Sáb 05.02.2005
m2

Mejor de a dos

Fretto-Mejías, Mitchell-Colomer, Galeano-Poggi. Binomios que ganan terreno en la arena del diseño local e indican que la creatividad parece fluir mejor cuando se comparte.

› Por Luján Cambariere

Los ejemplos de duplas creativas que avanzan con nuevos productos, ganan concursos o sobresalen en ferias y exposiciones, parecen indicar que la del dúo es una ecuación que cierra. Estos dúos creativos rondan los treinta y pico, se conocieron en la facultad, comparten esfuerzos, afrontan problemas, debaten criterios pero, por sobre todas las cosas, eligen compartir el camino del proyecto juntos.

Fretto-Mejías

Hernán Fretto y Damián Mejías se conocieron cursando la carrera de diseño industrial en la Universidad de Buenos Aires. Se hicieron muy amigos y comparten, podría decirse, el hito o emblema de haberse recibido –dar la última materia de la facultad– ese fatídico diciembre del 2001, con el helicóptero de De la Rúa sobrevolando sus cabezas. Hasta entonces eran compañeros, pero no habían trabajado juntos. Fue recién un concurso para la empresa de calefactores Rheem en el 2002 lo que los une.

Fretto había ganado el Concurso de Diseño Natán 2001 con un bebedero público y lo veía posible. Los dos hicieron la Especialización en Diseño de Mobiliario en la UBA (DIMO) y estaban en la misma sintonía. De ahí se sucedieron los premios: al segundo premio en Rheem, la tercera mención del Primer Concurso de Diseño Santorini “Sentando bases” con la silla Lámina (2002), el primer premio categoría sofá en el Segundo Concurso Nacional de Diseño Santorini con la familia Optima (2003), el primer premio en el Concurso Nacional de Diseño de Productos en PVC-Inflate con el contenedor térmico para líquidos inflable Bottly (2004), entre otros. Pero sobre todo encargos de empresas como Santorini, Tecno, Easy o Team Fierro, que producen y comercializan sus productos.

–¿Cuándo nace la sociedad?

H. F.: –Primero empezamos a trabajar informalmente, cuando salíamos de nuestros respectivos trabajos, a la tarde, que se hacían las diez o doce de la noche. Hasta que decidimos renunciar, ponernos de lleno con lo propio y la verdad, la sociedad como tal se armó hace dos meses. Es que fueron viniendo los distintos concursos, pero sobre todo la confianza que nos daba que las empresas quisieran producir y comercializar nuestros productos. Santorini fue un ejemplo. Hasta entonces sus productos eran más bien en madera. Nosotros elegimos concursar con otro material. Hicimos una silla Lámina, íntegramente resuelta en aluminio. Fue una jugada para acceder a un nicho más masivo –restaurantes, patios de comidas, exteriores– y salió bien. Es una carcaza que se estampa como el guardabarros de un auto. La primera tirada fue de 600 y ahora llevan vendidas 3000.

D. M.: –Hernán viajó a España a la feria del mueble de Valencia por el concurso de Natán. Ahí conoce a Alberto Lievore (diseñador argentino radicado en Barcelona y todo un referente del diseño mundial) y su consejo fue muy importante para nosotros.

H. F.: –Me habían hablado muy bien de él. Me recibió después de su horario laboral y nos quedamos como dos horas y media reunidos. Vio nuestros trabajos, le comenté que estábamos arrancando. Me contó toda su experiencia en Argentina e hizo algo muy generoso: me dijo cuáles eran sus políticas de trabajo con los clientes y proveedores. Cómo vende los proyectos, cómo es la organización de su estudio. Consejos fundamentales que nos clarificaron mucho. A la vez quedó asombrado de que en nuestropaís se estuviera dando cierta inversión en tecnología sobre todo con la Lámina. No podía creer que se estuviera estampando una silla en la Argentina.

D. M.: –Antes, la realidad o mentalidad era que si querías trabajar te tenías que ir afuera. A nosotros no nos gustaba la idea pero sabíamos que si queríamos hacer producto eso iba a suceder. Pero, por suerte, las cosas se fueron dando de otra manera.

–¿A qué atribuyen su éxito?

H. F.: –Una clave es que siempre nos interesó la resolución del producto al detalle, la tecnología y siempre se abordó de forma muy seria. Siempre hablamos de que en la facultad se da un salto muy grande en cuarto año cuando dejás de diseñar en papel y empezás a encarar los prototipos. En ese período se ve el salto de los diseñadores. Algunos que vienen bien perfilados se caen al momento de resolver tecnológicamente el producto y nosotros llevábamos ventaja porque los dos teníamos conocimientos previos de nuestros padres y de la escuela técnica. Los dos teníamos un taller en el fondo de nuestras casas.

–¿Qué hace cada uno en la dupla?

H. F.: –Hacemos todo juntos. Después cada uno tiene cosas que realiza mejor. Damián es supertécnico. Por ahí yo tiro ideas de producto, conceptos, pero como él tiene mucha formación técnica, sabe mucho de matricería, vislumbra rápidamente si es factible o no.

D. M.: –Lo que es bueno de la dupla para el cliente es que el producto se lleva totalmente resuelto. También lo que tiene trabajar de a dos es que tenés una visión más crítica. Eso nos pasa mucho, sobre todo al bocetar.

–¿Qué hay que dejar de lado cuando son dos, el ego, el individualismo.?

D. M.: –Sobre todo hay que tener mucho respeto.

H. F.: –Y confianza. Por ejemplo yo del fondo del estudio no tengo idea de cuánto dinero hay. Como Damían es más ordenado lleva los números y eso me da tranquilidad.

–¿Después de recibirse en ese trágico día, un saldo más que positivo?

D. M.: –Sí, la meta es seguir brindando nuestros servicios de diseño y desarrollo de producto como hasta ahora.

H. F.: –Tal vez de afuera se pueda ver como rápido nuestro crecimiento, pero nosotros lo vemos lento. En el día a día hay tiempos que no se pueden apurar, pero está bien que así sea. Es una apuesta arriesgada pero vale la pena. Vuelvo a Lievore. El nos alentó mucho con sus consejos, a arriesgarnos y a adoptar una disciplina de trabajo. Y en eso estamos.

Mitchell-Colomer

Luis Mitchell y Enrique Colomer también se conocieron en la facultad. El primer trabajo juntos fue el reciclaje de una casa que después, y por unos años, se convirtió en su propio taller, ya que canjearon el trabajo por el alquiler. En esa vivienda surgieron las primeras necesidades de producto. Tiradores para puertas más originales para los que crearon los propios en resina que después devinieron en una familia con otras piezas como percheros. Corría el 2000, hicieron otras piezas –mesas y lámparas– y accesorios para baño. Enseguida pensaron en hacer objetos más masivos. De esa inquietud nació la línea de jabones artesanales Fruto con forma de cítricos en glicerina y coco con su jabonera. Vendieron muchos y se animaron con nuevos productos y nuevos materiales. Así nació el Sapo Comilón, un juguete en goma eva termoformada, un revival del viejo juego pero para agua. Lo vendieron en numerosas ferias y lo distribuyeron en jugueterías. Ahora es el turno del Coco Ahorro, un simpático cocodrilo alcancía, pero sobre todo de nuevas apuestas de la dupla.

–¿Quién hace qué?

L. M.: –Los dos hacemos todo. Nos vemos todos los días, compartimos todas las decisiones. Es como un matrimonio. Cuando uno está mal, el otro lo levanta. Y a la inversa.

–¿Por qué eligieron ser una dupla?

E. C.: –Para el diseño es bueno porque a veces uno solo no puede estar en todo: diseñar, comercializar, cobrar. Aunque tampoco podemos ser tres. Ya lo comprobamos. Demasiada gente con la que discutir todo tampoco nos sirve. Dos está perfecto.

–¿Qué fueron aprendiendo en este tiempo?

L. M.: –Enrique es mucho más organizado que yo en cuanto a números y papeles. Yo soy muy despelotado y estoy tranquilo con él.

E. C.: –Igual todo lleva nuestro sello. Es un ida y vuelta. Nos complementamos bien.

–¿Suma el que sean amigos?

L. M.: –Suma y resta, depende. Pero ciertamente ayuda a la convivencia. Realmente somos una pareja estable.

E. C.: –No tenemos muchos roces.

L. M.: –Y los trapos sucios se lavan dentro de casa. Pero hablando en serio, es muy difícil para un diseñador que se dedica a hacer todo, hacerlo todo solo. Buscar proveedores, diseñar, vender lo que hace, lograr que te paguen. Entonces el trabajo se reparte y uno puede desarrollarse mejor.

–¿A futuro?

L. M.: –Buscamos seguir creciendo. Tener una gama cada vez más amplia de productos y una red más fuerte de comercialización.

E. C.: –Del sapo y el cocodrilo en goma eva, que es una producción seriada. Queremos saltar a otra de mayor volumen. Dejar la resina para dar el salto a piezas inyectadas. Va a ser una gran apuesta pero lo vemos posible y así paso a paso vamos creciendo.

–¿Siempre creyeron en el binomio?

L. M.: –Este es el camino en el que vamos y nos sentimos más cómodos. Autogestionando todo. Entre nosotros existe mucho respeto y amistad y las cosas funcionan. De hecho ahora tenemos planes para formar una especie de cooperativa con otros diseñadores. Es una meta, aunque la única duda es si todos pondrán lo suyo para la meta en común como lo hacemos nosotros en esta dupla.

Galeano-Poggi

Por último, esta pareja también se conoció en la facultad (arquitectura de la Universidad de La Plata) pero en ellos primó el amor. Francisco Poggi flechó a Carolina Galeano, se casaron y recién el nacimiento de su primer hijo (Franco, de seis años) fue la oportunidad para ponerse a trabajar juntos. ¿La excusa? La cuna de Franco. Así nació Baby Box, una pieza transportable que troca en caja de juguetes. Con ese primer producto se presentaron en la feria Puro Diseño. En diciembre del 2003 se presentan al concurso de la revista Metropolis, sponsor de la muestra ICFF de Nueva York, y salieron seleccionados como el mejor producto con lo que este año cuentan con espacio propio para mostrar la cuna y otras piezas de su haber.

–¿Qué cualidades ostenta cada uno?

F. P.: –Ella es mucho más emprendedora y confiada.

C. G.: –Siempre supe que teníamos un buen producto. Lo intuía y por eso le di para adelante. Cuando nos presentamos al concurso de ICFF, los mails no llegaban pero yo, lejos de desanimarme, guardaba más esperanzas hasta que por fin llegó el aviso en el que nos comunicaban que habíamos sido seleccionados.

F. P.: –Ahí nos dimos cuenta de que era un nuevo camino que podíamos emprender: crear una firma de diseño que llevara nuestro nombre y sumar año a año nuevas ideas.

–¿Con esa certeza partieron a Estados Unidos?

F. P.: –Sí, pero al principio fue todo una odisea. Porque nos seleccionaron para participar en la feria, pero cuando supieron el costo del transporte de la cuna nos decían que no podían afrontarlo. Así que fue de nuevo una apuesta personal partir. Pero fue una gran oportunidad. Estando allá ganamos el premio al mejor producto y en esta muestra de mayo del 2005 contamos con un stand propio de diez m2 gratis.

C. G.: –Ahí reafirmamos lo interesante de nuestro producto y nos dimos cuenta de que debíamos ir por más porque todos nos asociaban sólo con la Baby Box. Así nació la familia de lámparas Dimer. Después el banco Stool que presentamos en el concurso de Siderar y el juego en Malba Niños.

–¿Cómo se reparten el trabajo?

C. G.: –A los dos nos gusta hacer todo. Estar en la idea, el proyecto y en cada detalle.

F. P.: –El proceso lo hacés de a dos. Cuando te ponés a crear algo, hay una primera etapa que es la más difícil cuando no tenés nada y vas desarrollando la idea. Hay un proceso en el que te vas cuestionando, discutís y llegás a algo nuevo. Lo que tiene de bueno o de malo el además ser pareja es que no te desconectás jamás. Por ahí vas en el auto hablando y los chicos te quieren matar.

–¿Y lo positivo?

C. G.: –Compartir ese proceso de la idea al producto es muy lindo.

–¿Ser pareja ayuda?

C. G.: –Lo que tiene de bueno es que a veces te planteás cosas que si el otro no está involucrado en eso seguro se hace más difícil. Por ejemplo: gastar determinada plata para ir a una feria o para hacer un prototipo.

F. P.: –Al compartir ideales sabés que son apuestas a largo plazo.

–¿Por qué creen que funcionan las duplas creativas?

F. P.: –El otro te pone el contrapunto. Igual tiene que haber mucha confianza y respeto mutuo.

C. G.: –El proceso es el debate. Siempre tener a otro para poder confrontar es bueno. Y mucho mejor si estás en la misma sintonía porque los dos tiran para el mismo lado. Siempre es interesante el proceso. La forma del hacer.

–¿A futuro?

F. P.: –Ahora nos presentamos en un concurso de diseño de puertas de interiores en Europa. En realidad sentimos que recién empezamos y que le tenemos que dar para adelante

* Fretto-Mejías: 4793-7874, www.frettomejias.com.ar
* Mitchell-Colomer: 4572-3457, www.mitchell-colomer.com
* Galeano-Poggi: 0221-427-4169, www.galeanopoggi.com.ar

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux