OPINIóN
› Por Matías Pandolfi *
Desde 1949, el 8 de noviembre es el Día Mundial del Urbanismo a pedido del Instituto Superior de Urbanismo de la Ciudad de Buenos Aires. El día apela a la conciencia de los ciudadanos y las autoridades, y llama la atención hacia el impacto ambiental del desarrollo de ciudades y territorios. Haciendo una analogía entre ecosistemas naturales y urbanos, la sensación que da Buenos Aires es la de un paisaje que entró en una suerte de “desertificación”, con destrucción de su cubierta vegetal, erosión del suelo y falta de acceso al agua. La cantidad y calidad de los espacios verdes y el acceso al río se encuentran cada vez más limitados.
La costa del río es casi inaccesible para los porteños. Para poder disfrutarla un poco tenemos que ir a la zona norte o sur. En los siete años de gestión PRO nada se hizo para facilitar el acceso al río; muy por el contrario, se dieron y renovaron concesiones a clubes y discotecas que aumentan la contaminación visual y sonora: club CUBA, Pachá, Costa Salguero, amarraderos del Club Naval, entre otros. Tampoco se hizo nada para mejorar el arribo de los porteños a la zona ribereña. Hay poco transporte público a la costa y al llegar no nos espera ninguna playa o espacio verde frente al río para descansar, caminar y socializar.
Siguiendo con la analogía de la “desertificación” hay que tener en cuenta que las ciudades están construidas sobre espacios naturales. Este impacto, que va de la mano del paradigma de dominar la naturaleza y avanzar con la tecnología sin control, debe tratar de reducirse aumentando la cantidad y calidad de los espacios verdes urbanos. Los árboles absorben el dióxido de carbono y oxigenan el aire, contribuyen en la regulación hídrica y térmica de las ciudades, y reducen la contaminación ambiental. Pero vivimos en una de las ciudades de Latinoamérica con menos espacio verde por habitante y con una distribución sumamente desigual. No es necesario discutir sobre informes, metodologías y estadísticas. Basta ver el mapa de Buenos Aires para confirmarlo.
El gobierno porteño reconoció el déficit de parques y plazas y lanzó el Plan Buenos Aires Verde para revertir el estancamiento en la construcción de espacios verdes. El plan se presentó, en mi opinión, de manera capciosa, ya que habla de “adaptar la ciudad a los desafíos de cambio climático” culpando de todo al clima y desligándose de cualquier responsabilidad en los últimos siete años. Esperemos que se trate de un plan serio con resultados concretos y no de cosmética electoral. Esperemos también que este gobierno y el que siga lo lleven adelante, lo corrijan y mejoren.
Que este Día Mundial del Urbanismo sirva como momento de reflexión y nos motive a detener la “desertificación” del paisaje urbano. Que en el futuro los porteños tomemos decisiones para un acceso igualitario a la costa y para detener el reemplazo de árboles por edificios y playas de estacionamiento. No nos dejemos engañar por los slogans verdes que utilizan para ocultarnos lo gris que está la Ciudad Buenos Aires.
* Doctor en Ciencias Biológicas. [email protected]
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