando diseño los cuadernos, desde que doblo la hoja, que es el primer paso, o voy a comprar la tela... hay un paso intermedio donde tengo la tela y el color de la guarda y empiezo a jugar, combinar, poco tradicionalmente y pongo el capitel y voy viendo. Y por ahí pasan dos semanas y veo cómo quedó y se configura algo tan lindo...
–Y más. Ahora tengo un oficio hermoso, puro, el cuerpo graba esos movimientos. Casi una danza. Algo que lleva su tiempo, y hay que esperarlo y cuando sale todo junto, calentito, es muy lindo.
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