OPINIóN
› Por Horacio A. Feinstein *
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se empecina en querer hacernos creer que la ciudad está reverdeciendo, en el sentido de hacerse ambientalmente más sustentable para la población. Aunque el concepto de ciudad sustentable tiene todavía significados diversos y/o comprende aspectos controvertidos, sin duda cualquiera que sea debe referir a una ciudad que brinde una vida integralmente más saludable a la población.
Sin embargo, observamos que varias políticas y medidas adoptadas por el gobierno porteño van en dirección contraria de un reverdecimiento de Buenos Aires, a saber:
Construcción de edificios que no solucionan el problema de la vivienda, sino que hacen de refugio de valor ante la falta de alternativas financieras.
Disminución de espacios verdes públicos (por cementación de plazas y senderos) y privados (por autorizaciones para ocupar espacios verdes).
Disminución del arbolado público.
Como consecuencia, se agrava la isla de calor, mientras los efectos del cambio climático resultan crecientemente devastadores (en 2013 hubo ocho muertos por inundación), ya que no hay obras estructurales que por sí mismas alcancen para evacuar hacia el río todo el agua de las tormentas. Como se frena la construcción de edificios y disminuyen los espacios verdes absorbentes, se puede prever que la problemática de las inundaciones tenderá a agravarse. Respecto de la isla de calor, ante el corte del suministro eléctrico, la propuesta del jefe de Gobierno fue comprar equipos electrógenos portátiles. Lo que no es una medida demasiado verde...
Otra cuestión en la cual el reverdecimiento parece una quimera inalcanzable es en materia de transporte de pasajeros. El tránsito vehicular se encuentra colapsado por el ingreso irrestricto y cada vez mayor de automóviles particulares. Ello provoca elevada contaminación atmosférica y sonora, y deja a las bicisendas y a los neometrobuses como una burda caricatura de transporte verde en medio de un caos ingobernable de tránsito.
Por último, en lo que respecta a la basura de la CABA, el gobierno porteño acaba de recibir un premio internacional del C40+Siemens en función de los (supuestos) avances alcanzados en la separación hogareña de residuos. Los que vivimos en Buenos Aires y sufrimos los vaivenes continuos de la pésima gestión de la basura –en la primera quincena de octubre hubo cuadras repletas de basura por el cambio de concesionario del servicio– nos damos cuenta de que ese premio se lo da Siemens para congraciarse con el GCBA y lograr contratos. Esto siempre en creciente divergencia con la Ley Basura Cero que preconiza la educación ambiental y participación ciudadana en la separación de residuos en hogares, en lugar de ceder el negocio a unas pocas grandes empresas que siguen lucrando en cuanto no se aplique la ley.
Es así que, antes que reverdecer la ciudad, considero que el GCBA intenta pintarla de verde con brocha gorda. Bastante cansados de semejante marketing sin sustancia, tal vez algún día los porteños no nos engañemos más.
* Licenciado en Economía Política UBA, Mg Sc en Ambiente Humano UNLZ.
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