LA HISTORIETA ARGENTINA 2004 RESISTE PARA CONTARLO
El poder de la nueva generación
Los ‘90 menemistas e importadores destruyeron el mercado y la producción editorial, cuna de grandes nombres para la historia. Pero en todo el país, de a poco y con mucho esfuerzo (y cierta locura), grupos de jóvenes historietistas producen, distribuyen, ponen en Internet y se encuentran para mantener vivo al género. Por amor al arte.
PRODUCCION Y TEXTOS: EUGENIA GUEVARA
Se están viviendo tiempos de cambio y renovación para la historieta argentina, responsabilidad de una nueva generación de historietistas. En eso tienen mucho que ver La Productora y AHI Rosario. Los primeros, porque con su excelente edición de revistas, páginas web y cohesión grupal, inspiran a los demás. Podría decir que son los abanderados del movimiento. Los rosarinos, porque organizan Leyendas, el evento donde “nos conocimos la mayoría de los que hacemos historietas en la Argentina”, dice César Carrizo, coordinador de la Unión de Historietistas e Ilustradores de Tucumán (Unhil), una agrupación que integra este movimiento de jóvenes que en distintos puntos del país escriben, dibujan, editan, distribuyen y venden sus propias historietas. Todo eso, aun en el desolador panorama que ofrece la industria editorial, prácticamente desaparecida. Estas pymes del comic funcionan como una red espontánea de trabajo solidario que tiene, todos los años, sus citas obligadas en los eventos de promoción de historieta (ver recuadro).
La Productora de Morón se fundó en 1999 cuando se disolvió la Asociación de Historietistas Independientes (AHI) y logró editar una docena de revistas, además del libro Carne Argentina en España y, recientemente, en la Argentina. El grupo (Cristian Mallea, Angel Mosquito, Jok, Aón, Gervasio, Luis Guaragna y José Mazzone) funciona como una cooperativa y un taller. “Este es el momento de contar con nosotros mismos, con el conjunto de gente que autoedita y sostiene esto por amor al arte”, insiste Mallea. “Solano López me dijo una vez: ‘Ustedes pueden aprender de nosotros cómo dibujar historieta, pero nosotros, para editar, tenemos que aprender de ustedes’. Ellos no entienden el laburo de grupo, pero hoy sólo un grupo puede sobrevivir. Y si la coordinación de grupo es exitosa, se sobrevive.”
También en 1999 se abrió la filial rosarina de AHI, que hoy es la única que permanece organizando, desde entonces, Leyendas. “La AHI trabaja para afianzarse como un grupo más, parte de una gran red no formal de autores, publicaciones, sellos y otros grupos, del país y Latinoamérica, sin centro, basada en el intercambio permanente. Queremos conformar una red solidaria de distribución e información de historietas en todo el Mercosur”, explican Ernesto Torres y Diego Roth. Al principio, como todos los demás, ellos cargaban con sus fanzines y los repartían en quioscos y librerías, pero resultó demasiado esforzado. “Si bien planeamos volver a hacerlo, ahora presentamos las revistas en los eventos de los que participamos, para venta o, al menos, promoción”, cuentan. Entonces, en Milenario Comics de Rosario se encuentra toda la producción local. Allí, además de las publicaciones de la AHI, se encuentran las de Sacapunta Comics, un sello creado en el 2002 por Pablo Colaso y Leonardo Sandler que eligieron sus colaboradores de su círculo de amigos. “Como todos teníamos trabajos sin publicar, editamos cuatro números de una revista anterior, mejor diseñada e impresa, y tres unitarios. Nos autofinanciamos, afectando la periodicidad, y también distribuimos”, revela Sandler.
En Tucumán, la Unhil busca recuperar la memoria política y la identidad, basándose en la cultura solidaria. “Poco a poco creamos una nueva red de historietistas con solidaridad, preocupándonos y apoyando los proyectos del resto”, dice Carrizo. La Unión realizó las muestras El Día de Los Lápices (a 25 años del golpe militar), editada en un suplemento de un periódico tucumano; Los Grandes de la Guerra, Malvinas 20 años después, que fue un CD interactivo, y En Nombre del Che, que se convirtió en su primera revista en el 2003. La idea es seguir ese camino con todas las muestras, “a pesar de las limitaciones”.
Pero hay más. Llanto de Mudo (Córdoba) es una editorial independiente fundada en 1996 por Diego Cortés, Federico Rübenacker y Pablo Peisino, y llevan autoeditados una veintena de libros y revistas de historietas. En la misma ciudad, Ediciones Pionono, de Lucas Aguirre y Horacio Bevacqua, sacó una revista y un libro el año pasado. Ahora sueñan con editar unapublicación gratuita de comic para difundir su taller que ya lleva cuatro años.
Federico Reggiani y Pedro Karakachoff, con su sello La Máquina Infernal (La Plata), editaron el fanzine Sangre, Sudor y Lágrimas (4 números) y el unitario La Mueca de Dios (con dibujos de Mosquito). Ahora, Reggiani edita El Picasesos, una revista de crítica y análisis de historieta. “Es un esfuerzo agradable aunque un tanto demente, porque la crítica y el análisis no son demasiado populares entre los historietistas y lectores de historietas. Pero me parece que al campo le falta discusión crítica. La revista se financia con lo poco que se vende y lo que desvío de mi economía familiar”, explica.
También hay historietistas de la red que trabajan solos, en sus propios proyectos. En San Nicolás (Buenos Aires), el más prolífico es Federico Baert, con más de una decena de publicaciones. Caio Di Lorenzo publica sus tiras de humor en su página de Internet (una alternativa dichosa para los independientes), al igual que lo hace Marcos Vergara con sus nuevos trabajos. En San Luis, Rodrigo Terranova también trabaja solo y es señalado por sus compañeros de red como de los más talentosos. Algo de su obra (“desperdigada en sitios inverosímiles”, dice) está disponible en la red. En este país escuela de historieta, los historietistas (editores de hoy) se sienten huérfanos. “La importación masiva nos dejó así. No tenemos ninguna herencia que tomar”, afirma Mallea. Ese quiebre los obligó a editar sus propias revistas, contra todo tipo de obstáculos, y a sobrevivir. Ernesto Torres y Diego Roth, desde Rosario, creen que son, decididamente, la nueva generación de la historieta argentina: “El hecho de crecer en un paisaje arrasado, sin industria editorial, nos marcó. A partir de la autoedición es que tenemos características propias, que nos separan de todas las generaciones anteriores. Entre las ventajas, esto nos dio libertad y abrió posibilidades de experimentación difíciles en el ámbito comercial. Entre las desventajas, nos quitó la posibilidad de crecer y aprender en la propia dinámica del ámbito laboral. Somos la nueva generación. No sabemos todavía todo lo que tenemos para dar como generación, pero los resultados presentes son muy alentadores”.
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