› Por Jorge Tomasi *
Desde junio de 2012, cuando lo presentó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el Programa de Crédito Argentino del Bicentenario, Pro.Cre.Ar, es un vehículo inclusivo y transparente para el acceso a la vivienda para amplios sectores de la población en todo el país. También dinamizó el empleo en la construcción y las industrias asociadas. Después de dos años de vigencia, se presenta una cuestión que merece ser analizada con detenimiento: el lugar que se le da a la construcción con tierra en relación con los objetivos trazados por el Estado para el Pro.Cre.Ar.
Si bien en los documentos disponibles no parecieran existir prohibiciones explícitas, lo cierto es que una familia que se proponga construir su casa con adobe en el marco del Programa, se encontrará con una serie de obstáculos virtualmente insalvables. Dentro del material que el Banco Hipotecario entrega a las familias que comienzan con sus trámites luego de haber sido sorteadas, se incluye una breve lista con recomendaciones orientadas al mejor armado del proyecto y su presupuesto. Allí se incluye una escueta referencia respecto a que “no se admiten construcciones en adobe”, sin más datos. Cuando se solicita al Banco la fundamentación de esta limitante, no aparecen demasiadas explicaciones adicionales por fuera de que no está aprobado su uso. Si alguna familia decide presentar su proyecto utilizando adobe con los refuerzos necesarios o incluso como material no portante en el marco de una estructura de hormigón, se encontrará con una serie de nuevas exigencias, que incluye certificaciones adicionales de imposible obtención en el contexto de la construcción de una vivienda unifamiliar.
Estas limitaciones al uso del adobe son difíciles de comprender, ya que, por ejemplo, el Instituto de Vivienda y Urbanismo de Jujuy encaró exitosamente numerosos proyectos de viviendas, gestionados por cooperativas u otras instituciones como Caritas, utilizando adobe, en algunos casos como cerramiento dentro de una estructura de hormigón armado. Estos proyectos se llevaron adelante en los últimos años en el marco de los Programas Federales con la aprobación de la Subsecretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, Ministerio de Planificación Federal de la Nación. Incluso uno de estos proyectos obtuvo la 1ª Mención de Honor dentro de la categoría Hábitat Social y Desarrollo en la Bienal de Arquitectura de Quito del 2008.
La construcción con tierra en general y el adobe en particular fue históricamente estigmatizada en nuestro país y asociada con la pobreza, la poca solidez o la falta de higiene, todos lugares comunes que se repiten sin mayor análisis. Al mismo tiempo, se obvian los múltiples beneficios asociados con la construcción con tierra en términos habitacionales, ambientales, sociales y económicos.
Pero los datos del Censo Nacional de Población del 2001 nos muestran la vitalidad de estas técnicas constructivas, con el 2,54 por ciento de las viviendas en el país con adobe en sus muros (246.959 unidades) y con muchas provincias significativamente por encima de la media. San Juan tiene el 27,78 por ciento, Catamarca el 17,47, Mendoza el 15,21, Jujuy el 14,11, Salta el 10,45 y La Rioja el 9,51. Lo mismo ocurre si recortamos la muestra exclusivamente a las áreas rurales, donde la incidencia sube hasta un significativo 13,56 por ciento para todo el país. Ciertamente no es posible hacer oídos sordos frente a la importancia de la construcción con tierra en Argentina, en especial si consideramos que en muchos lugares estas lógicas constructivas se encuentran históricamente arraigadas en prácticas culturales de las comunidades locales y forman parte del cuerpo de sus tradiciones. Valorar estas lógicas constructivas forma parte del necesario respeto por la diversidad de concepciones arquitectónicas en todo el país.
Pese al esfuerzo de muchos investigadores, constructores y técnicos, Argentina tiene hace años una cuenta pendiente respecto de la generación de una normativa del uso del adobe como material constructivo, como elemento portante o como cerramiento, que incluya todas las recomendaciones necesarias para un uso responsable. No se trata de evadir la discusión sobre la eventual necesidad de refuerzos en las zonas sísmicas. Por el contrario, es necesario de una vez por todas encarar el debate para superar las consideraciones simplistas que, sin estudio alguno, empiezan y terminan con que es un material “no apto”. Son numerosos los países, algunos en la región, que cuentan hace tiempo con normativas serias surgidas de debates amplios. Sin ir más lejos, en Perú se desarrolló hace más de una década la Norma Técnica E.080 orientada a las construcciones con adobe, que aborda concretamente el diseño sismorresistente con esta tecnología.
El crecimiento, la amplitud y el carácter federal e inclusivo del Pro.Cre.Ar nos pueden brindar las condiciones que necesitamos para que organismos del Estado, instituciones académicas, organizaciones sociales y colegios profesionales puedan comenzar a trabajar en pos de una normativa nacional para el adobe. Un proceso que va a requerir de rigor técnico pero también de un fuerte impulso político.
* Doctor en Arquitectura
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