Jue 08.04.2004
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CONFIRMADO: HAY VIDA EN EL DETRAS DE LA ESCENA DE LA TELE

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Hay nuevas profesiones para el que busca un primer empleo televisivo. Este es el diario íntimo de dialoguistas, visualizadores, productores de realities y reídores profesionales. Son las ocupaciones junior de un medio caníbal, con su carísimo derecho de piso para después sí, "pertenecer" y soñar con el éxito.

› Por Julián Gorodischer


LUNES, 10 AM. “No doy más. Hace dos horas que estoy mirando el Canal Rural, tengo la vista cansada, estoy distraído. Quiero salir a comerme un sandwich pero no puedo: cada minuto importa.”
Así empieza y termina el diario íntimo de Matías Blanco, visualizador de la tele. ¿Tan breve? Es que renunció la misma mañana del debut, cansado de la tarea mecánico-compulsiva que la TV asigna al primerizo: registrar cada minuto para que salga en Televisión Registrada o Indomables, mirar con lupa el escándalo de la temporada o el magazine de las señoras del cable, ocho horas diarias, la cabeza metida en el aparato, con –a lo sumo– licencia para una media sonrisa. Con apenas un minuto para que la fotógrafa del No realice su trabajo. Los que llegan a la tele –salidos de carreras de Cine, TV o Periodismo– descubren el sino de los tiempos: la pantalla de los realities y el archivo los concibe como protagonistas de eternas guardias en un banco de madera (para el ciclo Policía Bonaerense, de Endemol) o concentrados en el cotorreo de las tardes del escándalo (para TVR o Indomables, de la productora PPT) o tramando diálogos que sostengan el estrellato del guionista. “Todo lo que tenga que ver con la tele –dice Pilar Rayas, visualizadora de TVR– pasa a ser parte de tu vida.”

MARTES, 4 PM. “Estar en una comisaría diez horas es bastante choto pero pasan cosas rarísimas: estás en la boca del lobo, con la cámara prendida; no es promocional: filmamos todo...”
Tiene 24, trabaja en la tele por primera vez, se entusiasma cuando sale en el patrullero, se adormece cuando espera de lunes a sábado durante diez horas en el banco de madera. Juan Manuel Martínez Medina ingresó a la era reality 2004: la que ya se cansó de mostrarlos encerrados en el estudio, la casa, la isla, el bar, y ahora se enamora de los cuerpos enfermos (E24), de la acción policial en las calles (Policía Bonaerense), de las cirugías que pronto vendrán para un reality de quirófano. La tele adora el fango, elude la realidad armada y se propone la primera fantasía megalómana del Siglo: aprehenderlo todo, tomarse bien en serio aquello de “la vida en directo”. Para eso, claro, está Juanma, de guardia todo el día, sostén desde abajo de la realidad que miramos.
El pibe impondrá su camarita encendida, sumada a una declaración ideológica: “No publicitamos a la policía, no filtramos nada... pero ellos se cuidan”. El reality no es como la serie policial estadounidense: al género indiscreto le gustaría que muerdan el polvo. Para el productor junior, queda reservado el pequeño sacrificio de lo cotidiano. “Yo no te llamo y te digo: hagamos una nota. Acá no hay nada pactado, y a veces te querés matar, tomás mate, te quedás dormido... Las pilas se te van acabando. Por eso me gusta ir a Villa Fiorito: para ir en el móvil de un lugar a otro, para estar adonde pasan cosas. Ahora me tocó Villa Madero, no pasa nada, es un embole...”.

MIERCOLES 8.30 PM. “Para ser un buen visualizador –enseña Pilar Rayas– hay que prestar atención a todo, no parcializar, entender que cualquier cosa puede servir, estar informado, tener memoria y ganas de mirar TV durante ocho horas corridas.”
Fija la mirada en un monitor, fieles a la premisa que guía a la raza más extendida de la tele: “No deberás comerte nada”. Todo visualizador conoce desde el vamos su destino. El novato recibe un programa grabado o un noticiero, y al experimentado se lo recompensa con una pieza codiciada, caliente, que podría nutrir una emisión entera de TVR o Indomables (ambos producidos por Diego Gvirtz). Al recién llegado se lo entrenará con un continuado de TN o el Canal Rural; pero con paciencia, empeño, garra (como un sueño de Popstars pero entre bambalinas) se llegará a relevar una emisión de Intrusos. Al terminar el día quedarán liberados, pero ahora, elsilencio es sagrado. Habla Giselle Rímolo en un programa de la tarde, y nada debería perturbar la concentración del staff.
Entonces entra a jugar el talento del visualizador: transcripción perfecta y asociación libre. “Conozco a los personajes –dice Carlos María Tidone, joven abogado reconvertido–, sé cómo piensan y puedo aportar algo: comentarios o datos que traigo de antes.” La ¿doctora? se defiende, y TVR inicia el gaste. Caen en la redada conductores, noticieros, talk shows y chimenteros, todos juntos, como si el caso fuera la excusa para ejercer una frontal crítica al medio desde adentro, sin que la atenúen amigos de la casa o restricciones desde arriba. Y todo, casi sin decir nada, confiados en el esmero y la ubicuidad de Pilar o de Carlos, sostén real para un culto que se resume en una frase: “El archivo es demoledor”.

JUEVES, 11 AM. “Yo fui a acompañar a mi prima a un taller de guión de Jorge Maestro; ella dejó, yo quedé fascinada...”
Lo dice Victoria Crespo, joven dialoguista argentina dedicada a dar carnadura a las ideas del guionista, fogueada en Son Amores y recientemente incorporada a la tira juvenil Frecuencia 04, que se verá por Telefé. Ella tiene a su cargo el último bastión del hiperrealismo. Le exigen un mix entre buena pluma y talento para el trabajo de campo que ejerce a toda hora: en el club, en el boliche, entre sus hermanos. Se empapa de la jerga adolescente, redescubre un mundo nuevo a la vuelta de la esquina, desesperada por sonar verídica. El suyo es el oficio de la tonada: salir y escuchar, contaminarse de remates y latiguillos porque –dicen los que saben– hasta las criaturas ficcionales de Los Roldán necesitan un modus como el tuyo o cualquier otro. La chica trabaja en su casa de San Isidro, más cómoda que otros hacedores, en un confortable estudio. Son muchas horas de estar sentada, sin el desgaste corporal del productor de realities o el camarógrafo; pero el anonimato es una forma del estrés.
Los dialoguistas quedan sepultados detrás de la gran firma de unos pocos (Maestro, Segade, Belatti, Carnevale), aunque –dicen al No– el crédito es lo de menos. “Te mandan una escaleta, como un cuentito escrito en prosa, y yo tengo que transformarla en acción y diálogo. Pero es el autor el que toma la decisión final.” Resignación y valor: ya llegarán tiempos mejores para ponerse a pensar la línea argumental, instalar temas y polémicas, trazar la psicología de un personaje. Por ahora, nada de eso. “Para diferenciarme de un Rebelde Way –dice Crespo–, miro la realidad. Yo reflejo lo que a mí me parece que es un adolescente: recuerdo mi propia adolescencia, voy por todos lados, soy hiperrealista sin que aburra.”
–¿Cómo sería?
–Descubrí, por ejemplo, que el adolescente está volviendo a la propia identidad, sin guiarse por las modas. Si la moda está marcada por el afuera, estos chicos viven sin que les importe lo que les digan.

SABADO, 12 PM. “Recuerdo el calor –dice Gisella–, con 35 grados en enero, la felpa que te roza y te lastima, el olor a chivo...”
Reídores, extras y otras yerbas: en el extremo más bajo del arco, donde se ingresa a la tele para hacer lo que sea, pero con una expectativa común a todos: el ascenso. Están dispuestos a actuar una escena de crimen o suicidio en lo de Chiche o lo de Mauro, a meterse en el capullo de las florcitas de La isla de Panam o en el interior de los furrys (monstruos televisivos) de Mariana de Casa, Las Millie y una o Mama Mía. El sacrificio impone su peor faena a la casta más baja: ellos entregan el cuerpo. Gisella, que fue chica superpoderosa en una promo en el Alto Palermo, entró en el casting para florcita de Panam, pero no la eligieron. La vida del furry es un asco: eternamente sudorosos, alentados o despreciados por la conductora de turno (Maru Botana era buenísima, ¡Panam los reta y los empuja todo el tiempo!). Pero otros extras la pasan mejor, hasta se divierten un poquito. “Me hipnotizó Tu Sam hijo en Memoria –dice Nelson Sánchez, en un rincón del Sindicato de Extras–, nos acostó sobre dos caballetes, y pedía: ¡duros, duros! Por suerte, era con máscaras.” Los programas de ficción son cada vez más remisos al desembolso del bolo, y el extra se queda afuera. Entonces, hay que acostumbrarse a novedosas incursiones a tono con la tele del alto impacto: aplaudir en la tribuna, confesar abuso o infidelidad en un talk show, ser hipnotizado o, la más divertida, ocupar la butaca del famoso. “Tenía que llenar los lugares vacantes en la entrega de premios Carlos Gardel –cuenta Diego Linache, de 23–. Cada vez que un artista se levantaba, allá iba yo. Quiero sentirme uno más, del palo. Quiero conectarme y hablar con gente importante.” Entrar no tiene precio o, en realidad, tiene uno que es carísimo. Lo pagan todos, porque la tele, todavía, promete el ascenso social: el paso de extra a planillero (quien pasa lista a la troupe), el de visualizador a editor (el sueño del pibe) o el prometido viraje de dialoguista a autor. Tal vez no llegue, pero todo teletrabajo es una cuestión de fe, quizá adquirida en los mismos realities que guionan, producen o registran, una fe tan poderosa que se expresa como la de una Bandana: “Fuerza, garra, ¡el sueño es posible!”

Serás siempre independiente

“Con un amigo pusimos una productora independiente para poder hacer lo que queríamos, por afuera del sistema. Hay más libertad, tenés menos controles, pero es muy difícil.” Lo dice Hernán Siseles, de 23, que fundó la empresita Tres Personas junto a Diego Bliffeld (tal vez inspirados para titular en el modelo numerario-misterioso que impuso Cuatro Cabezas). Se proponen pensar, guionar, promover y ofrecer modelos de pilotos televisivos a canales y productoras. Lo que sigue es el beneficio del free lance: libertad creativa, sin horarios ni presiones. Pero también el esfuerzo, muchas veces, desalentador de una rutina de venta que los desgasta. Ellos recorren los canales, piden reuniones, y, casi siempre, se llevan la respuesta de la postergación: “Por ahora, no lo terminé de ver” (con su variación: “no me cierra...”). “Ya pensamos una sitcom con judíos, un reality con productores de TV (para reír del folklore de la profesión), un programa de entrevistas con maltrato del tipo Kill your idol...”, cuenta Siseles. La premisa que los guía: innovar, imaginar un formato no visto que plantee, aunque sea, alguna ruptura o desfasaje de tipo formal y con respecto al modelo hegemónico. Eso sí: mientras Siseles gana un sueldo en una productora del mercado (Entertainment Boutique), Bliffeld se entrena como productor junior a las órdenes de los consagrados Mariano Cohn y Gastón Duprat para generar formatos de Much Music, Infinito y el canal Ciudad Abierta. Es el precio a pagar por la independencia: hacerlo por su cuenta, pero en los ratos libres.

Adónde están

- TVR, Indomables. Reúnen decenas de visualizadores, la raza más extendida. El pibe (pasante, egresado de TEA o Comunicación) mira durante ocho horas la tele para cazar perlitas, duelos verbales, polémicas o escándalos. Con su pequeño sacrificio cotidiano (espectación compulsiva) ayudan a crear los dos ciclos más interesantes de la tele de los últimos años, ambos ideados por Diego Gvirtz.

- Policía bonaerense, E24. Los dos realities de última generación convocan a una camada numerosa de productores junior (entre 19 y 24 años) que hace guardias en el hospital o la comisaría para seguir el vivo sin pausa. Son el engranaje fundamental y más sacrificado de la usina de realidad.

- Los Roldán, Padre Coraje, Frecuencia 04, Los pensionados. Con la productora Pol-ka como modelo precursor, las tiras imaginaron la raza de los dialoguistas, tribus de “muy jóvenes” que secundan al guionista-estrella en la tarea del guionado.

- Mama Mía, La isla de Panam, Las Millie y una. Convocan a la raza más depreciada entre los ingresantes: los furrys, o monstruos televisivos. Los fuerzan a vestirse con felpa o lana en pleno verano, a desplazarse, ser empujados o maltratados o sometidos a un eterno doble sentido que se paga a precio de extra. Fue el último grito de la tele en 2003 y, por suerte, va en retroceso.

 

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