Jueves, 19 de febrero de 2004 | Hoy
TOMEN NOTA: MAPA ROCKERO NACIONAL DEL TERCER MILENIO
Pocos lugares, poca plata, censura, prejuicios, indiferencia. Sobre todo eso, cientos de bandas pelean por mantener vivo el espíritu creativo y desarrollan un instinto de supervivencia ejemplar. De Ushuaia a La Quiaca, hablan los protagonistas.
Por Cristian Vitale
NORESTE
El sueño eterno |
Otras bandas de la región: Deforme, Quasar, El Rey Yo (Chaco); Polo’s Rock, La Vogan, Neto y Gervasio Malagrida (Misiones); Black Yurú, Van Vagonets, Uñitas Pintadas, 3 Dosis, Chajapalas (Entre Ríos); Testigos de García (Corrientes).
NOROESTE
La escena sufrida |
El rock en Tucumán tomó gran impulso
durante la era Bussi, como antídoto contra una dictadura disfrazada de
democracia. La persecución cultural y política motivó la
aparición de un nutrido grupo de bandas que, según los cálculos
“a dedo” de Matt Kotler –voz de Ave César, rock duro–,
llegan hoy a 250. Quienes conocen bien la historia son los chicos de 448, hoy
radicados en Buenos Aires, con tres discos editados (448, Carnaval del caos
y Dulce rebeldía) y una historia de peso. “La escena es sufrida.
Hay bandas y público, pero continúa la persecución al rock
por parte de gobiernos, desde medio fachos hasta fachos totales.” Las
condiciones que denuncia Rolo Marín, el cantante, obligan a los grupos
a implementar el máximo ingenio para subsistir ante la adversidad. “Los
lugares para tocar se abren, los multan y los cierran. La autogestión
mantiene vivas al 90 por ciento de las bandas. Nosotros le hicimos la vida imposible
al milico. Cuando gobernaba, la policía nos clausuraba los shows o nos
metía presos. Cuando asumió la última vez, hicimos un show
a dos cuadras del lugar de la asunción y la cana lo cortó a los
20 minutos por nuestras puteadas.”
La gente de Ave César no vivió esa época como grupo, pero
tiene otras inquietudes. “La demanda de las bandas por expresarse es impresionante,
pero hay una mafia del rock dirigida por managers de las más grandes”,
denuncia Kotler.
Trilogía es un power trío nacido en 1999 en San Miguel. “Lo
de la provincia es complicado –dicen–. Faltan lugares estables y
hay censura.” Sin embargo, Pablo, cantante de Onírica (metal experimental),
es más optimista. “Si bien la distancia con Buenos Aires dificulta
la evolución de las bandas –como ven, los unitarios siguen ganando–,
hay grandes logros, como las bandas tucumanas en el Cosquín Rock. Salvo
los Redondos, todas las bandas importantes tocaron aquí.”
Ricardo Tasquer, de Los Pistones, es menos entusiasta. “San Miguel tiene
mucho movimiento musical, pero las bandas tienen que autogestionarse y tocar
en lugares no habilitados. Un clásico son las semanas de los colegios
que dedican un día a recitales.” Los grupos más convocantes
de la provincia suelen meter entre 300 y 400 personas por show, cifra nada despreciable.
La contraparte, según Pablo, es que no hay sellos ni productores que
se jueguen.
Catamarca es una plaza aún más difícil. Según Fher
de La Maza, los organismos de cultura no apoyan. “Uno la pelea a morir
por lo que ama, pero aquí predominan el folklore y la cumbia, son los
únicos que facturan.” En Jujuy se respira otro aire. Hasta existe
espacio para que el sincretismo religioso –rasgo cultural de la provincia–
se cuele en el rock: Tres 16 (pop rock) debe su nombre a un pasaje bíblico.
“Transmitimos un mensaje de fe sin dejar de lado lo contestatario del
rock”, refiere Jesús Boy. La banda fue elegida una de las mejores
de la provincia según una encuesta realizada por el programa de radio
Los mismos de siempre (FM Tiempo), por su disco Mundo mejor.
Otras bandas de la región: Karma Sudaca, Nexos, Luzbel,
Gran Valor, Zion, Sol Perpetuo, Amanda (Tucumán); La Yugular Barrientos,
Actitud, La Valvular, La Macmani, Cuatro Monos (Jujuy); Oxes, Airbag, Gatos
Pardos, Perro Ciego (Salta); Manthra (Santiago del Estero); Painfur, Pabellón
Zero, Insanía, 2-1-3, Arkángel (Catamarca).
CENTRO
La ley de la selva |
Doffi Contreras se queja porque en Rosario es complicado difundir
el pop latino de Incierto Destino, su grupo. Reclama que: a) no consiguen bandas
para compartir shows; b) son ninguneados por radios rockeras y, c) para pasar
sus canciones en las grandes FM tienen que pagar. Rosario es ciudad de rock,
como marcan la tradición y el presente. “Hay muchas bandas innovadoras.
Y también fenómenos de convocatoria como Cielo Razzo”, confirma
Gerardo, guitarrista de Degradé. Alejandra Buticce, cantante de Hijas
de Lucas (pop rock) no niega el fenómeno, pero advierte algo. “Los
músicos se expanden como plaga y la convivencia se convierte en una supervivencia
cual ley de la selva, donde el más grande se come al más pequeño.
Si bien muchos medios ayudan a difundir nuestro arte, las grandes FM o los programas
de TV miran hacia otro lado.”
Toga, otro rosarino, toca la guitarra y canta en una de las agrupaciones punk
de la ciudad, Fuera de Sektor. “Acá hay un problema de años:
la falta de lugares para tocar. Hay pocos y tienen pésimas condiciones
acústicas. Para colmo las condiciones impuestas por los bolicheros son
difíciles de cumplir. Te cobran el sonido y te piden dinero aparte. Si
llenás, apenas alcanza para cubrir los gastos.” Mauro Cuffaro,
guitarrista de Lander, apunta a lo inverso. “Los lugares para tocar sobran,
el problema es la amargura del público.”
Córdoba también es plaza fuerte. Más allá de los
festivales de La Falda y Cosquín, hay eventos (Ucacha, Parañoños,
Paralokos) que sirven para despegue de grupos locales. “La gente se está
acostumbrando a las bandas cordobesas”, cree Juan Lucero, cantante de
La Pata de la Tuerta. Con historias como la del origen de Sumo en Traslasierra
(y su descendencia, Las Pelotas), los cordobeses sienten que hay una tradición
que los sustenta. Karina, de Hyperstatic, asegura que la escena creció
en los últimos años a caballo del ida y vuelta con bandas de Capital.
Y señala la apertura de estilos. “Acá hay de todo: indie
pop, punk, hip hop... Cada estilo generó su propio circuito de bares,
donde hay actividad todos los finde.”
Nahuel, cantante de Antídoto (punk), contrapone: “Los rockeros
adquirieron una postura conservadora, la gente acompaña poco y con razón.
Se apunta a tocar en Buenos Aires, en vez de centrarse en el interior de Córdoba,
una zona relegada”. En la misma vereda se ubica Adrián Banadía,
bajista de Ojos de Piedra, pero responsabilizando a otros actores. “Parece
que los músicos tenemos la obligación de llenar los bolsillos
de los comerciantes, sin contar las untadas que hay que hacer para entrar en
Cosquín. Todos saben que la preselección es a dedo.”
En San Luis se respira un aire más amateur. “Eventualmente viene
alguna banda de afuera, pero no alcanza. Estocontribuye aque no haya unacultura
de recitales”, informa la gente de Kameleba, reggae roots de Villa Mercedes.
“No obstante, los músicos sanluisinos se dieron cuenta de que si
Mercedes quiere estar en el mapa del rock, debe luchar y no esperar a que suceda
por caridad.”
Otras bandas de la región: Daltónicos, La Hoguera,
Smoking Troncho, Clan (San Luis); Butumbaba, Stoker’s, Carmina Burana,
La Cruda, El Regreso de Coelecanto, Africana (Santa Fe); Hierrock, Sur Oculto,
Opera Prima, Subcielo, Mousse (Córdoba); Rey Momo, El Rito (La Pampa).
CUYO Buena cepa |
Ciertos rockeros mendocinos se quejan porque creen que su provincia es la “capital
nacional del cover”. La tendencia se instaló a principios de los
‘90 y obligó a muchas bandas a emigrar a Buenos Aires. Y las que
sobrevivieron empezaron a combinar material propio con versiones. Sólo
algunas (Bela Lugosi, por caso) insistieron con su identidad. En el caso de
los Bela, todo marchó bien: con tres discos editados (Caballo florido,
Qué hago aquí y Hacemos lo que queremos), es la banda más
nombrada de la región después de Karamelo Santo. “Los frutos
aparecen cuando te convencés de que te va la vida en esto, así
vivas en el medio del campo”, define Marcelo Zoloa, el cantante. Otras
tuvieron menos suerte: Los Discípulos sucumbieron ante la ola de imitadores
y se resignaron a tocar covers para juntar plata y grabar material propio (Mundo
dinero y Despegar). “La escena está copada en un 90 por ciento
por bandas imitadoras, y el resto se mueve en ámbitos reducidos. La única
forma de trascender es irse a Buenos Aires”, opina Picho.
En un extremo de la pequeña movida se ubica la gente de Inerxia, banda
del nuevo death metal cuyo principal objetivo es “romper todo”,
nada menos. “Lo nuestro es hacer música para romper todo y hacer
saltar a la gente”, informa Kk. El grupo, influido por Sepultura y Slipknot,
nunca salió de la provincia. “Acá no se les da espacio a
bandas de nuestro estilo”, denuncia Kk. “Mendoza es una plaza exigente.
Movilizarla es como mover una montaña... Otra que la fe”, redondea
Zoloa.
Igual que en San Juan, en La Rioja no existe tal nivel de exigencia. Marcelo
Moderno Martínez, cantante de los punks (De)Mentes Normales, cuenta que
no sólo tocan música sino que hacen radio, editan un fanzine y
tratan de agitar en medio de un ambiente extraño al rock. “Acá
todo depende de tu esfuerzo. Nos costó mucho compartir fechas con A.N.I.M.A.L.
o Attaque.” Martínez, amante del punk y el buen vino, no pasa por
alto dos detalles. Uno político: “Cuando se escucha La Rioja, viene
a la memoria el nombre del ex presidente”, se lamenta. Y otro musical:
“Se asocia a La Rioja con el folklore o el cuarteto, nunca con el rock.
Es cierto que el género estaba bastante marginado, pero a fines del ‘98
recobró algo de fuerza por la llegada de Divididos y Bersuit”.
Entre los datos que aporta el guitarrista, resalta la organización del
festival Riojanroll, cuya última edición contuvo a 36 grupos de
la provincia. “También aparecieron fanzines y radios apoyando a
la escena. Falta que las bandas dejen de tomar al rock como un hobby y se lo
tomen en serio.”
Otras bandas de la región: Precipitados, 12 DB, Rigor Mortis y Kalma (La Rioja); Naranja Mecánica, Planta Baja, Klown, La Jarillera, Choke, Barahundas, Saiko, Cinical, Morbocaos (Mendoza); Suplentes, Huaykil (San Juan).
PATAGONIA Canciones del desierto |
Los músicos de Krisis
(punk de Sarmiento, Chubut) explican lo difícil que es moverse entre
tanto desierto. Es una sana costumbre para las bandas australes intercambiar
fechas con pares de otras ciudades para “achicar distancias”, pero
cuesta. “Es muy complicado estar lejos”, dicen. Sin embargo, Diego
Valdivieso –tecladista de los metálicos Natal– desestima
la problemática. Tal vez porque habla desde Comodoro Rivadavia, algo
así como la capital rockera de la provincia. “No tenemos nada que
envidiarle a Buenos Aires –se enorgullece–. Todos los fines de semana
hay recitales en boliches o al aire libre. Por suerte, Cultura ofrece la oportunidad
de tocar todos los viernes costeando el sonido e iluminación.”
Muy distinto es el caso de otra plaza sureña: Neuquén capital.
Según Juan San Martín, baterista de Klave Morce, la municipalidad
cerró casi todos los pubs. “Es un garrón romperse el culo
ensayando para terminar tocando en un garage. Encima la gente le da más
pelota a las bandas de afuera: viene Divididos y le pagan una barbaridad, mientras
a nosotros no nos dan bola. Es una mierda”, descarga el hombre. Ernesto,
de La Cuadra (reggae), aporta una mirada levemente distinta: “Hay lugares
y lugares. Cutral-Có, mi ciudad, no tiene mucha movida cultural. Siempre
las mismas caras. En Neuquén capital sí hay más agite,
pero nadie pone un peso. En cambio en Zapala, ciudad de 20 mil habitantes, la
gente se súper prende”. Una de las bandas que superó el
prejuicio fue Siete Remedios, de Río Negro. Cuando editaron Santo remedio
convocaron unas 600 personas en el Círculo Italiano de Villa Regina,
cifra envidiable para el lugar.
Otras bandas de la región: Garage, Doctrina, Nietos de Báez, Esculapio, Eternal Orchid (Neuquén); Demasiada Presión, Séptima Razzia, Rey Lagarto, Asenath (Chubut); Vodevil (Tierra del Fuego); Stoker (Santa Cruz).
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