Sáb 02.10.2004
m2

Sobre la Feria de Anticuarios

La Feria de Anticuarios organizada por la Asociación Amigos del Museo Nacional de Arte Decorativo –ver m2 del 11 de septiembre– fue un éxito de público. Nada menos que 20.000 personas recorrieron, en cinco días, los stands en el Palais de Glace. Para este tipo de evento, francamente masivo y un agradable síntoma de interés por un conjunto de objetos y una estética claramente patrimonial.
Para poner las cosas en contexto, comparemos lo incomparable. Acaba de cerrar en París la 22ª Bienal de Anticuarios, lejos el principal evento mundial en la materia, con 103 exhibidores astringentemente seleccionados por el comité organizador, que mostraron apenas 7000 objetos.
El evento parisino es realmente internacional, con profesionales y marchands del mundo entero, e invitados especiales entre los que se cuentan curadores y directores de los principales museos del planeta. La Bienal es un lugar para ver mobiliario y arte renacentistas, maestros de la pintura, joyería –en particular, este año, de los Cincuenta–, antigüedades romanas y griegas, artes folklóricos de todos los continentes, y por supuesto cuanto Luis haya existido. Algunas de las piezas de mayor calibre incluyen la Tête de Femme à contre-jour de Bonnard, las piezas precolombinas de la Galerie Mermoz, un Francis Bacon de fuste, Le Domaine Enchante de Magritte y joyas bellísimas como un caballo de loza glaseada del período Kangxi, horneado hacia 1690.
¿Y cuánta gente asiste a este imperdible centro internacional del anticuariado? Cien mil. O sea que el evento en el Carrousel du Louvre en la rue de Rivoli convoca solamente cinco veces el público de la lejana Buenos Aires. Nada mal.
Para mejor, el Syndicat National des Antiquaires francés, que organiza la Bienal, explicó que lo hace no sólo para vender sino para lograr que los principales marchands y profesionales del mundo tengan una presencia en París. Jacques Perrin, presidente de la Bienal, aclaró que el objetivo es tan político como imposible de lograr, pero que en el camino se pone a París firmemente en el mapa.
Lo mismo podría decirse de la Feria porteña y la respuesta del público indicaría que esta idea argentina, política e imposible fue buena.

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