La herencia recuperada
En la arquitectura de La Habana Vieja es donde la herencia española alcanza su máxima expresión. Muchas de sus esquinas se asemejan a réplicas exactas de Andalucía, Extremadura o Castilla. Sobre las angostísimas calles adoquinadas, se recuestan enormes puertas talladas que abren paso a antiguos palacetes señoriales con amplias ventanas y patios interiores que albergan aljibes en sus centros. La estrechez de las calles determinó el patrón general de la ciudad, acorde a la práctica española en las Leyes de Indias: “En lugares de frío serán las calles anchas y en los calientes, angostas”.
El Casco Histórico cobija construcciones del siglo XV, pero su entorno urbanístico alcanzó pleno desarrollo a mediados del XVIII. Balconejos exteriores de madera, portadas que alcanzan vibraciones barrocas y fantasías andaluzas; elementos de la arquitectura mudéjar hispánica -algunos libremente modificados– y patios que fueron evolucionando hacia el estilo castellano –romano–, con sus arcadas de piedra, y recuperados para el espacio público. Si bien la arquitectura del XVIII fue matizada con el barroco, se denota que intentó mantener su independencia.
Con orgullo, se vuelven a exhibir las columnas clásicas características del siglo XVIII y primera mitad del XIX que inspiraron al novelista Alejo Carpentier en su libro La Ciudad de la Columnas. También fueron desempolvadas la vidrierías cubanas, que en la década de 1830 tuvieron su etapa de oro al ser incorporadas al palacio criollo en forma de abanico de cristales abiertos sobre la puerta interior, el patio o el vestíbulo, como un elemento decorativo ideal para tamizar la luz del trópico. Por donde se la observe, la construcción habanera está colmada de detalles arquitectónicos de rasgos moriscos y andaluces: altos techos de alfarje que lograban conservar mejor la ventilación; rejas y guardavecinos, que protegían a los moradores de las intromisiones ajenas y fueron elaborados en hierro forjado con formas caprichosas.
Además, fueron restaurados elementos del mobiliario colonial urbano. Son faroles de esquina, entrecalle y plaza, asentados sobre un brazo de hierro fundido con figuras antiguas y una armazón metálica laminada en vidrio. En un principio portaban iluminación a gas, pero luego se fueron adaptando a los progresos del alumbrado. Los azulejos sevillanos, con colores, frutas y flores caribeños, son otro elemento muy presente en la construcción criolla. Las aldabas y bocallaves de hierro y bronce, que dibujan animales, manos y armas de fuego, entre infinitas formas, llegaron a constituirse en motivo de admiración para los transeúntes en tiempos idos y hoy vuelven a convocar la mirada de todos los visitantes. Los guardacantones, que antiguamente protegían las construcciones en las esquinas de gran movimiento vehicular de los carruajes que podíanarremeter contra los cantos de las fachadas, aún hoy se destacan en las esquinas habaneras, recuperados en todo su esplendor.
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