Flamencos, garzas, cisnes, tucanes, pájaros, flores, muchas flores y plantas... rosas, dientes de león y potus gigantes. La obra pictórica de la artista Consuelo Vidal se cuela en muebles que pinta para el emprendimiento de restauración e intervención de mobiliario y objetos Las Vidalas, que comparte hace tres años junto a su hermana Ana. Altas dosis de color, dibujos originales y muuuuucho amor de hogar renuevan la casa. Hoy se podrán ver en la “Gran Barata” de fin de año de Club Albarellos, bellísima galería de arte y tienda de estampas, libros y obras en pequeño formato que ostenta junto a su pareja Tester y la dupla formada por Flora Dido y Nacho Fortini (Albarellos 280, 1er. piso, Tigre).

Consuelo estudió Bellas Artes en el Instituto Santa Ana, recibiéndose de profesora de Pintura. Hizo talleres y clínica con Diana Aisenberg, además de trabajar de asistente del artista Javier Barilaro.

¿Los muebles pintados? Fueron un pedido de su hermana mayor (son siete, cinco mujeres y dos varones). Ella, Ana, se dedicaba desde hace tiempo a restaurar muebles y soñaba con que su hermana los interviniera con su arte. Así que Consuelo sumó a sus cuadros y murales todo tipo de encargos, inyectándoles una nueva vibración con mirada contemporánea.

Consuelo cuenta que “desde el vamos pinto naturaleza, pájaros, flores. Bien flúo y tropical. Amo lo popular, las flores, las plantas, esa paleta me fascina. Y a los muebles de campo me une mi infancia repartida entre Tigre, donde vivo hasta hoy, y el campo, donde trabajaba mi papá e íbamos en la infancia. De hecho hace poco recordábamos con mi hermana que mi mamá pintaba en madera, pero obviamente con otro estilo y paleta. Ana los restaura, patina, pinta la base y luego yo los dibujo. A ambas nos encanta la búsqueda, el hallazgo. Cada mueble para nosotras es una pequeña obra”.

¿Qué te inspira?

–A mí me satura la cuestión de lo que se usa o no se usa, sobre todo pensando en las casas. No me guío por las tendencias. Me gustan mucho las casas de las viejas. Las casas de barrio. Me inspiro cuando ando en la calle, en mi barrio. Es muy Tigre, mi obra y mi trabajo. Vivo acá y amo este lugar. Las casas, los patios cuidados con mucho amor por las señoras grandes o esas casas del interior que tanto visité en mi infancia con mi papá. Todas las plantas que me gustan son las que están en las casas de las viejas, el potus, esas plantas que son cero tendencia pero que dan cuenta de otros cuidados.

¿La resignificación del potus?

–Totalmente y más a la brasileña, gigantes. En casa hace un tiempo que intento que crezca uno de tamaño más grande. Con mis viejos siempre paseamos mucho por el interior y sin dudas eso queda en el inconsciente. Lo que mamás. Saco mucha información de esas casas. Amo la isla, el Tigre. Además soy fanática de Brasil. Si no viviera acá, viviría ahí. Las plantas tropicales, la exuberancia, el color, el flúo propio de la propia naturaleza, ese que surge cuando empieza el atardecer o los días de lluvia que todo fosforece. Yo sumo todo a mi obra. El año pasado hice un taller con un letrista, estudio flores, agrego figuritas. Otra cosa que la gente valora es que mi hermana colecciona muchas cosas, entre ellas enlozados; cada vez que terminamos un trabajo, cada mueble que hacemos lo lookeamos y le sacamos fotos ambientando siempre con el mismo potus, que es el de la suerte. Y a la gente le encanta porque ve cómo quedaría decorado.

¿No sos prejuiciosa a la hora de cambiar de soportes?

–Para nada. De hecho me encanta cambiar y la madera es genial. Pintar sobre madera es muy lindo por su textura, además éstas tienen historia, vidas anteriores. Y además me gusta mucho esto de ofrecer algo que sale de lo seriado y le imprime un toque original a una casa.

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