Jue 19.02.2004
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“LA CRUZ DEL SUR”, DE PABLO REYERO: ¿REALIDAD O FICCION?

Playaterminal

Una ambulancia llena de cocaína recala en un balneario regado de cenizas del terrorismo de Estado. En ese contexto de road movie política y turbia, el realizador de Dársena Sur sitúa su primer largometraje de ficción (se estrenará el 25 de marzo), que le valió el premio al mejor director joven en Cannes. Y lo llevó a reencontrarse con los fantasmas de su infancia en Villa Gesell.

› Por Mariano Blejman

Al cineasta Pablo Reyero le encantan los bordes. Entre la vida y la muerte hay uno; entre la realidad y la ficción, otro. Y Reyero sabe cómo estirarlos o, más bien, cómo diluirlos. La playa, al fin, no es más que un borde entre la tierra y el mar. Y Reyero la recorrió desde chico, viviendo en Villa Gesell. Conoció ese mundo marino que no aparece cuando uno prueba el paisaje con ojos de turista. Pero los bordes le gustan no de un modo distante, no como en esas postales de vacaciones. A Reyero le gustan los bordes, básicamente, porque sabe andarlos con los pies sobre la arena. Sabe recorrerlos sin caer hacia ningún lado.
Después de Dársena Sur, el excelente documental sobre Dock Sud que prenunció la tónica que dominaría al género en estos años de crisis, Reyero –quien además trabajó con Fabián Polosecki en El otro lado y fue realizador del primer ciclo de Puntodoc– viene a estrenar su opera prima de ficción, La cruz del sur, en la que se mueve con frialdad, escepticismo y sin ninguna clase de prurito entre el documental y la ficción. La película viene de ganar en Cannes 2003 el premio al “Mejor director joven” y se presentó en calidad de preestreno en la Semana de la Crítica de Fipresci. Después de Cannes, “todo el resto no puede ser sino cuesta abajo”, admite Reyero al No.
La historia de La cruz del sur explora –va de nuevo– en los márgenes: Nora (Letizia Lestido) y Javier (Luciano Suardi) transportan cocaína en una ambulancia; con la ayuda de Wendy (Humberto Tortonese), hermana travesti de Javier, roban parte de un cargamento y huyen por una ruta poco transitada junto al mar. Van hacia “El Marquesado”, un balneario construido por los militares a fuerza de dinamita, donde ahora viven los padres de Javier. El balneario encierra –tanto en la ficción como en la realidad– una estrecha vinculación con los desaparecidos de la dictadura. Reyero quería filmar en el ‘00, pero arrancó en el ‘02, y la terminó en el ‘03. Atravesó el 19 y 20 de diciembre (tuvo que rodar en épocas de $ 300 por semana) y pasó un durísimo momento cuando, en el rodaje, falleció Pablo Pérez Alonso, amigo de Reyero. Es una película de bajo presupuesto. “Con lugares, situaciones, personajes, conflictos y fantasmas de mi propio pasado en Villa Gesell”, cuenta el director. “Es una historia bien costera.” Pero anclada en la infancia, donde las cosas adquieren una intensidad tan profunda que durante el resto de la vida uno trata de recuperar.
“La mezcla entre la realidad y la ficción es narrativa y estética”, dice el director. Cámara en mano, planos secuencia, caracterizaciones de personajes sacados de un casting de 6 mil personas. El método bien podría convertirse en otro documental de Reyero sobre personajes marinos –cuasi anfibios– que salieron del agua para subirse al celuloide. Y que salpican todo el tiempo. Salpican sangre, salpican yodo, salpican arena. Escupen narcos y policías reales. Escupen balazos, torturas, mamadas travestis, sexo crudo, palizas, hiv, etcétera. En La cruz del sur hay, por ejemplo, policías que actúan de ladrones y ladrones que hacen de policías. A Reyero le gusta repetirlo, como si esperara una pregunta más profunda: “Me crié entre esta gente, ellos vieron la película y me asesoraron”.
Y otra vez el borde: “La ficción sirve para mostrar sin comprometer”, reflexiona. En un mundo plagado de líneas blancas, de aspiraciones profundas, de una tremenda falta de concepción moral (“¿qué es la moral?”), que a casi nadie parece importarle demasiado. Pero además de Nora, Javier y Wendy (que se mezclan en una road movie documental), Reyero ancla la historia con el pasado –y con otra clase de valores– en los personajes de Rodolfo (Mario Paolucci, el padre de Javier) y su mujer Mercedes (Silvia Bayle). Rodolfo administra “El Marquesado”, vacío como si estuviera poseído. Y se la pasa encontrando cadáveres escondidos por los militares en la playa. Reyero vuelve al plano real: “Yo mismo encontré un cadáver maniatado en el medio del mar, un día que estábamos pescando afines de los ‘70”, cuenta y recuerda los helicópteros recorriendo la costa en busca de resabios de los vuelos de la muerte de la dictadura.
El mar es otro de los personajes de La cruz del sur. “Las manifestaciones de la naturaleza transforman las características de los personajes”, dice Reyero. “A la manera de Herzog”, dice, aunque después diga que se siente cerca de Pizza, birra, faso y Bolivia de Adrián Caetano. El mar tiene crueldad natural: es fuente invisible de vida y de peligro. ¿Hay distintos mares? “Hay distintos males”, responde Reyero.
El film cruza géneros: va como una ola del policial a la road movie, atravesado por el contexto político. Entonces Nora busca en la ficción la tumba de su padre asesinado en los ‘70. Será que es en el mar donde se asientan los resabios de la ausencia. Y “El Marquesado” es la prueba. “En esa época, los milicos se mezclaron con policías, los chorros se hicieron informantes y se metieron en toda clase de negocios”, dice Reyero. Ese balneario, donde transcurre buena parte de la película, es una fosa común de desaparecidos “nunca denunciada”. Por eso, filmar allí provocó un especial escozor en los actores. “Los milicos hicieron un barrio privado, querían hacer un puerto para yates, pero nunca funcionó”, explica Reyero.
La historia que se cuenta sobre esa arena es más cercana a un policial sin red que a una cuestión política de superficie. Porque los personajes hablan por su acción y destruyen su entorno con singular inocencia. Entonces, Reyero admite que Dársena Sur, que contaba la vida de tres personajes del Dock Sud, era orillera y marginal, pero políticamente correcta. Mientras que La cruz del sur es incorrecta y arrasa con la moral de una generación pasada de rosca, que ni siquiera puede llevar su propia cruz, porque está desaparecida en el mar.

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