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Jueves, 1 de enero de 2004

FUTBOL CARLOS TEVEZ

Un tornado

Carlitos Tevez le devolvió la alegría al fútbol argentino. Punto. Es uno de esos jugadores que dan ganas de ir a ver, aunque no seas hincha del equipo en el que juega. El 9 de Boca es el Demonio de Tasmania, un torbellino macizo (un metro setenta, 77 kilos) que pone el culo para proteger la pelota como nadie, corre, gira, quiebra la cintura, se escabulle, cae, se levanta, la lleva atada y andá a buscarla a la red. Este año, su gambeta rabiosa y sus goles sirvieron para que Boca ganara —en una aceleración de seis meses– la Copa Libertadores, el Torneo Apertura y la Copa Intercontinental, y para que él se llevara el premio Fox Sports al mejor jugador de América, además de merecer para la crítica especializada el título de “mejor jugador argentino”.
Carlos Alberto nació el 5 de febrero de 1984 en Ciudadela. Los accidentes de la infancia tallaron el perfil del ídolo: un diente roto (cortesía de su cuñada, Luciana) y una pava hirviendo que le carcomió parte del pecho, el cuello y el mentón. “El Manchado”, le decían en el barrio. Se le atribuyen otros apodos: Jede, Apache, Toro y Fumanchú, más de adolescencia que de niñez. Pero la historia grande de Carlitos empieza en el potrero. Pasó por los equipos Estrellas del Uno (del Nudo 1, el edificio que habitaba en el Fuerte), Santa Clara, Villa Real, All Boys y después Boca, donde se convirtió en el crack sucesor de Riquelme, aunque nunca renunció a los discos de la Mona Jiménez, los gorros de lana, las hamburguesas de McDonald’s y el fútbol por computadora. A los 19 años, Tevez es la máxima estrella deportiva del país, maneja un Chevrolet Astra, es modelo publicitario de Nike y planea grabar un disco de cumbia con un par de amigos del barrio. Días atrás, en estas páginas se escribió sobre la similitud entre una foto del delantero y otra de Missy Elliot, curiosidad que confirmaba que Carlitos es “la primera estrella hip hop argentina”. Es probable que nunca haya escuchado a Missy Elliot, 2PAc o Outkast, pero este año en que fue foco tormentoso de patadas, temores de paraplejia, vueltas olímpicas, polémicas contractuales y ciertos problemas sub-20, el morrudo Tevez estuvo a mitad de camino entre la zanja y las estrellas. Y sigue ahí, volando.

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