Sáb 19.04.2014
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Industria & diseño

El Espartano y sus diferentes abordajes al mundo del proyecto. Convocando, vinculando, reciclando, reusando, rescatando.

› Por Luján Cambariere

Hace tiempo ya que se vienen haciendo oír las acciones de una empresa, El Espartano, en diversos ámbitos de incumbencia del diseño. Familiar y legendaria, cuando en 2012 cumplieron los setenta decidieron festejarlo con un Laboratorio de Diseño y Sustentabilidad que oficiara de plataforma para generar contacto y sinergia con profesionales del mundo del proyecto.

La responsable, Nuria Kehayoglu, novel generación a cargo de la empresa que crearon su padre, tío y abuela (y hoy dirige junto a su tío y hermano) viendo que esto podía abrir las puertas de la fábrica dedicada a desarrollar, fabricar y comercializar alfombras, carpetas, alfombras modulares y césped sintético. Seguir creciendo e innovando, mediante acciones que siempre son bienvenidas en un país con poco diálogo entre la industria y el diseño.

–¿Cómo empiezan estas acciones de puertas abiertas?

–Cuando en el 2012 cumplimos 70 años, debatimos mucho cómo queríamos festejarlo. Y enseguida surgió que para nosotros no tenía mucho sentido gastar dinero en una fiesta que durara una sola noche, sino en pensar un espacio de experimentación. Hace cinco años que venimos trabajando en dos ejes muy fuertemente: por un lado el diseño y por otro, la sustentabilidad. Y no es que seamos expertos en medio ambiente, pero sí entendemos lo que nos pasa a nosotros dentro de la empresa con la producción, con lo que sobra, que es lo que te pasa con lo que el consumidor te empieza a pedir, que es lo que nos imaginamos de la empresa que tenemos que hay que ser para no desaparecer. La sustentabilidad es un tema muy difícil, que lleva mucho tiempo, vas dando pequeños pasos, muy chiquitos, y la idea del laboratorio fue pensar sobre todo cómo nos vemos a nosotros en la innovación. Pienso que las empresas a veces han estado muy cerradas a que la innovación siempre surgiera desde dentro de la compañía, y lo que empezamos a pensar en cómo abrir la empresa, abrir la fábrica, para que se conozca lo que hacemos, puertas afuera. A veces hay un desconocimiento muy grande con las industrias de cómo se hacen las cosas. Así fue como pensamos en generar un espacio donde la gente pueda venir a conocer nuestros procesos, lo que hacemos, cómo lo hacemos y que nos ayuden. La innovación llegando desde afuera y no necesariamente siempre desde dentro.

–¿Tenían diseño dentro de la empresa?

–Sí, nosotros tenemos un departamento de diseño. Tenemos muchos proyectos a medida. Diseños exclusivos. Eso lo hicimos siempre, colores, texturas especiales. El tema del laboratorio surgió como un espacio de experimentación donde se desarrollara aún más la cultura de ser una empresa de diseño y también para ver qué cosas se podían hacer con los materiales que teníamos. Como tenemos un sistema de producción muy integrado, nosotros recibimos el fardo de lana y hacemos todo el proceso, del fardo a la alfombra tejida, tenemos muchos sobrantes en las distintas instancias. En distintos estados de la materia prima que son interesantes también por la escala. Los tenemos en volúmenes. Y ahí fue cuando empezamos a hacer invitaciones. Primero fue mi prima, Alexandra Kehayoglu, que es artista plástica y basa su obra en el tejido que empezó trabajando con sobrantes haciendo una serie a la que llamo Pastizales y ésa fue una primera acción en Galería Praxis. Otra con Gaspar Libedinsky, que estaba en la Beca Kuitca, que trabaja el concepto de arquitectura para el cuerpo y realizó unas pantuflas que presentamos en Malba. El fue muy obsesivo y me gustó mucho trabajar con él porque buscó algo que nosotros nunca buscamos, y es que la base de la alfombra esté perfecta. Para nosotros fue un desafío, porque es una contradicción total porque es la parte de la alfombra que no se ve, porque es donde le ponés el pegamento y a él le interesaba que la cuadrícula estuviera perfecta. Entonces empezamos a clasificar las bases para que estuvieran bien. Y ahí hubo descarte también. Trabajamos con saldos para hacer 80 pares con sobrante de alfombra de lana. Después lo repetimos en San Pablo. En esta línea, sumamos el proyecto Palabras. Se trata de un desarrollo de felpudos creativos que presenta una serie de palabras caladas en alfombra entre los que se puede elegir: Hola/Chau, Adianchi y Bomdia, desarrollados por el colectivo El Galpón o los desarrollados junto a Bamboo. Lo que sí fuimos aprendiendo también es esta idea o concepto de edición porque el sobrante te plantea un límite, no tiene una continuidad en el tiempo. Y eso es un desafío interesante.

–¿También tienen desarrolladas acciones en escuelas?

–Hay un interés en la empresa en pensar la alfombra como un objeto educativo. En el aula hay un espacio de encuentro que es la ronda, que es donde todos los chicos se reúnen. Si sacás fotografías de escuelas vas a

ver que es un producto súper económico, un bouclé que se pone en oficinas, nada cálido, ni pensado para una sensación de confort de un chico. Seguramente porque no hay presupuesto, pero también pienso porque no hay una categoría de producto así. Entonces empezamos a trabajar en cómo reemplazar esa alfombra con algo que tuviera un sentido didáctico o artístico. Primero trabajamos con 20 arquitectos-artistas, cada uno hizo una obra y esa obra fue a la escuela, donde docentes que se estaban capacitando en artes visuales los introdujeron a la obra de ese artista que, una vez terminada, plasmamos en una alfombra, le hicimos una terminación y la dimos a cada escuela. Eso fue en el 2012. El año pasado hicimos otro proyecto que tuvo que ver con crear una alfombras para jugar y ahí lo que hicimos fue buscar ese espacio de juego que el chico quisiera tener. Fueron ellos los que dibujaron su propia alfombra. Lo que hicieron los docentes fue generar un espacio de juego; entonces si querían jugar a la búsqueda del tesoro, les hicieron armar todos los juguetes y después pintaron una base –islas, zoológicos– y ésas fueron otras 20 alfombras. Y este año la idea es trabajar sobre Rayuela de Cortázar como inspiración. A futuro la idea es tener una línea de productos pensada para escuelas.

–¿Cómo surge la acción con el Museo Nacional de Bellas Artes?

–El auditorio de la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes se está renovando integralmente con reformas arquitectónicas, acústicas y técnicas, y nos convocaron por la alfombra. Entonces, un poco con nuestra filosofía, propuse pensar algo diferente. Y en esto de estar en este proceso continuo de estar pensando cosas para hacer con diseñadores fuimos con algunas ideas. Primero pensamos en un concurso. Y después que el jurado fuera la gente. Nos gustó por el hecho de que la persona que se involucra después cuida más de su espacio. Eso está probado. Así surgió “El museo está de moda”, donde junto a la asociación de amigos convocamos a seis diseñadores referentes –Min Agostini, Mariana Cortés, Martín Churba, Mariana Dappiano, Leandro Domínguez y Laura Valenzuela– para que diseñaran su propuesta para la alfombra del auditorio. De la votación que hicimos por redes sociales ganó la de Leandro, que estaremos inaugurando las próximas semanas. A mí me encantó poder, sobre todo, generar estas alianzas.

–¿Y la colección Hera que acaban de lanzar con Kom?

–Con Pablo Ferraro tengo un vínculo de hace cinco años, cuando nos conocimos porque me encanta su forma de abordar el universo textil. Me parece que tiene una mirada muy interesante. En ese entonces no teníamos ni el laboratorio. Sólo le dije que pensara que podía hacer cosas con diseño con nosotros y nos reconectamos hace poco y le pusimos mucho tiempo y dedicación a esta línea que me encanta. Siempre digo que a mí me gusta de algún modo que a nosotros nos usen en el buen sentido. Podemos sernos muy útiles. Nosotros podemos tener el producto y ellos, la idea. Esta colección está compuesta por carpetas y felpudos para la línea infantil Hera, que resignifica el modelo Velour 9, una alfombra de fibras naturales (ciento por ciento lana) de máxima calidad, con el objetivo de convertir en un objeto de uso cotidiano un producto que es utilizado por las más prestigiosas cadenas hoteleras internacionales.

–“Tejiendo tendencias”...

–Lo que veníamos viendo desde hace mucho es que llegaban profesionales a traer cosas para que las reprodujéramos. Entonces, en oportunidad de la invitación de la Feria D&D de diseño y decoración, decidimos proponerle a un grupo de prestigiosos diseñadores, arquitectos e interioristas –Ricardo Blanco, Paula de Elía, Carlos Galli, Javier Iturrioz, Julio Oporel, PicNic, Roxana Punta Alvarez y Martín Zanotti– crear una colección exclusiva de carpetas en el marco del proyecto “Tejiendo Tendencias”. A todos, como en el caso del museo, les dimos kits de trabajo con pomponera de colores, impresión en escala uno en uno, lápices con colores seleccionados para que ellos pudieran expresarse, entre otros elementos.

–¿Saldo positivo unir industria y diseño?

–Muy, y uno siempre quiere más. Con estas acciones, además, aprendí que es trabajoso el diseño. Creo que no está valorizado y todavía hay muchos temas por discutir. Poco diálogo, pero cuando se logra, todos salimos beneficiados.

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