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Jueves, 1 de enero de 2004

LIBROS FERNANDA LAGUNA

Una vieja

“Me levanto todos los días a las 8 –cuenta la protagonista de Durazno reverdeciente, la novela en primera persona de Fernanda Laguna–, me tomo diez vasos de agua fría. Desayuno mate con dos o tres bizcochos y hago unas elongaciones contra la pared. Apoyo mis manos contra la ya citada y bajo mi espalda en forma de tabla. Siento que me hace bien...” Para su brevísima novela de 42 páginas, Fernanda decidió contar su vida como vieja, las pequeñas rutinas de gimnasia e higiene personal, la vida de la casa al colegio en el que es profesora. El viaje a la vejez la encuentra borracha, lesbiana, con referencias irónicas al mundillo de Belleza y Felicidad (retratado como cosa del pasado). Fernanda, en Durazno..., es “una vieja amargada” que proclama el nacimiento de una cultura de la ancianidad, contraria a la tiranía de lo joven.
Ella es profesora de literatura (el destino trágico del estudiante de Letras) y pide a sus alumnos que escriban, como ejercicio, una novela “¡deuna página!”. “¡Eh...!, es muy largo...”, se le quejan. “Bueno, puede ser media página”, responde. Fernanda pasa sus días obsesionada por bajar la panza, o por dejar de tomar, esperando un llamado telefónico. El aporte notable de Durazno reverdeciente es poner en crisis el discurso moderno, y hacerlo desde adentro. Además: introduce en la nueva literatura el narrador en ridículo, que se regocija en la exhibición de su deterioro corporal. Fernanda se ríe a carcajadas del canon en 2003: la escritura biográfica. Y se ríe más aún de su propio entorno convertido en elenco estable de la novela. Y de la imposición maníaca por narrar el detalle de la actividad sexual... Publica su crónica a través de una iniciativa igualmente novedosa (que gestionó junto a Washington Cucurto): la editorial Eloísa Cartonera (ver página 8).


Primer paso
La Editorial Sudamericana tuvo una buena idea: crear una colección para autores jóvenes inéditos que, hasta hace poco, no tenían ni en sueños la expectativa de ser editados. La mayoría de ellos (y sería bueno abrir la convocatoria) proviene del taller literario del escritor Diego Paszkowski y respeta, sin riesgos, las claves del relato clásico, hipercorregido en el taller, con buenas historias y personajes bien trazados. Julia Coria retomó modismos populares y personajes de barrio en la trama de Permiso para quererte y Adrián Haidukowski construyó detalladamente el enigma de un relato policial en Met, el muerto. Otros afortunados de la novela propia son Julián Urman y Alejandro Parisi, que ya editó Delivery. Para todos, queda el privilegio de aprender editando, una novedad que relativiza el peso del primer libro con mayúsculas.

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