Por Matías Gigli

Raúl Shakespear lleva cuarenta años trabajando en las artes visuales. Acaba de editar un libro, Cacarear, crónicas de comunicación, con prólogo del publicitario David Ratto. Este espléndido volumen en blanco y negro es la conjunción entre un manual de comunicación de excelente uso para estudiantes y una franca historia de su periplo como diseñador.
En el libro toca temas en donde lo cotidiano y lo popular son motivo de análisis y de argumento para explicar los cruces entre un texto y una imagen. En el libro, Shakespear es grato con quienes le transmitieron su oficio y con los que le posibilitaron desarrollarlo: recuerda en primer lugar haber seguido la huella que su hermano mayor iba dejando delante suyo. Y hace a lo largo de su obra un reconocimiento permanente del trabajo en equipo.
Es que para Raúl el diseño es pura comunicación: marcas, afiches, envases, logos y textos, son los elementos a estudiar y dar forma.
En el libro, marcas y productos tan cotidianos como una gillette o una huevera son materia de estudio, y una botella de litro de aceite Elaion es diseñada con el mismo entusiasmo que una botella de champagne Petigny o Mumm.
Desde sus años mozos en el Di Tella, donde tomó contacto con la luz y el revelado, su camino sigue siendo la imagen. Desde esa época joven, cuando conoció a Les Luthiers, con quienes mantiene su vínculo profesional más antiguo, Shakespear sigue su camino entre letras e imágenes.
La otra relación que aún perdura a lo largo de los años es su encanto por La Boca, un barrio que sigue siendo su “modelo vivo”.
Desde hace diez años, junto con Cecilia Veiga, y sus hijos Victoria y Andrés Shakespear, trabajan en equipo. No es raro, simplemente el estudio Shakespear-Veiga encarna una forma de ver y entender nuestra cotidianidad.