MARIA ALCHE, PROTAGONISTA DE “LA NIÑA SANTA”
Rezo por vos
La segunda película de Lucrecia Martel, estreno de hoy en los cines porteños, trae consigo una revelación que no tiene que ver con su título ni con el relato. La niña santa de la película es, en realidad, una estudiante de historia del arte, habitante de La Boca, creyente de lo relativo.
› Por Mariano Blejman
La realizadora Lucrecia Martel dijo recientemente –en una de las innumerables entrevistas que brindó desde que La niña santa fue seleccionada para Cannes– que el rostro de María Alche tenía “algo bíblico”. Hizo notar, para subrayar su impresión, una raya blanca debajo de los ojos: “Esa es la imagen general de la adoración”, contó Martel el domingo pasado en Radar. El personaje de María –por si hacía falta, aquí está la referencia bíblica– en La niña... es Amalia, protagonista central de la historia. En el relato, es una mística adolescente salteña que encuentra en una “apoyadita” hecha por el doctor Jano (Carlos Belloso), el motivo de su existencia: salvarlo de la perversión.
Ahora la realidad. Alche, actriz debutante en cine y merecedora de muchos elogios de la crítica especializada por su papel, dista mucho de ser eso que se ve desde hoy en el cine. Nació “sobre la 9 de julio”, vive en La Boca, estudia historia del arte y pedalea por el barrio de las casitas coloreadas y la Bombonera. “Me encanta andar en bici”, dice. Lejos, cuenta, está de la religiosidad de su personaje: “Pero hay algo que me conectaba con esa sensación de ‘la misión’. Había una fuerza movilizadora por lo que uno cree”, acepta. Alguna clase de fascinación le produjo, entonces, sentirse con un objetivo supremo, además de participar en las “particularidades” del personaje de Amalia.
Desde que pisó ese hotel salteño –donde transcurre la película– se sintió dentro de un mundo al que no pertenecía, pero amó rápidamente su rol de niña santa. Alche recuerda la falta de intimidad durante el rodaje: “En cualquier momento podían abrir las puertas de las habitaciones, estábamos dentro del film”. También recuerda sus primeros días donde “caminaba por los pasillos como una zombie”. Rodaban al lado de la pieza donde ella dormía. “Estaba, pero no estaba”, cuenta Alche. Lo más irónico era que la voz que gritaba “¡silencio, filmamos!” la despertaba de la eterna siesta en que el hotel también parecía sumido.
Alche había actuado alguna vez, y pasó –fiel a su espíritu del bajo fondo– por el grupo Catalina Sur. Pero la experiencia de filmar con Martel, la posibilidad reciente de viajar a Cannes (está a punto de subirse al avión), la mantienen entusiasmada más allá de lo normal. Un entusiasmo paranormal. Hay también una especie de “otro yo” de Amalia en La niña...: es Josefina, la también debutante Julieta Zylberberg. Josefina exterioriza la moralidad que Amalia prefiere silenciar en misticismo. Para colmo, las une una relación profundamente erótica (una escena incluye un beso entre las dos), aunque perfumada de inocencia. “Lucrecia quería una sensualidad torpe”, cuenta Alche. En el final de la entrevista, queda claro que el Dios del personaje Amalia no es, de ningún modo, el mismo que la persona Alche tiene. Esa idea de que Dios todo lo sabe, dice ella, le parece tan perversa como un toqueteo del doctor Jano.