OPINIóN
El PRO ganó las PASO de la Ciudad de Buenos Aires con el 47,3 por ciento de los votos. Esta victoria es también la de un modelo político con amplia implantación en nuestra región: el extractivismo. Es una forma de organizar la economía de un país, basada en una alta dependencia de la extracción intensiva de recursos naturales con muy bajo valor agregado. De la mano del PRO ganó también IRSA, la mayor empresa constructora de Argentina, con inversiones en toda Latinoamérica y en otras empresas que se calcula tienen un millón y medio de hectáreas en todo el país. La corporación IRSA posee, sólo en la CABA, 16.250.000 metros cuadrados entre edificios, shoppings y terrenos, equivalente a Belgrano, La Boca y Recoleta. Este tipo de empresas considera el éxito de la ciudad por indicadores como la construcción de metros cuadrados o el aumento de la valuación de los inmuebles. Como toda corporación, IRSA tiene excelente relación con el poder político. El macrismo le da toda clase de facilidades para que construyan y modelen la ciudad a la medida de sus negocios y a expensas de la desaparición de los espacios públicos. Augusto Rodríguez Larreta, hermano del jefe de Gabinete porteño y ganador de las PASO, fue durante más de diez años gerente de Relaciones Institucionales del Grupo IRSA.
A partir de 2007 y de la mano del macrismo, el extractivismo urbano se implantó en la CABA. El abogado ambientalista Enrique Viale sostiene que la especulación inmobiliaria en las ciudades equivale a la megaminería o a la soja transgénica en sitios menos urbanizados. La especulación inmobiliaria provoca desplazamientos de territorio en las ciudades, concentra riqueza, se apropia de lo público y disminuye la cantidad de espacios verdes en nuestra ciudad, una de las más escasas de América latina en esa materia. Y si bien el Gobierno de la Ciudad contabiliza como espacios verdes hasta las macetas y canteros a la hora de presentar sus números, es bien sabido cómo se están reduciendo cada vez más. Mientras en el mundo se demuestra la importancia de los espacios verdes urbanos para la prevención de enfermedades respiratorias por la absorción de gases tóxicos y purificación del aire que realizan los árboles, en la CABA se los destruye para construir edificios y shoppings. Enrique Viale hace también una interesante analogía en la que plantea que IRSA es a la CABA lo que la Barrick Gold es a la cordillera, o lo que Monsanto es al campo. Las consecuencias del extractivismo urbano son sufridas por los habitantes de la ciudad: se impermeabilizan los suelos, se construye y urbaniza irracionalmente y se avanza sobre las superficies absorbentes en áreas urbanas y suburbanas que no las planifica el interés general sino la especulación inmobiliaria a través de los privilegios que le conceden quienes ocupan cargos en el Estado.
Muchas veces, cuando tienen lugar catástrofes ambientales con responsabilidad humana, nos preguntamos con culpa qué mundo les estamos dejando a las próximas generaciones. Si seguimos mirando para otro lado sin asumir nuestras responsabilidades y no intentamos detener el avance del extractivismo urbano, construyendo otro sentido de lo público, pronto empezaremos a preguntarnos también qué ciudades les estamos dejando a las generaciones venideras.
* Doctor en Ciencias Biológicas.
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