CON NOMBRE PROPIO
La diseñadora y artista Alicia Esquivel presenta con sus alumnas Gabinete Sustentable, una colección de joyas en papel.
› Por Luján Cambariere
Alicia Esquivel es artista visual con formación y amplio currículum en escultura. Además, o sobre todo, es una de esas personalidades batalladoras e inquietas que no tienen compartimientos estancos ni temen frecuentar ni traspasar fronteras. Así, después de haberse formado en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, con Juan Carlos Distéfano en la Cárcova y más tarde viviendo en Italia, haciendo restauración pictórica en Perugia y otros trabajos en Parma, entre otros aprendizajes, amplió su formación estudiando joyería contemporánea. La atrajo el empleo de ciertas herramientas y en su momento del método de la cera perdida, con la que inició el camino y realizó bellas colecciones de accesorios en plata.
Quiso el destino y la conocida coyuntura que el material se volviera poco accesible, por lo que Esquivel decidió trocar materiales y con pasado italiano más consciente del cuidado del planeta (por lo menos en lo formal) recurrió a la ecuación de las “3 R” –reducir, reusar, reciclar– para embarcarse ella y las alumnas de sus talleres en la experimentación y empleo del papel para realizar bellas piezas de joyería contemporánea que exponen hasta el 4 de abril en la muestra Eterno Femenino, de la galería Hoy en el Arte (Juncal 848). Espacio que también alberga las performances de las artistas Luján Funes y Cristina Coll.
–Desde que tengo 17 años me manejé en el mundo del arte. Primero la Pueyrredón, después la Cárcova y luego estudié en Italia restauración pictórica (mi idea era trabajar en Bienes Culturales). Después de una circunstancia personal tuve que volver a armarme. Tenía que conectarme y hacer nueva obra. Escultura era complicado por el espacio y pensé hacer pequeñas obras en cera perdida. Busqué entonces alguien que me diera herramientas para manejar materiales en pequeñas dimensiones y tomé clases de joyería. Aprendí a calar, a soldar, a reconocer piedras. Después me largué a la aventura de la joyería, que al principio funcionó muy bien. Vendía en varios negocios hasta que varios de ellos cerraron. En paralelo, había arrancado a dar clases de dibujo y pintura hace más de diez años, y después, hace siete, de joyería. Pero los costos comenzaron a subir y la cantidad de alumnos no. Hace un tiempo empecé a trabajar con hueso de vaca. Una elección no casual, ya que el taller está arriba de una carnicería y todos los días que iba a trabajar veía el camión con la carga de huesos de descarte, y pensé “cuánto desperdicio...” A los huesos sumé latas, papel, cartones, pensando en hacer arte sustentable y con la idea de fondo de crear un proyecto social. La propuesta que se me ocurrió sería la de crear talleres periféricos y enseñar a usar los residuos de los diferentes entornos urbanos. Una amiga, Marisa Bolotnicoff, se sumó a esta iniciativa y estamos trabajando juntas desde el año pasado. En el taller comencé a mostrar el arte del papel en el mundo y sus posibilidades. No sólo en la joyería, sino es escultura y en instalaciones. Así invité a mis alumnas a formar parte de esta propuesta de gabinete sustentable. Casi todas son profesionales y se iniciaron conmigo en la joyería. Pasaron por este taller algunas escultoras que querían aprender a manejar algunos materiales específicos.
–Viví muchos años en Italia. Mis hijos crecieron con la conciencia de la raccolta differenziata. Con esta responsabilidad, como la del cuidado del agua. Así que cuando el empleo de la plata para joyería se puso poco accesible, se me ocurrió probar alternativas. Elegimos como primer disparador el papel y comenzamos este camino. Al principio, para el grupo, puedo destacar que no fue una tarea fácil encontrarse frente al papel. Fue un desafío pensar en un material que se moja, se puede dañar, quemar... bien distinto al metal. De partida impone límites, pero es a partir de ahí que comienza el desafío. Y la experimentación es como encontrarse frente a un papel en blanco.
–La joyera Laura Morinigo trabajó con papel de embalaje importado; la arquitecta y fotógrafa Marina Medina, con hueveras de cartón; la arquitecta Irene Di Felice utiliza revistas y viejos catálogos de arquitectura que cose a máquina para realizar sus piezas; la química y experta en pigmentos naturales Marisa Bolotnicoff trabaja con módulos utilizando catálogos y revistas; otra arquitecta, Rosana Ridolfi, trabaja con módulos de los saquitos de té con la técnica de origami; la escultora Fedora Fernández y Mayan, con partituras y cera, mientras que yo uso Tetra Pak.
–Entre los materiales acopiados, el papel fue elegido porque sin duda nos pareció el más amigable. Partiendo de la teoría de las “3 R”, el papel es sin duda el más fácil de materializar. Además tiene un atractivo particular para mí, porque es el material que me conecta más directamente con la naturaleza. Se compone de fibras vegetales, es decir de materia orgánica, de elementos que están o han estados vivos. Puede ser cortado, cosido, rasgado, plegado, laminado y produce siempre resultados muy diferentes, es por eso que me encanta como material. A través del concepto papel-joya, se puede lograr la construcción de un objeto que deja de ser un simple adorno de papel y es totalmente re-significado.
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