PROYECTO PARA LA SEDE DE SANTIAGO DEL ESTERO. EL CORTE MUESTRA LAS AGUAS DE LA CUBIERTA, LA CISTERNA SUBTERRANEA Y EL ESPACIO ENTRE TECHO Y CUBIERTAS INTERNAS.
Sustentables
Una entrevista sobre un tipo de arquitectura con requerimientos particulares: la de los Parques Nacionales, donde la sustentabilidad y la integración con la naturaleza y el entorno es regla. Como debería ser en tantos otros casos.
Por Matías Gigli
¿Es posible transitar un camino en el cual la arquitectura conviva con el clima y la naturaleza? Esa armonía se ha roto y la arquitectura no es la excepción. Lo vivimos a diario y las ciudades modernas son el fiel testimonio de ello. El esfuerzo por generar propuestas que no sigan distorsionando el medio ambiente son la clave.
En un último piso frente a Plaza San Martín, con los ojos a la altura de añosas tipas y palmeras, el equipo de arquitectos de Parques Nacionales trabaja para eso. Uno de ellos es Daniel Miranda, de larga trayectoria como docente y proyectista, que apuesta desde Parques Nacionales a buscar una arquitectura lógica, sustentable y con un alto nivel de coherencia frente a exigencias técnicas, económicas y sobre todo ambientales.
Es una tarea difícil, comenta, porque cada parque tiene un clima distinto, una geografía que hay que considerar. Además, “intentamos tener una coherencia institucional que encuentre lazos en común entre nuestros edificios. Buscamos una arquitectura construida con materiales del lugar, sin agredir el entorno.”
La evocación de la figura de Alejandro Bustillo es inmediata por su vinculación a épocas de gloria para Parques Nacionales que produjeron el Centro Cívico de Bariloche, el Hotel Llao Llao y otras tantas intervenciones que marcaron toda una época y un modo de construir buena arquitectura. Hoy, con muchos menos recursos, esos ejemplos paradigmáticos con sesenta años de antigüedad siguen identificando a la institución.
¿Cuál debería ser la nueva arquitectura de Parques Nacionales? ¿Seguir con esa imagen? “El problema no es tan simple, Bustillo intervino en el sur, en Bariloche, y actualmente existen parques a lo largo de todo nuestro país y con una diversidad bioclimática muy grande.”
Un caso. Santiago del Estero, Parque Nacional Copo, que en su origen fue una reserva provincial, es el último monte de quebrachos que se mantiene en buenas condiciones. Como carece de infraestructura, se está proyectando el edificio para el guardaparques.
Los problemas son múltiples, pero uno de los más notables es que seis meses al año la zona tiene lluvias constantes, seguidas de seis meses de sequía total. Las napas no son una solución porque sufren una contaminación natural y no se puede beber el agua. La solución de los arquitectos fue sencilla y efectiva: la vivienda de guardaparques y centro de atención al público tiene un sobretecho a cuatro aguas, de chapas y con pendientes hacia adentro. El edificio de circulación longitudinal fue provisto de un pozo cisterna que almacena el agua llovida para el medio año de sequía. Sin redes de servicios –ni agua, ni electricidad, ni gas– la construcción debe autosustentarse.
El recurso a los materiales del lugar se torna imprescindible. El proyecto armado debajo del sobretecho de chapas utiliza en gran medida la madera del lugar. Los locales a la sombra del gran techo, están vinculados entre sí a través de circulaciones de madera sobreelevadas. Sombras, aire que circula por debajo del semicubierto, pisos que se despegan de la topografía del lugar, son las estrategias constructivas que se han adoptado para lograr una arquitectura apta para el monte de quebrachos y su clima más que riguroso.
Otro ejemplo, esta vez en la provincia de Córdoba: la Quebrada del Condorito. Rodeado de sierras, se está proyectando el centro de información al visitante y las viviendas para los guardaparques. El clima es otro, los requerimientos también. Allí la piedra del lugar es la respuesta acertada. La valoración del bioclima traerá además una solución arquitectónica acorde al sitio. El gran aporte de energía que significa construir muros gruesos que mantengan el calor acumulado durante el día y lo transfieran por la noche, es el premio por tomar el material de lazona. “Se debe pensar en soluciones simples y efectivas: la búsqueda no debe ser formal,” define Miranda. “Se trata de proyectar una arquitectura que traiga consigo sombras, brisas, luz e inercia térmica.”
Después de tanto tiempo de ignorar el entorno y las condiciones locales, existen los antecedentes necesarios para recuperar esa tecnología de lo apropiado, basta recordar arquitectos de la talla de Eduardo Sacriste y Wladimiro Acosta. La senda ya está marcada, basta con seguirla.