Sáb 17.04.2004
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3 arquitectos que dibujan

› Por Matías Gigli

En la torre de agua del Marq se exponen –uno en cada piso– los dibujos, escritos y libros de tres arquitectos: Horacio Sardín, Cacho Soler y Alberto Bellucci. Cada uno en su estilo representan posiciones diversas de ver la arquitectura y el mundo.
Cacho Soler es un verdadero intérprete, que con gran maestría logra volcar al papel lo que muchos arquitectos piensan sólo en planta. Cuando llega el momento de materializar ideas e imágenes, ahí está desde hace treinta años poniendo fuerza en el dibujo. Su piso en el Marq lo representa perfectamente: es un abarrotamiento de dibujos, una muestra de largo aliento, de fuerza y entusiasmo en nuevos proyectos. Hay trabajos de su época de estudiante, en los que se encontró mezclado entre los grandes cuando todavía era un pibe, y de su primera época como arquitecto independiente, que lo encontraba en plenitud en cada concurso. Grandes perspectivas como las del Centro Cívico de Olavarría, el edificio para el Banco Hipotecario Nacional en Mar del Plata o el Centro Nacional Patagónico marcaron la década del setenta. Ya en ésta década, el edificio DaimlerChrysler en una espléndida perspectiva en blanco y negro.
Alberto Bellucci es otra cosa: sobre una realidad se permite detenerse y pensar. Sus dibujos lo ayudan a entender realidades ya materializadas. De esa manera volcó en el papel viajes y vivencias de ciudades, geografías y arquitecturas. En su libro Dibujando Argentina, de reciente edición, recorre con su mirada todo un país. En la muestra exhibe las notas de viaje que se dio el tiempo y la perseverancia de materializar como apuntes de quien viaja para aprehender diferentes realidades y culturas: Córdoba, Tucumán, Buenos Aires, los glaciares en Santa Cruz.
Horacio Sardín presenta en la muestra su libro Homo urbanicus-Homo naturalis. El libro ronda la palabra anarquía. Desde el prólogo, Miguel Angel Roca dirige unas líneas y las titula “Elogio de la utopía” y lo entiende como propietario de un mundo utópico no como el no-lugar latino (outopos) sino como el buen lugar griego (eutopos), construyendo un orden de lo deseable y soñable. Tal vez por esa razón, la de no conformarse con lo que es dado, sino por otro camino distinto sea la explicación de por qué Horacio eligió el sótano del Marq para mostrar sus escritos y sus dibujos.
Esta situación de vivir en la utopía que enmarca el horizonte de Sardín lo diferencia de Soler –visionario de una nueva realidad palpable– y de Bellucci –incansable admirador de lo ya hecho–. Tres arquitectos que miran al mundo de tres maneras diversas.

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