Ayer se iba a presentar en la Ciudad Universitaria el trabajo de relevamiento e interpretación realizado por Jorge Cohen y Javier García Cano sobre “Los atentados. Marcas Urbanas”. La paranoia sobre la gripe A impidió ver esta investigación, que toma el paisaje urbano desde una perspectiva dramática y poco tradicional, la de las alteraciones y pulsiones causadas por las bombas que destruyeron la embajada de Israel en 1992 y la AMIA en 1994.
Lo que hicieron García Cano y Cohen es tanto historia como documentación de consecuencias. El trabajo recorre archivos para mostrar cómo fueron los lugares destruidos en los atentados y las marcas físicas que dejaron. Está la plaza, está la nueva AMIA, y también están las marchas, los carteles, la gigantografía en tela de la foto (el viejo predio) usada para recordarlo. En fin, una generación física de la memoria y un tejido de símbolos de los que construyen las ciudades al digerir su pasado. Cuando termine la alarma por la gripe, se podrá ver este material y se sabrá con qué sostén será exhibido y distribuido.
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