Un libro cuenta las reparaciones de bares notables que realizó la ciudad. Y otro hace un recorrido turístico por esquinas porteñas.
› Por Sergio Kiernan
Para conservar el patrimonio hay dos grandes herramientas. Una es la ley, aplicada con rigor, coherencia y flexibilidad. La otra es el cariñito que los dueños del patrimonio –los dueños por escritura y los dueños por vivir en la ciudad– le demuestren. El gobierno porteño tiene ya unos años haciendo un buen trabajo en cimentar la segunda herramienta, con buenos resultados que son inversamente proporcionales a la falta patética, terminal, de leyes que detengan la piqueta.
Uno de los programas más simpáticos e inteligentes fue el de Cafés y Bares Notables de Buenos Aires, que tomó un ámbito naturalmente querible y muy usado por todo tipo de personas todos los días. Este programa le dio la medalla a un conjunto de bares que van del feca más proletario a palacios como la Ideal o el Tortoni, con todo tipo de intermedios. El primer resultado fue valorizar la misma antigüedad de los bares, felicitando a sus dueños –en algunos casos, asombrados, en otros encantados– por haberlos preservado. El diploma sirvió también para darle chapa de “especial” al bar, convocando más clientes.
Esta es la parte más conocida de un programa en que la Secretaría de Cultura porteña ayudó a poner físicamente en valor a varios de estos cafés y bares. La secretaría, junto a su Dirección General de Patrimonio y a la comisión específica del tema, acaban de publicar un libro con la historia de la recuperación de bares entre 2002 y 2004.
Son trece lugares: el bar de los hermanos Cao, el Oviedo, el Seddon “nuevo”, el Británico, el García, el Gato Negro, la Ideal, el Progreso, el La Coruña, el La Embajada, el Miramar, el 12 de Octubre y los 36 Billares. Cada uno tiene un capítulo con fotos viejas, planos, dibujos, un poco de historia y una descripción de los trabajos realizados con apoyo de la ciudad. Así, el bar de los Cao tuvo un entrepiso restaurado donde sus bovedillas ya se caían. El Oviedo, insólitamente, recuperó el poste de su palenque, el “parking” de sus tiempos inaugurales. El Seddon recuperó sus carpinterías de madera, el Británico sus cielorrasos y su querida barra y paredes de madera, y el García sus fachadas.
El coqueto Gato Negro de la avenida Corrientes luce ahora muros interiores y cielorrasos impecables, el Progreso fachadas a nuevo, además de herrajes y espejos replateados, y el La Coruña, del mercado de San Telmo, boisserie, exhibidores y barra recuperados. El encantador La Embajada recibió arreglos en una bovedilla en crisis, el Miramar luce boisserie, muebles y barra restaurados, lo que incluye muchos metros de maderas que andaban tristes recubiertas con fórmica, y el 12 de Octubre recibió una fachada nueva, hasta con sus malísimos murales, además de exhibidores y maderas recuperadas.
Hay dos capítulos especiales en este libro. Uno es el de los 36 Billares, que hoy brilla en la Avenida de Mayo después de recibir una restauración a fondo que lo hace lucir como nuevo, con todos sus muchos detalles decorativos a pleno. Es una verdadera sorpresa entrar a ese bar tan familiar y descubrirle marqueterías decorativas, con dibujos vegetales, en columnas que uno siempre vio ennegrecidas por los años.
El otro capítulo es, por supuesto, el de la Ideal, una de las naves insignia de los bares notables. La confitería de la calle Suipacha luce a nuevo sus baldaquinos de vitralería en el exterior y también los del interior de las vidrieras, recuperó molduras en sus cielorrasos, tiene instalaciones eléctricas nuevas, y muestra el brillo de sus bronces en lámparas y herrajes, además de esas increíbles vitrinas donde se exhiben masitas. La Ideal es un bar de un lujo por lo alto, que los memoriosos recuerdan como uno de los hitos de esta ciudad. Este lujo se tenía que adivinar bajo el gris del abandono y la falta de mantenimiento, los vitrales partidos y oscuros, las molduras agrietadas. La confitería hoy muestra parte de sus glorias pasadas: toneladas de bronces refulgentes, vitrales íntegros y luminosos, decoraciones nítidas.
Otro libro sobre la ciudad que acaba de editarse es Esquinas de Buenos Aires, de Ediciones B, que reúne una serie de fotos de Henry von Wartenberg con pequeños textos de Pablo Vaca. Es un libro-souvenir, en castellano e inglés, de esos pensados y producidos para ser recuerdos de viaje pero a bajo costo, pero con algunas disparadas interesantes. En la tapa uno encuentra Caminito, y adentro lugares de cajón como el Hotel Alvear, La Biela o la embajada de Francia. Pero también están cosas menos transitadas como el Cervantes, el bar La Paz, la gloriosa esquina curva del Hipódromo, el Palacio Atucha, el Museo Sarmiento, o el encantador bar Los Galgos de Callao y Lavalle.
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