El gabinete de Larreta muestra que el estilo de gobierno no cambia. Y un proyecto de ley, cómo se administrarán ciertos negocios.
› Por Sergio Kiernan
Horacio Rodríguez Larreta presentó este jueves su gabinete y dejó en claro el viejo dicho norteamericano de que nada es tan exitoso como el éxito. Habiendo ganado las elecciones y habiendo participado de la ola amarilla, Larreta premió a varios funcionarios que se dedicaron al negocio inmobiliario o al menos se hicieron los distraídos con los que se dedicaban a ese negocio. Y también, muy esperablemente, premió al funcionario que hizo caja para las elecciones con obras públicas manejadas directamente desde su Jefatura de Gabinete y pagadas a precios de asombro. Tanto hablar de la corrupción ajena...
La primera novedad relevante para el patrimonio y el futuro material de esta ciudad es que Daniel Chain ya no será ministro de Desarrollo. El altivo funcionario no fue omitido por su permisividad hacia la piqueta, ni mucho menos, sino por la clásica razón de haber perdido una interna. Se va sin que lo critiquen, como se despide a los que pusieron mal las fichas, cosas que pasan. Su reemplazo en el Ministerio del Miedo es Franco Moccia, un funcionario de íntima confianza de Larreta y poco conocido. Moccia fue hasta ahora subsecretario de Planeamiento y Control de Gestión, dependía directamente del jefe de Gabinete y creó el “medidor” de gestión. Lo que hacía Moccia era controlar que las obras se hicieran a tiempo aunque, viendo los resultados de tanto asfalto mal hecho, no que se hicieran bien.
Moccia tiene un perfil PRO de pura agua porque es un ejecutivo de carrera que entró a la política apenas en 2010. Antes estuvo en Techint y por veinte años en el Citibank, con destinos internacionales y estudios en Estados Unidos. Es un misterio si considera el ministerio un premio, porque ya desde el año pasado se hablaba de él como el futuro jefe de Gabinete de Larreta, cosa que no ocurrió. Tampoco se le conoce la menor sensibilidad hacia el patrimonio, la historia o la preservación.
El que sí que recibió un premio es Eduardo Macchiavelli, secretario de Atención Ciudadana y ahora ministro de Espacio Verde y Medio Ambiente. La secretaría de Macchiavelli es el famoso invento chino que se usó primero para recortarles poderes a las comunas y luego para hacer obras públicas fuera de organigrama y a precios llamativos, sobre todo en épocas de campaña. Ahora el funcionario tendrá ministerio propio para seguir haciendo obras.
Pese a que el PRO se define como la antipolítica y vive discurseando sobre las malas mañas de los otros, respeta ciertas tradiciones de la política. Por ejemplo, la de mandar un aluvión de proyectos de ley a la Legislatura justo antes de que terminen las sesiones. Esto se hace en diciembre por varias razones, pero una muy importante es “pasar” cosas en el paquete que no conviene discutir demasiado o, dios lo prohíba, debatir en audiencias públicas.
Uno llamativo es el que busca crear la Corporación Metropolitana Sociedad del Estado para “llevar adelante políticas de fomento que integren y mejoren la gestión urbana” de la ciudad. Esta ambigüedad comienza a aclararse en el artículo tres del proyecto, cuando se explica que la Corporación va a “coadyuvar” a otras dependencias en “profundizar la política de distritos para el desarrollo de emprendedorismo, innovación e industrias creativas”.
Esto de los distritos es un buen negocio de marketing inmobiliario, cosa comprobable con la menor búsqueda de departamentos o propiedades en una zona afectada. Confundiendo desarrollo con especulación y gentrificación, el macrismo considera un éxito esta política porque los precios subieron, aunque francamente es difícil distinguir un distrito del resto del barrio por cualquier otra cosa.
La ley en cuestión ambplía el negocio y afirma la tendencia, dándole a esta Corporación poderes para intervenir en el transporte público, coordinar con inversores privados, promover proyectos de infraestructura vial, educativa o de salud, y “colaborar” en modernizar el parque industrial. Para pagar todo esto se crea también un Fondo de Desarrollo Metropolitano, a financiar con partidas presupuestarias porteñas y de la Nación.
Pero lo más llamativo del proyecto es que la Corporación recibe una serie de inmuebles que le son cedidos por la Ciudad. La lista incluye la sede de la Comuna 1 en Uruguay y Viamonte, la sede del Cemic en Las Heras y Melo, tres parcelas en Puerto Madero, un par en San Telmo, unos cuantos por el Centro y uno muy grande en la otra cuadra del Mercado de Dorrego. De hecho, el proyecto autoriza a la Corporación a vender algunos de estos terrenos o inmuebles. Sin embargo, esto no es nada frente a las dos joyitas que le dan, el Tiro Federal y el Centro Cultural Recoleta. En propiedad... Estos dos últimos edificios son, en orden creciente, los más recientes curretes preelectorales, un proyecto para descalabrar un monumento histórico nacional en nombre de la tecnología, y una simple privatización para darle el gusto a un shopping. Evidentemente, uno de los objetivos de esta Corporación indefinible es encargarse de negocios como éstos.
No es que el proyecto de ley admita esto, por supuesto. El terreno sobre Dorrego se destinará a un Centro Metropolitano Audiovisual, de 8000 metros cuadrados y con un espacio público de 2500 o más, un cuartito de manzana. En cambio, el asunto es bastante más explícito en el caso del Tiro Federal. Resulta que la Ciudad dividió la enorme manzana en tres parcelas. Una, la que da sobre Libertador y ahora tiene canchas de tenis, se va a vender y listo. Con el dinero de la “enajenación”, la Corporación tiene que crear el famoso Parque de la Innovación de la CABA en la parcela C, donde hoy se tira al blanco. La parcela restante le queda al Tiro, aunque su edificio (también monumento histórico nacional) quede encajonado entre nuevos emprendimientos. La repartija es notable: 15.560 metros se venden, 32.000 se mantienen para el club de tiro y 120.000 se usan para el Parque de la Innovación.
Un detalle alarmante es que el proyecto manda que de lo que se construya allí, la Ciudad retenga en propiedad 50.000 metros cuadrados. ¿Y el resto? No es un detalle, porque el mandato es que la Coproración debe construir en ese lugar “un mínimo” de 120.000 metros cuadrados, con lo que de movida el Estado porteño quedaría en minoría. Los metros resultantes se deberán usar en crear institutos terciarios, incubadoras de emprendedorismo, laboratorios de investigación, auditorios, museo, biblioteca local, residencias de estudiantes y locales, por supuesto. El Tiro Federal, en cambio, tiene 30 años para mudarse del pedacito que le dejaron, pero tiene que dejar el resto en un máximo de seis meses. Como para endulzarlos o para negociar mejor, la Corporación queda autorizada a “gestionarles” una nueva sede.
Como se sabe, el concepto de patrimonio es esencialmente relativo porque es una expresión de lo propio, para bien o para mal. En los años en que este suplemento viene batallando con estos temas no faltó, ni mucho menos, algún tilingo que dijo que “a esto en Francia ni lo mirarían”. Hubo que recordarle que no estamos en Francia y que por aquí miramos ciertas cosas y mucho porque son nuestras. Desde esta idea es que Fernando Cocchi publicó la biografía de Antonio Magliano, el artista de Los Toldos.
Magliano nació argentino, en Alberti y en 1886, y según parece hacia 1917 se afincó en Los Toldos como pintor, dibujante, ilustrador, ebanista, carrocero, diseñador de cartelerías comerciales y muralista. La lista muestra la manera en que un artista se ganaba la vida en un pueblo, una mezcla de oficios afines para parar la olla y vida artística en sí. El libro recoge todas estas facetas en una investigación más que completa que mezcla originales de cartelería y etiquetas con el trabajo más visto de Magliano, el enorme panel con la eucaristía que sirvió de telón de fondo al Congreso Eucarístico de 1934 en la Capital.
Además de los archivos familiares y museos bonaerenses, Los Toldos guarda algunas piezas muy lindas de Magliano, en particular los murales que hizo para varias casas de familia. Es un tesoro que la localidad todavía mantenga esos edificios y los mantenga así, con su ornamento de antaño. Lo mismo ocurre con la Sociedad Española local, que guarda una alegoría patriótica intacta y muy bonita.
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