CON NOMBRE PROPIO
Con la etiqueta de ropa de cama y accesorios, Amada, un grupo de mujeres, da nuevo status al bordado y a los vínculos que tejen entre ellas reunidas en torno del trabajo.
› Por Luján Cambariere
Rescatar el oficio de bordar es parte fundante de la cuestión y eso se nota desde que uno pisa el taller. En un ambiente níveo, los hilos sueltos o en carretes son los grandes protagonistas. Colgados en la pared, enmarcados o en frascos de vidrio cual tentadoras golosinas fascinan por la calidez de sus colores –rojos, turquesas, amarillos, verdes y violetas–. Aunque es sobre los más bellos textiles donde a través de curvas zigzagueantes, círculos, cuentas, borlas o pompones aplicados en dosis justas se aprecia la alquimia entre técnicas ancestrales y formas contemporáneas. Todo tipo de sábanas (desde moisés a una bolsa de dormir de una y dos plazas), mantas, edredones, pies de camas, camisones, manteles, caminos, individuales y accesorios (collares, pulseras, gargantillas, prendedores, sombreros y bolsos) donde se nota el virtuosismo de las manos.
Paula Castillo y Fabiana Yanún se conocían de la época en que una era productora de modas y la otra maquilladora y trabajaban en dupla para revistas varias. Castillo, que heredó el amor por el bordado de su madre, fue la que insistió –después de un elegido exilio en el campo dedicada a la maternidad– para empezar a experimentar en una colección de ropa de cama con sello propio. “Mi mamá bordó toda la vida, así que en la dulce espera en el campo empecé a bordar. Básicamente las sábanas que tenía en casa, porque lo cierto es que cuando viajaba haciendo producciones siempre me traía ropa de cama, un segmento que quizás no tiene mucho status por acá”, detalla, y que ellas intentan revertir desde la etiqueta Amada. “Lo primero que hicimos –cuenta Castillo– fue poner avisos en el diario. Así apareció Elisa, nuestra primera bordadora. Una jovencita de piercing en la nariz que desmitificó un poco la creencia del oficio en extinción. Lo primero que buscamos fue bordadoras y esto sigue siendo el eje de toda la colección, que pasa por la intervención manual. Nos llevó un año armar el grupo de trabajo que tenemos hoy. Catorce mujeres en total entre bordadoras, tejedoras, modistas, que vale aclarar nunca habían trabajado en un taller”, señala.
Mujeres que cuando se juntan en torno de la mesa de corte van tejiendo distintas historias. “Lo lindo del trabajo en equipo es que ya empezamos a sumar ricas anécdotas de vida. La que llegó con problemas de salud y gracias al trabajo los pudo empezar a atender, la que plantó todo y se fue a vivir al medio de la nada en el campo y viene una vez cada quince días para llevarse el trabajo. O las que empiezan a capacitarse en labores complementarias como el trabajo en fieltro. Hay mucho amor en este encuentro.”
La intervención manual y las texturas nobles son la condición. Algodones peruanos y de la India, seda salvaje, alpaca, terciopelos, linos belgas, fieltro, bordados en hilo de algodón o seda. “Y acá se abre otro tema fundamental porque las telas nobles hacen lo que quieren. En general son muy particulares. Deliciosas pero caprichosas. No hay dos teñidos iguales. Lavás el mismo lino y se comporta distinto. Pero ahí radica su magia.” Así, explica Castillo, la intención fue tomar el know-how de las bordadoras para aplicarlo en diseños contemporáneos. “Ojo. No el de la abuela inglesa sino el de las étnicas.” Un puente del oficio a la modernidad.
¿Cómo competir con lo industrial? “Es difícil. A raíz de eso, muchos nos sugieren sacar una segunda línea más seriada. No con tanta intervención, ni piezas únicas. El tiempo dirá. Por ahora quienes se acercan al taller vienen a la caza del producto con sello personal. Son personas que valoran este otro tiempo y calidad. La pequeña escala de lo artesanal. Y sin dudas la contracara de la globalización. De esta cosa descarnada y ausente de personalidad.”
¿El nombre? “Buscábamos un nombre femenino. Que defina a la mujer. Que tuviera que ver con la ropa de cama sin ser obvio. Como soy de la convicción de que la mujer amada es siempre la más linda, la más feliz, la que mejor la pasa, nos pareció el nombre ideal”, remata Castillo n
* Amada: Darregueyra 2486, 4773-8297/ 4773-1229, www.ama-da.net
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