Sáb 09.05.2015
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La buena memoria

A quien diga que todo está perdido hay que mandarlo al taller de la familia Martineau en Las Cañitas. Un acervo de estilos ornamentales y una capacidad técnica que ya son literalmente únicas, y que se agradecen.

› Por Sergio Kiernan

Hace más de medio siglo, el gran Alejandro Bustillo escribía una justificación por haberle construido a Victoria Ocampo su casa racionalista en Barrio Parque. Al maestro no le parecía suficiente haber creado la mejor casa racionalista jamás hecha, demostrando la elegancia y carácter de ese estilo cuando se le aplicaban las proporciones correctas y se lo pensaba con las reglas del arte. Es que Bustillo se la veía venir y por eso terminó escribiendo una profecía: que el estilo se iba a imponer porque era fácil –o facilongo– y sobre todo porque era más barato que los tradicionales.

En este siglo en que extrañamos el racionalismo como la última escuela con proporciones y pensamiento, tal el horror de lo que se construye hoy, se escucha a menudo la excusa de que no se puede “volver” por falta de materiales, habilidades, oficios y saberes. Esta excusa facilonga –aunque mejor que la dogmática, la que dice que no se puede volver a hacer lo que ya se hizo– es falsa. Es cierto que la construcción simplificada y barata de hoy mató de toda muerte los oficios de yesería, fachadismo y otras complicaciones que los contadores detestan. Pero no es cierto que todo está perdido.

Por algo en el medio de Las Cañitas, a metros del campo de polo en Soldado de la Independencia 544, está Gastón Martineau custodiando una tradición. El que se acerque al lugar verá un viejo edificio con dos galpones a los lados, formando un patio cribado de fuentes, esculturas, máscaras ornamentales y columnas. Quien tenga esa suerte podrá subir al primer piso y encontrarse con una colección de maravillas, los 10.000 moldes y modelos originales de todo tipo de ornamentos. La firma A. Martineau ya va para un siglo y mantiene intacta la tecnología, el buen gusto y el saber del arte aplicado al ornamento arquitectónico.

La historia comienza hace casi exactamente un siglo, cuando Agustín Martineau llega, con 18 años cumplidos, de París. Acompañaba a su padre marmolero, que venía nada menos que a montar las piedras del monumento de los franceses en Plaza Francia, regalo del Centenario medio demorado. La familia se quedó, porque la Europa de 1916 no era un lugar que diera ganas de volverse –las trincheras de Flandes estaban en plena actividad– y porque Argentina explotaba de oportunidades. El joven Agustín estudia escultura en Bellas Artes y comienza a trabajar en una firma de paisanos, Toinon, Pecheux y Mathei, donde aprende las técnicas aplicadas y cómo es el mercado local.

En 1922 abre firma propia, con local en Juncal 1944, y para 1928 se expande a la fábrica de Soldado de la Independencia. Le iba bien, con medalla de plata en la Exposición Comunal de Artes Aplicadas e Industriales organizada por la municipalidad porteña en 1927. Las piezas de este Martineau y de su hijo y continuador pueblan Buenos Aires y Uruguay, se exportaron a Brasil en tiempos clásicos y hasta ornan frentes en Estados Unidos. La Catedral de La Plata, la basílica de San Nicolás de Bari y la maravillosa torta francesa de la estancia Ivry encargaron sus sistemas completos de ornamentos a la firma.

Con la tercera generación al frente, el taller reboza de tesoros colgados de las paredes y de los techos, o reventando estanterías interminables. Hay piezas esculpidas como modelos originales hace un siglo, numerados y anotados con letra elegante, de persona acostumbrada a la pluma cucharita. Las anotaciones usan un vocabulario que se cree académico, con molduras llamadas “buitrago”, “Escocia” o “rondelle”. Los estilos cubren casi los tres mil años de arquitectura que supimos descartar, con mayoría de barroco, académico francés e italianismos diversos, más algunas piezas medievalistas de una elegancia sorprendente. En los muros hay gorgonas, furias, damitas sonrientes, dioses fluviales, júpiters jocosos o severos, y hasta esas señoras misteriosas, medio egipcias o masonas, que fueran las últimas máscaras ornamentales.

También hay sistemas completos de ornamento de interiores, molderías como para construirse un Versalles propio –varios son los originales de Ivry, que fue un Versalles propio– y originales como para cada motivo, estilo o combinación de marquetería de yeso jamás pensada. También hay placas y medallones de raíz romana, con faunos y señoritas púdicas, florones y copones, panoplias de armería a la francesa, de las que intrigan con un carcaj y un hacha. Hay columnas de todo tipo y tamaño, ménsulas enormes o pequeñísimas, incluyendo algunas de líneas rectas y clara influencia Art Déco. Hay Cristos, querubines, últimas cenas, pilas bautismales y crucifijos, entremezclados con suficientes motivos paganos como para poblar de nuevo el Panteón.

Este repositorio hace posible reparar absolutamente todo lo que queda en Buenos Aires, con buena chance de que la pieza que uno lleve sea un original de Martineau. Gastón está perfectamente acostumbrado a la situación, con alguien que está reciclando o restaurando y trae un fragmento de yesería, una marquetería o una ménsula de balcón creada por su padre o su abuelo. Lo que es más raro es el encargo para obra nueva, excepto de clacisistas como Alejandro Moreno y en general para uso rural. Martineau es ahora un gran productor de frentes para chimeneas, incluyendo los moldes para las piezas de hierro fundido, de pavimentos en piedra París que incluyen escaleras y barandas, y todo tipo de elementos de jardín, de esculturas a jardineras, incluyendo fuentes de ensueño.

Lo que hay que agradecer es, además del archivo viviente que significa el acervo de la firma, es la lección de calidad. Comparar estas piezas creadas a partir de originales de primer orden y usando moldes perdidos, de buen yeso, con las piezas que se ven por ahí maltomadas de originales de demolición, maltratados, es aprender, entrenar el ojo. Uno termina entendiendo de dónde vino la belleza exacta de los originales, como termina apreciando que esta fábrica es, literalmente única.

A. Martineau: catálogo en www.armartineau.com.ar. [email protected]

[email protected]

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