Jue 01.01.2004
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TELEVISION CELESTE CID

Tu nena

Serás lo que debas ser o no serás, y ella pudo contra un pasado de apariciones continuadas como bebota de Verano del ‘98 o lolita en Franco Buenaventura. Y logró el milagro: volverse cool allí mismo donde la novela daría el vuelco del año para dar nuevo status al espectador avergonzado. ¡Ahora hasta salen de sus livings a mirar el final en el Gran Rex! La chica posó en las fotos de Malala Fontán (para la apertura de Resistiré) con la expresión torturada que anticipó lo que vendría: el calvario de Julia Malaguer. Ella fue, en la novela de 2003, el vientre perfecto que daría a luz al hijo del villano (Mauricio Dobal), y alimentó las fantasías del hombre común: chiquita, manuable, paliducha pero, a juzgar por los gemidos en la escena ciega del debut sexual, apasionadísima.
“Me cansa la espera”, dice al No en reposo, ese estado que conoce desde los 14, desde que la vida empezó a ocurrir dentro de un estudio de televisión. Ella fue precursora del Truman Show antes de la era reality, y ahora podría ser una heredera de “la vida en directo”. Habla de Julia y de Celeste a la vez: “Fue atípica para ser un personaje de una tira. Se salió del lugar común: su conflicto fue interno, y fue a la vez el de todos, ser o no ser, querer o no querer...”. Celeste quiso que fuera ésta, por fin, la oportunidad de salirse de la revista del corazón; rogó por ello mientras hojeaba Las edades de Lulú, su libro preferido en 2003. Resistiré ayudó: Julia tuvo ese matiz que la alejó de las heroínas tradicionales; fue medio perversa, calentona pero reprimida. Espió a Mauricio con la prostituta y después fue corriendo a abrazarse con Diego (Pablo Echarri). Disoció el amor del sexo en un giro imprevisible para las novelas e impuso en la tele la expresión gélida y la mirada a fuera de campo de una Belle de jour a la criolla. En el final, se la vio íntegramente convertida en esa francesita, con extensiones y sexo de a pie, hablando en francés. Hasta Charly García vio el filón de tener a la chica del año en su videoclip, y la llevó al protagónico de Asesíname. Allí se la ve balbucear unas estrofas de la canción por encima de la voz de Charly. Otra vez, lo que mejor le sale: el mohín levemente conflictuado, pucherito y en silencio. Así fue Julia Malaguer, y su máximo valor no fue la composición que hizo brillar a Martina (Carolina Fal) sino un don más mundano: la fotogenia. En las revistas (esas de las que quería escaparse y no pudo) se la vio en los recitales de su novio, Emmanuel Horvilleur, el batacazo final para una conversión Hollywood. Como Drew, Gwyneth y Reneé, ella también tiene un rocker propio que, por si fuera poco, le dedicó “Soy tu nena”. Ella, por supuesto, miró para otro lado.


Los otros
Martín Slipak, en Resistiré, compuso a su César al estilo Al Pacino, con trabajo de campo en la Bond Street, una suma de kilitos de más y cresta al tono: el resultado fue uno de los pibes de barrio más creíbles que dio la tele. Malena Luchetti, en la misma tira, lloró con tanto dramatismo que los guionistas hasta barajaron un final con ella solita mirando a cámara y nariz sangrante de digna heredera de un Dobal: era demasiado y no se hizo. Luisana Lopilato, en Rebelde Way y con look de lolita, se anticipó como la bomba de los próximos años. Y su compañero Felipe Colombo impuso el último giro de la moda en símbolos sexuales juveniles: el adolescente entallado y teñido de rubio. Lola Berthet y Florencia Bertotti, en Costumbres argentinas y Son amores demostraron que en la TV también se puede crear un personaje, desmedido, lanzado, con pincelada de caricatura, pero sin el recitado monocorde de las viejas tiras.

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