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Jueves, 19 de febrero de 2004

TOMEN NOTA: MAPA ROCKERO NACIONAL DEL TERCER MILENIO

La argentinidad al palo

Pocos lugares, poca plata, censura, prejuicios, indiferencia. Sobre todo eso, cientos de bandas pelean por mantener vivo el espíritu creativo y desarrollan un instinto de supervivencia ejemplar. De Ushuaia a La Quiaca, hablan los protagonistas.

 Por Cristian Vitale


NORESTE
El sueño eterno

Diego Durán resume así la situación del rock en Chaco: “Es una vergüenza que, teniendo un símbolo como la Plaza de Resistencia, el gobierno no permita hacer recitales de rock y sí de cumbia”. La queja del baterista de Barona (nü metal) se refiere a la tendencia de cierto oficialismo a igualar rock con “rompan todo” (bueno, a veces pasa). “Las radios les dan más bola a grupitos de cumbia que a los de rock. Si te pasan un tema, es mucho.” Entre las bandas salientes del Chaco están los metálicos de Spiritual y Sweet Dreams. “Estos pibes matan porque no hacen punk cuadrado onda Attaque 77 sino con frescura y originalidad”, arriesga Durán.
En Misiones, el género padece una marginación similar. “Hay más grupos que gente. Pocos negocios de instrumentos musicales y mucho boliche bailable. Tocás en pubs y la gente está en otra, quiere bailar música bolichera onda viaje de egresados”, describe, resignado, Damián Kover, cantante de Antifaz (punk rock).
Más afligido es el testimonio de Ramiro Maradey, voz de los entrerrianos Acólitos Anónimos. “Las bandas que laburan acá son las que hacen ska tipo los viejos Cadillacs. El resto se debate entre la vida y la muerte, o soñar con sacarse la lotería ligando un contacto importante. ¿Cómo liquidar a la música industrial, si la cabeza de la gente está bloqueada para lo auténtico?”, se pregunta. Low Memory, otra banda de Paraná, se lo toma con filosofía. Bruno, uno de sus integrantes, señala una diferencia con Capital, el boliche de Dios. “A diferencia de Capital, donde hay una fuerte imposición estética y una competencia constante, aquí privilegiamos la pasión por sobre el virtuosismo.”

Otras bandas de la región: Deforme, Quasar, El Rey Yo (Chaco); Polo’s Rock, La Vogan, Neto y Gervasio Malagrida (Misiones); Black Yurú, Van Vagonets, Uñitas Pintadas, 3 Dosis, Chajapalas (Entre Ríos); Testigos de García (Corrientes).


NOROESTE
La escena sufrida

El rock en Tucumán tomó gran impulso durante la era Bussi, como antídoto contra una dictadura disfrazada de democracia. La persecución cultural y política motivó la aparición de un nutrido grupo de bandas que, según los cálculos “a dedo” de Matt Kotler –voz de Ave César, rock duro–, llegan hoy a 250. Quienes conocen bien la historia son los chicos de 448, hoy radicados en Buenos Aires, con tres discos editados (448, Carnaval del caos y Dulce rebeldía) y una historia de peso. “La escena es sufrida. Hay bandas y público, pero continúa la persecución al rock por parte de gobiernos, desde medio fachos hasta fachos totales.” Las condiciones que denuncia Rolo Marín, el cantante, obligan a los grupos a implementar el máximo ingenio para subsistir ante la adversidad. “Los lugares para tocar se abren, los multan y los cierran. La autogestión mantiene vivas al 90 por ciento de las bandas. Nosotros le hicimos la vida imposible al milico. Cuando gobernaba, la policía nos clausuraba los shows o nos metía presos. Cuando asumió la última vez, hicimos un show a dos cuadras del lugar de la asunción y la cana lo cortó a los 20 minutos por nuestras puteadas.”


La gente de Ave César no vivió esa época como grupo, pero tiene otras inquietudes. “La demanda de las bandas por expresarse es impresionante, pero hay una mafia del rock dirigida por managers de las más grandes”, denuncia Kotler.
Trilogía es un power trío nacido en 1999 en San Miguel. “Lo de la provincia es complicado –dicen–. Faltan lugares estables y hay censura.” Sin embargo, Pablo, cantante de Onírica (metal experimental), es más optimista. “Si bien la distancia con Buenos Aires dificulta la evolución de las bandas –como ven, los unitarios siguen ganando–, hay grandes logros, como las bandas tucumanas en el Cosquín Rock. Salvo los Redondos, todas las bandas importantes tocaron aquí.”
Ricardo Tasquer, de Los Pistones, es menos entusiasta. “San Miguel tiene mucho movimiento musical, pero las bandas tienen que autogestionarse y tocar en lugares no habilitados. Un clásico son las semanas de los colegios que dedican un día a recitales.” Los grupos más convocantes de la provincia suelen meter entre 300 y 400 personas por show, cifra nada despreciable. La contraparte, según Pablo, es que no hay sellos ni productores que se jueguen.
Catamarca es una plaza aún más difícil. Según Fher de La Maza, los organismos de cultura no apoyan. “Uno la pelea a morir por lo que ama, pero aquí predominan el folklore y la cumbia, son los únicos que facturan.” En Jujuy se respira otro aire. Hasta existe espacio para que el sincretismo religioso –rasgo cultural de la provincia– se cuele en el rock: Tres 16 (pop rock) debe su nombre a un pasaje bíblico. “Transmitimos un mensaje de fe sin dejar de lado lo contestatario del rock”, refiere Jesús Boy. La banda fue elegida una de las mejores de la provincia según una encuesta realizada por el programa de radio Los mismos de siempre (FM Tiempo), por su disco Mundo mejor.

Otras bandas de la región: Karma Sudaca, Nexos, Luzbel, Gran Valor, Zion, Sol Perpetuo, Amanda (Tucumán); La Yugular Barrientos, Actitud, La Valvular, La Macmani, Cuatro Monos (Jujuy); Oxes, Airbag, Gatos Pardos, Perro Ciego (Salta); Manthra (Santiago del Estero); Painfur, Pabellón Zero, Insanía, 2-1-3, Arkángel (Catamarca).

CENTRO
La ley de la selva

Doffi Contreras se queja porque en Rosario es complicado difundir el pop latino de Incierto Destino, su grupo. Reclama que: a) no consiguen bandas para compartir shows; b) son ninguneados por radios rockeras y, c) para pasar sus canciones en las grandes FM tienen que pagar. Rosario es ciudad de rock, como marcan la tradición y el presente. “Hay muchas bandas innovadoras. Y también fenómenos de convocatoria como Cielo Razzo”, confirma Gerardo, guitarrista de Degradé. Alejandra Buticce, cantante de Hijas de Lucas (pop rock) no niega el fenómeno, pero advierte algo. “Los músicos se expanden como plaga y la convivencia se convierte en una supervivencia cual ley de la selva, donde el más grande se come al más pequeño. Si bien muchos medios ayudan a difundir nuestro arte, las grandes FM o los programas de TV miran hacia otro lado.”
Toga, otro rosarino, toca la guitarra y canta en una de las agrupaciones punk de la ciudad, Fuera de Sektor. “Acá hay un problema de años: la falta de lugares para tocar. Hay pocos y tienen pésimas condiciones acústicas. Para colmo las condiciones impuestas por los bolicheros son difíciles de cumplir. Te cobran el sonido y te piden dinero aparte. Si llenás, apenas alcanza para cubrir los gastos.” Mauro Cuffaro, guitarrista de Lander, apunta a lo inverso. “Los lugares para tocar sobran, el problema es la amargura del público.”
Córdoba también es plaza fuerte. Más allá de los festivales de La Falda y Cosquín, hay eventos (Ucacha, Parañoños, Paralokos) que sirven para despegue de grupos locales. “La gente se está acostumbrando a las bandas cordobesas”, cree Juan Lucero, cantante de La Pata de la Tuerta. Con historias como la del origen de Sumo en Traslasierra (y su descendencia, Las Pelotas), los cordobeses sienten que hay una tradición que los sustenta. Karina, de Hyperstatic, asegura que la escena creció en los últimos años a caballo del ida y vuelta con bandas de Capital. Y señala la apertura de estilos. “Acá hay de todo: indie pop, punk, hip hop... Cada estilo generó su propio circuito de bares, donde hay actividad todos los finde.”
Nahuel, cantante de Antídoto (punk), contrapone: “Los rockeros adquirieron una postura conservadora, la gente acompaña poco y con razón. Se apunta a tocar en Buenos Aires, en vez de centrarse en el interior de Córdoba, una zona relegada”. En la misma vereda se ubica Adrián Banadía, bajista de Ojos de Piedra, pero responsabilizando a otros actores. “Parece que los músicos tenemos la obligación de llenar los bolsillos de los comerciantes, sin contar las untadas que hay que hacer para entrar en Cosquín. Todos saben que la preselección es a dedo.”
En San Luis se respira un aire más amateur. “Eventualmente viene alguna banda de afuera, pero no alcanza. Estocontribuye aque no haya unacultura de recitales”, informa la gente de Kameleba, reggae roots de Villa Mercedes. “No obstante, los músicos sanluisinos se dieron cuenta de que si Mercedes quiere estar en el mapa del rock, debe luchar y no esperar a que suceda por caridad.”

Otras bandas de la región: Daltónicos, La Hoguera, Smoking Troncho, Clan (San Luis); Butumbaba, Stoker’s, Carmina Burana, La Cruda, El Regreso de Coelecanto, Africana (Santa Fe); Hierrock, Sur Oculto, Opera Prima, Subcielo, Mousse (Córdoba); Rey Momo, El Rito (La Pampa).

CUYO
Buena cepa


Ciertos rockeros mendocinos se quejan porque creen que su provincia es la “capital nacional del cover”. La tendencia se instaló a principios de los ‘90 y obligó a muchas bandas a emigrar a Buenos Aires. Y las que sobrevivieron empezaron a combinar material propio con versiones. Sólo algunas (Bela Lugosi, por caso) insistieron con su identidad. En el caso de los Bela, todo marchó bien: con tres discos editados (Caballo florido, Qué hago aquí y Hacemos lo que queremos), es la banda más nombrada de la región después de Karamelo Santo. “Los frutos aparecen cuando te convencés de que te va la vida en esto, así vivas en el medio del campo”, define Marcelo Zoloa, el cantante. Otras tuvieron menos suerte: Los Discípulos sucumbieron ante la ola de imitadores y se resignaron a tocar covers para juntar plata y grabar material propio (Mundo dinero y Despegar). “La escena está copada en un 90 por ciento por bandas imitadoras, y el resto se mueve en ámbitos reducidos. La única forma de trascender es irse a Buenos Aires”, opina Picho.
En un extremo de la pequeña movida se ubica la gente de Inerxia, banda del nuevo death metal cuyo principal objetivo es “romper todo”, nada menos. “Lo nuestro es hacer música para romper todo y hacer saltar a la gente”, informa Kk. El grupo, influido por Sepultura y Slipknot, nunca salió de la provincia. “Acá no se les da espacio a bandas de nuestro estilo”, denuncia Kk. “Mendoza es una plaza exigente. Movilizarla es como mover una montaña... Otra que la fe”, redondea Zoloa.


Igual que en San Juan, en La Rioja no existe tal nivel de exigencia. Marcelo Moderno Martínez, cantante de los punks (De)Mentes Normales, cuenta que no sólo tocan música sino que hacen radio, editan un fanzine y tratan de agitar en medio de un ambiente extraño al rock. “Acá todo depende de tu esfuerzo. Nos costó mucho compartir fechas con A.N.I.M.A.L. o Attaque.” Martínez, amante del punk y el buen vino, no pasa por alto dos detalles. Uno político: “Cuando se escucha La Rioja, viene a la memoria el nombre del ex presidente”, se lamenta. Y otro musical: “Se asocia a La Rioja con el folklore o el cuarteto, nunca con el rock. Es cierto que el género estaba bastante marginado, pero a fines del ‘98 recobró algo de fuerza por la llegada de Divididos y Bersuit”. Entre los datos que aporta el guitarrista, resalta la organización del festival Riojanroll, cuya última edición contuvo a 36 grupos de la provincia. “También aparecieron fanzines y radios apoyando a la escena. Falta que las bandas dejen de tomar al rock como un hobby y se lo tomen en serio.”

Otras bandas de la región: Precipitados, 12 DB, Rigor Mortis y Kalma (La Rioja); Naranja Mecánica, Planta Baja, Klown, La Jarillera, Choke, Barahundas, Saiko, Cinical, Morbocaos (Mendoza); Suplentes, Huaykil (San Juan).

PATAGONIA
Canciones del desierto

Los músicos de Krisis (punk de Sarmiento, Chubut) explican lo difícil que es moverse entre tanto desierto. Es una sana costumbre para las bandas australes intercambiar fechas con pares de otras ciudades para “achicar distancias”, pero cuesta. “Es muy complicado estar lejos”, dicen. Sin embargo, Diego Valdivieso –tecladista de los metálicos Natal– desestima la problemática. Tal vez porque habla desde Comodoro Rivadavia, algo así como la capital rockera de la provincia. “No tenemos nada que envidiarle a Buenos Aires –se enorgullece–. Todos los fines de semana hay recitales en boliches o al aire libre. Por suerte, Cultura ofrece la oportunidad de tocar todos los viernes costeando el sonido e iluminación.”
Muy distinto es el caso de otra plaza sureña: Neuquén capital. Según Juan San Martín, baterista de Klave Morce, la municipalidad cerró casi todos los pubs. “Es un garrón romperse el culo ensayando para terminar tocando en un garage. Encima la gente le da más pelota a las bandas de afuera: viene Divididos y le pagan una barbaridad, mientras a nosotros no nos dan bola. Es una mierda”, descarga el hombre. Ernesto, de La Cuadra (reggae), aporta una mirada levemente distinta: “Hay lugares y lugares. Cutral-Có, mi ciudad, no tiene mucha movida cultural. Siempre las mismas caras. En Neuquén capital sí hay más agite, pero nadie pone un peso. En cambio en Zapala, ciudad de 20 mil habitantes, la gente se súper prende”. Una de las bandas que superó el prejuicio fue Siete Remedios, de Río Negro. Cuando editaron Santo remedio convocaron unas 600 personas en el Círculo Italiano de Villa Regina, cifra envidiable para el lugar.

Otras bandas de la región: Garage, Doctrina, Nietos de Báez, Esculapio, Eternal Orchid (Neuquén); Demasiada Presión, Séptima Razzia, Rey Lagarto, Asenath (Chubut); Vodevil (Tierra del Fuego); Stoker (Santa Cruz).

 

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