Tienda Malba recibió una nueva línea de objetos creados por los alumnos de Diseño de Accesorios de la UBA. Ideas sensibles y materiales originales para un resultado personal.
› Por Luján Cambariere
Siempre energiza dar con proyectos donde forma y contenido van juntos. Son ingredientes que sin dudas tiene la cátedra especializada en diseño de accesorios de Francisca Kweitel y Guigui Kohon. Por eso, es bello ver cómo los trabajos trascienden los claustros de Fadu-UBA en forma de muestra –“Accesos y Fugas”– en Tienda Malba. Proyectos que sorprenden por lo sentido de su abordaje como los anillos y collares de la colección Lazos, de Natalia Mocchetti, en hilo de algodón y látex, a través de los que trabaja la relación con su hermana gemela; los también anillos y colgantes realizados con hilo de poliéster y juguetes de silicona con los que Mia Soifer responde a la pregunta universal sobre el disfrute en la vida o con los que partiendo del ejercicio “Auto-retrato” Florencia Ruiz homenajea a sus abuelos y a su infancia a través de objetos atesorados. Interesante también el modo de empleo de materiales no tradicionales como la pieza Nido realizada por Ana Gaona Bizzotto con sachets de leche, la Inframundo, de Gisela Tabacman, empleando el interior de pelotas de tenis y las piezas en porcelana fría “Intimo”, de Hao Lu y Mayra Demacopulo. Sutiles y etéreas, las piezas en crin de caballo color negro de Victoria Poggi y las de textil bordado con máquina de coser –“Huella”– de Camila Greco y Carolina Spadiliero, entre otros.
Tan bello e interesante como saber del detrás de escena de su método de enseñanza.
“La cátedra de Diseño de Accesorios de la carrera de Diseño de Indumentaria es un espacio de acción, investigación e interacción que trabaja en la construcción de universos propios. La propuesta sostiene la concepción del diseño como un proceso donde se experimentan nuevos métodos y caminos, incursionando en distintos materiales, estimulando la imaginación, valorando la sorpresa y lo emergente, sin un fin programado, evolucionando y construyendo a partir de preguntas constantes en un marco de diálogos y debates. Cada uno de los accesorios expuestos se ha ido desarrollado sobre un equilibrio entre procesos y experiencias de trabajo, develando ideas, encontrando materiales y técnicas propias, produciendo formas simples, complejas, aleatorias, introspectivas e inconscientes, que han ido sintetizando variedad de lenguajes, funciones y lecturas que durante el curso se han ido desarrollando a lo largo de cuatro trabajos prácticos.”
Estos trabajos son “el lenguaje de la joya, donde se trabaja en identificar diferentes maneras de abordar la joyería, reflexionando sobre el uso y los materiales, creando nuevos signos y significados; transformaciones del movimiento, donde se desarrolla un elemento accesorio que transforme la prenda, o al mismo cuerpo en el transcurso de la danza, entendiendo los posibles comportamientos del portador en resonancia con lo que lo rodea. En el tercero, Casa Rodante, se descubre una sintaxis constructiva a partir de la metodología del Arq. Carlos Campos, donde una imagen se traduce a un diagrama de letras y números –estructura base de un proceso mecánico generador de una conformación–, el cual finalmente se interpreta generando un objeto. Y por último, el Autorretrato a través del que se crea una colección de accesorios basado en la percepción. Partiendo de distintos ejercicios, los alumnos conectan con sus intereses ya conocidos y con aquellos aún no develados, materializando acciones y objetos que logran vincular el cuerpo desde una poética personal.
Todo basado en un equipo docente que sumó a Lucinda Walmsley, Mercedes Castro Corbat, Ana Gaona Bizzotto y Ma. Laura Vázquez y Florencia Alvarez en 2011/12, a Virginia Jakim en 2011 y como profesor invitado al arquitecto Carlos Campos”.
¿Cómo se define el territorio, la incumbencia de una joya?
–Nos cuestionamos sobre aquello que está relacionado con el cuerpo de infinitas maneras, desde lo casi imperceptible hasta lo completamente desmesurado, sumergiéndonos dentro de cada universo y transformando el todo. Intentamos abrir el abanico en su máxima extensión, sin dar respuestas cerradas, desdibujando no sólo las típicas fronteras de lo que se piensa como “joyería” sino también debatiendo, entre todos, cuáles son sus alcances, sin querer encasillarla en definiciones determinadas. Sin buscar un fin programado y estipulado, sino ir construyendo y repreguntándonos constantemente.
¿Cuáles son sus herramientas? ¿El virtuosismo de una técnica, el concepto, el empleo de ciertos materiales...? ¿Cuáles son los recursos que les importa que aprendan sus alumnos?
–No hay recetas preestablecidas. Nuestra herramienta más preciada es el concepto, la experimentación y el diálogo. En las clases, no hay talleres para trabajar y aprender el desarrollo sobre ningún material o técnica. Generamos un espacio de acción e investigación donde el diseño es planteado como un proceso, impulsando a los alumnos a bucear en nuevos caminos, transformando y recreando materiales, valorizando la sorpresa y lo emergente. Planteamos dos ejercicios del curso de a pares y dos individuales, porque queremos estimular el intercambio y el trabajo en equipo tanto como el desarrollo personal. De esta manera vamos transitando diferentes metodologías que se suman para comprender, conocer, aprehender las sensaciones, realidades, estados conscientes e inconscientes, intentando generar análisis sin prejuicios. Finalmente todas estas propuestas de experimentar, de pensar, de vivir, de crear, son las herramientas que intentamos dejarles a los estudiantes para cuando estén fuera de la facultad.
¿Cuál es su valor?
–El primer día de clases hacemos una ronda muy grande con más de un centenar de estudiantes donde cada uno dibuja en la piel de quien tiene a su lado lo que para él es una joya. A partir de eso, planteamos el debate acerca del valor de la joya, donde intentamos ampliar el concepto y abrir las posibilidades, sin definir respuestas cerradas ni estrictas. Nos preguntamos por aquello que portamos cotidianamente o lo que atesoramos, lo que nos divierte, recuerda, deja imaginar nuestra propia historia, lo que nos identifica. La joya toma un valor emocional, social, político, discursivo, simbólico y representativo.
¿Quiénes son sus aliados: el color, el sonido, el movimiento, el juego, el maná del tiempo empleado y el trabajo con las manos?
–Todos ellos, aunque a veces parecería que elegimos alguno en especial para ir desarrollándolo poco a poco. Proponemos ejercicios, que pretenden despertar diversos sentidos, sensaciones, miradas para impulsar el hacer. A veces desde el color, el sonido, el movimiento, la materia, descubriendo con las manos en la masa, probando una y otra vez, sorprendiéndonos de los encuentros no esperados, agregando un nuevo material, probándolo sobre el cuerpo estático y en movimiento, generando una imagen que sea parte de la totalidad de la obra, desde el quehacer inconsciente para que en la última etapa todo fluya en un proceso abierto. Con total libertad sobre la elección de temas y formas, donde puedan ir encontrándose a sí mismos, dando cuenta de sus propias inquietudes, intereses y deseos. Así generamos lenguajes individuales, que van transformando un concepto en una imagen y una imagen en un objeto, reconociendo la fuerza de su discurso.
¿Cuáles son las herramientas de la dupla a la hora de enseñar?
–Nosotras nos formamos en Diseño de Indumentaria y Arquitectura en la FADU-UBA. Nos encontramos alrededor de una mesa donde se debatían los proyectos propios de joyería, junto a Ramón Puig Cuyàs en la Escola Massana de Barcelona. Entendimos el oficio como una disciplina artística y abrimos la mirada hacia un campo desconocido. Participamos de un grupo que trabajaba por difundir lo que hacíamos y hacían los otros, entendiendo que la joyería es un medio de expresión, sobre un objeto portable, que va mucho más allá de lo tradicionalmente establecido. Esa infinitamente amplia mirada sobre lo que hacemos nos permite investigar, debatir y experimentar junto a los alumnos los límites de la joyería.
¿En qué discusiones no entran?
–Si una joya no es joya porque no tiene metales o piedras preciosas. El nombre que se le da a la joyería sobre la que trabajamos.
¿Sobre qué las apasiona reflexionar desde la cátedra?
–Cuerpo-político. Cuerpo-contexto. Cuerpo-contenedor. Acercarnos al propio cuerpo, siendo conscientes de que el mismo es el que aloja las emociones, acciones y decisiones que van construyendo nuestro mapeo individual e identitario. Tomar conciencia acerca del entorno en el que estamos inmersos, de qué manera nos comportamos y relacionamos con el contexto y en qué convertimos nuestra cotidianidad. Dar cuenta que el cuerpo es un gran comunicador y cada intervención que se haga en él será portador de significado. Vincularnos con artistas de diversas disciplinas de modo de enriquecernos con la variedad de lenguajes y formas de plasmar las ideas-sensaciones.
Buscar un camino de enseñanza y pedagogía que se vincule con lo que somos, pretendemos y deseamos.
¿Qué es lo más rico que vienen aprendiendo de sus alumnos?
–Que trabajan libres y apasionadamente intentando entender y descubrir qué es lo que hay detrás de cada pauta que les proponemos, sin prejuicios y preconceptos, sin temores del qué dirán o quién ya hizo qué. Hacen.
Por último: una joya ¿desnuda, revela? ¿De qué manera?
–Desnuda y revela tanto que a veces intimida. El autorretrato que terminan haciendo los alumnos en el último ejercicio devela y refleja los intereses, miedos o emociones por los que están pasando en ese momento –lo sepan o no ellos mismos–. Mostrarse frente al grupo, afrontar tanto la mirada ajena como la propia, es una tarea más o menos difícil pero sin duda muy enriquecedora. La mirada sobre los trabajos propios y de sus compañeros –y no estamos hablando de 10 o 15 sino de más de 100– los ayuda a entenderse mejor, a ir creciendo en un proceso personal e infinito.
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