La historia de Adriana Marina, economista especializada en desarrollo local, creadora de la empresa social Animaná y del Foro de Moda Etica Latinoamérica.
› Por Luján Cambariere
Les pasa a muchas personas que comienzan a transitar el camino del desarrollo local. Primero lo estudian, analizan, escudriñan y luego, casi sin querer, meten manos en la masa. Tal el caso de Adriana Marina, de profesión analista de sistemas con doctorado en Economía, creadora del Foro de Moda Etica Latinoamérica y de Animaná, su propia etiqueta de prendas, accesorios para la casa –mantas, pies de cama– y línea para bebés. Desde estos lugares promueve la recuperación de la cultura de la Patagonia y de los Andes a través del comercio justo y la incorporación del valor agregado del diseño a lana merino, de guanaco, vicuña, oveja y llama, las fibras naturales locales. Son emprendimientos que entrelazándose, sinergiándose y retroalimentando, dan cuenta de una visión donde el cuidado de las personas y la naturaleza y el alivio de la pobreza son más importantes que las tendencias.
“Nací en la Patagonia. Después mis padres vinieron para Buenos Aires, así que me eduqué acá. Cuando me casé, nos fuimos a vivir al Norte, a Salta. Hice varios experimentos en mi vida. Estudié Licenciatura en Sistemas, luego Economía, siempre queriendo cambiar el país y el mundo. Así que cuando me fui a vivir a Salta, me inscribí en unos programas de la Unión Europea de formación académica en Latinoamérica. Era una red de universidades. Ahí hice mi posgrado en Economía. Después me quedé a cargo de la coordinación de las nuevas presentaciones a la Unión Europea. Entré al Conicet con una beca en investigación de desarrollo con el doctor Víctor Elías, de Tucumán, que es un sabio, y después de eso me fui a hacer el doctorado con mi familia a España. Trabajé un largo tiempo en investigación, siempre en el tema del desarrollo local: fue lo mío, sobre todo porque desde chica me producía entre rabia y tristeza ver cómo se esquilaban las ovejas para mandar la materia prima. Ya de muy chica le preguntaba a mi abuela cómo nosotros no hacíamos los suéteres. Desde chica se manifestaba en mí esa indignación que lamentablemente sigue muy viva, porque las cosas no han cambiado mucho. Después, cuando fui al Norte y vi la maravilla del arte que tienen estas personas con las llamas y vicuñas, la inquietud fue aún más fuerte.”
–Sí, era como un llamado que sentía. Alejandro (Alec) Deane y Claudia Basso, mis vecinos en Salta, venían trabajando desde hace años con los wichís en un proyecto de desarrollo local, y la verdad es que aprendí muchísimo con ellos y su fundación Siwok, que fue pionera. Ahí empecé a aprender aciertos, desaciertos. Porque vale decirlo: hasta entonces, desde la teoría tenía también muy endiosado todo. Mi mirada era un tanto ingenua. Entonces, a raíz de mis conocimientos teóricos y el contacto con esa realidad, se me ocurre empezar a armar pequeños negocios con toda esta artesanía más tradicional. Había cosas lindísimas. Empezamos a bordar los barracanes. Trabajar con alpaca. En España aprendí un montón del efecto local, viví 9 años allá, y todo lo quería llevar a la práctica con un emprendimiento personal. En el medio me divorcié, volví a la Argentina y empecé a darle forma a lo que quería hacer. Así fundo el Foro de Moda Etica Latinoamérica y una empresa. Viajo a la India a ver el impacto de este tipo de proyectos. Me vinculé con otras organizaciones. Después llegaría Francia, con Dominique Peclers (experta internacional en tendencias de moda y fundadora de Peclers París). Dominique es una capa mundial, de hecho la película El diablo se viste de Prada está inspirada en ella. Ella armó una organización –Diseñadores sin Fronteras– para hacer trabajos en Africa. Y, entre todo esto que cuento, yo me caigo con la valija y cuando ve nuestros textiles, queda fascinada, porque eran desconocidos para ella. Dominique se encantó con la propuesta. Me llevó a hacer entrevistas con diseñadores. Yo quería llevar este concepto a un universo. También viajé mucho por Perú. Había hecho contacto con muchas comunidades. Corría 2010. Entonces le ofrezco viajar a conocer las comunidades. Aceptó enseguida y a su edad, luego me confesó, la había llevado al mejor parque de diversiones de toda su vida. De todas estas experiencias así juntas, mezcladas, cruzadas, hermanadas, nace Animaná.
–En una de mis tantas iniciativas, viajo a Salta y me contacto con una referente del pueblo Animaná. Una localidad pequeña y muy especial, atravesada por varios problemas, donde existía un centro de manualidades. Llevamos lanas, agujas. Y de dos personas logramos articular a más de treinta, que empezaron a aprender y a trabajar en grupo. Fue un experimento y una felicidad lograr que, partiendo de una situación adversa, se unieran y mejoraran en todo. Yo soy economista, me interesa analizar qué parámetros cambian. Ahí empecé a trabajar con Mariela Oliva, una diseñadora de carteras del lugar. Comenzamos a tener muchísima afinidad y a lograr grandes cosas, como hacer talleres para chicos de la calle. Todo fluía maravillosamente hasta que Mariela, mi pilar, mi mano derecha, mi inspiración, se enferma. Le agarra la escondida gripe. Era la época de las elecciones. Y ella muere. Ahí se me vino el mundo abajo. De hecho, en algún momento tengo pensado escribir sobre ella, porque es ejemplo en nombre propio de la cantidad de personas valiosas que mueren innecesariamente, por causas absolutamente evitables, en nuestro país. Entonces cuando pude rearmarme, sobre todo anímicamente, decidí avanzar más con Animaná. Y ser un puente entre artesanos que viven en zonas alejadas de los Andes y los grandes mercados. La compañía nace formalmente en 2009, pero es el resultado de quince años de proyectos relacionados.
–Sí. Trabajamos en un concepto holístico creando productos bajo los principios de sustentabilidad, respetando los ciclos de vida del mismo mediante un enfoque cradle to cradle. Este se focaliza en evitar la creación de desechos, combinando los procesos en un círculo re–generacional, considerando el ciclo de vida de los productos no desde una concepción de la cuna a la tumba sino de la cuna a la cuna. Nuestro compromiso es a largo plazo a través de una producción verde, en el uso de las fibras naturales, de artes manuales tradicionales, en el reciclado y manipulación ecológica de los materiales. De esta forma se promueve el diseño sustentable y el cuidado medioambiental, alcanzando el menor impacto posible. Es un renacer de un arte milenario, con más de 5 mil años de historia. Fibras naturales auténticas y tintes naturales combinados con un toque contemporáneo, que confluyen en productos atemporales.
–Trabajamos con las más finas y exóticas materias primas de la Patagonia y de los Andes, obtenidas de animales silvestres como llama, alpaca, vicuña y guanaco, la lana merino de la Patagonia de una variada gama de colores naturales que van desde tonos blanco o beige ligeros hasta negros intensos. Asimismo utilizamos el algodón orgánico nativo, la seda y el metal alpaca, entre otros. Nuestra cadena de valor nace con la cría sustentable de camélidos sudamericanos, protegiendo cada especie. Los camélidos crecen libres en grandes pasturas, en su hábitat natural en los Andes y en la Patagonia, luego de lo cual se esquilan con procesos manuales, seleccionando las mejores fibras. Los artesanos hilan las fibras manualmente y las tiñen con pigmentos obtenidos de plantas nativas, recuperando las técnicas heredadas de nuestra rica historia y tradiciones, resaltando en cada prenda las bondades de cada fibra, su suavidad, fineza y confort. Las fibras naturales son un recurso renovable por excelencia, siendo 100 por ciento biodegradables y neutrales en la emisión de carbono. Usamos Baby Alpaca, que es la lana de la primera esquila de la alpaca y es una de las fibras más lujosas en el mundo por su sedosa suavidad y textura aterciopelada. Prendas hechas de esta fibra son cómodas, ricas en diversidad de colores y versátiles en su uso. Son mucho más ligeras, más cálidas y más fuertes que aquellas de lana de oveja tejida. La alpaca vive en el Altiplano de los Andes del Perú, Bolivia y norte de Chile. Sus capas gruesas y suntuosas se presentan en colores que van del marfil a los colores negro, con todas las gamas de los grises y marrones. Este noble animal es cuidado por los pastores nativos andinos. También la vicuña: este miembro más pequeño de la familia de los camélidos vive en la Puna y en los ecosistemas altoandinos de Perú, Bolivia, Argentina y Chile. La fibra increíblemente suave y lujosa de la vicuña, que ofrece los colores naturales que van desde el dorado hasta el leonado profundo, ha hecho de esta criatura uno de las más codiciados tesoros desde los tiempos antiguos. También el guanaco, que vive en el noroeste de Perú, en el oeste y el sur de Bolivia, el noroeste de Paraguay, y en los Andes de Chile y la Argentina hacia el Este hasta la costa atlántica, y el sur de la isla de Tierra del Fuego y Navarino. Así como la vicuña, el guanaco da una fibra única y rara. Su brillo y suavidad especiales son de la más alta calidad, permitiendo a las prendas tener una belleza sofisticada, finura, delicadeza, manteniendo el encanto único de la naturaleza. Y la llama, obviamente del Norte.
–Es una institución abierta a todos los proyectos y personas afines a la moda sustentable, cuyos objetivos son los de fomentar los principios de la moda ética. Somos un grupo interdisciplinario de economistas, académicos, diseñadores, empresarios sociales, comunicadores, consultores, ONG, fundaciones y personas de buena voluntad, que invierten esfuerzos, capacidades, capital y redes de conocimiento para promover un modelo de producción alternativo y competitivo en el mercado. Hoy en día conformamos una institución sólida, abierta a los interesados del sector, que trabaja con acuerdos de cooperación y en alianza con el Ethical Fashion Show de París y el de Londres, Ecotece Brasil, Green Show, entre otras. La moda ética o “consciente” se propone como objetivo principal conseguir el diseño, suministro, fabricación de prendas de vestir, mejora la calidad de vida de forma respetuosa de todas las personas participantes en la cadena productiva, con remuneraciones basadas en principios de comercio justo y dignidad de trabajo. Además busca jugar un papel activo en la reducción de la pobreza, creando medios de vida sostenible y al mismo tiempo fomentando la utilización de materiales orgánicos, las fibras naturales, fuente de riqueza y desarrollo locales, materiales reciclados, ayudando a minimizar el impacto en el medio ambiente. Asimismo propone una evolución de la industria de la moda hacia prácticas que den la posibilidad al consumidor de estar informado, para que exija continuamente información y trazabilidad de las prendas que utiliza. La moda ética es una tendencia que surgió como un movimiento espontáneo de 40 diseñadores ubicados en la ciudad de Portland, Estados Unidos, a finales del año 2007. Hoy estamos convocando activamente desde el foro a todos aquellos que quieran participar, profesionales de la moda, productores, universidades. Estamos haciendo un relevamiento de opiniones para co-construir las acciones y objetivos futuros, así que agradecemos y valoramos muchísimo a quienes puedan sumarse y en principio responder a nuestra breve encuesta que está online (https://docs.google.com/forms/d/1cHjWOA2viVKbwIBXXHNDvHUwda47sH6zJlYA–RdyQfY/viewform) - www.anima napatagonia.com - www.modaetica.com - [email protected]
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