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Jueves, 17 de junio de 2004

AHORA ES TIEMPO DE VELVET REVOLVER

Demasiada química

Los despechados ex Guns N’Roses más el díscolo Scott Weiland siguen el camino de Audioslave. Esto es: músicos de rock and roll dejados por un cantante, buscan otro para formar el nuevo “supergrupo”. Pero ¿los gunners se asustan con el bueno de Scott y sus "problemas"? Por supuesto que no, tratándose de quienes se trata.

POR ROQUE CASCIERO

Cuando Zack de la Rocha plantó a sus compañeros de Rage Against The Machine, éstos llamaron al ex Soundgarden Chris Cornell y formaron Audioslave. La fórmula funcionó, al menos en cuanto a ventas y repercusión mediática (los logros musicales son otro tema). Y ya se sabe que, en la industria del entretenimiento, si algo da resultados habrá quienes sigan el ejemplo: ahora es Velvet Revolver, un nuevo (super) grupo de estrellas que andaban de capa caída, pero que harán el intento de ocupar el enorme hueco que dejó la virtual desaparición de Guns N’Roses. Un revólver de terciopelo... ¿no suena muy parecido a armas y rosas? Tres de los miembros del grupo son, precisamente, ex compañeros de Axl Rose: Slash, Matt Sorum y Duff McKagan. A ellos se les unieron el guitarrista David Kushner (el único desconocido del grupo) y el cantante Scott Weiland, ex líder de Stone Temple Pilots. En tiempo casi record –como para que aprenda Axl, que todavía no sacó el bendito Chinese Democracy después de una década–, los cinco armaron las canciones necesarias para su álbum debut, Contraband, que acaba de salir en todo el mundo.
La historia de Velvet Revolver no fue tan sencilla como sumar 3 GNR + 1 STP. Descartados por Axl, sus ex compañeros nunca pasaron de tocar en clubes. Ni siquiera Slash, el mayor de los “forajidos” (¿se acuerdan?), que rápidamente comprendió que su grupo Snakepit no iba a llenar nunca la cancha de River (apenas Obras). Después de mucho tiempo sin tocar juntos, el guitarrista, Duff y Matt se juntaron para un tributo al desaparecido baterista Randy Castillo (Ozzy Osbourne, Motley Crue). “No sé por qué no habíamos pensado antes en juntarnos, supongo que tendría que ver con el estigma de Guns N’Roses”, explicó Slash. “Cada uno andaba por su lado. Pero, después de ese show, Duff me llamó y pensamos que esto era demasiado bueno como para ignorarlo. Había demasiada química.” El primer candidato a ocupar el rol de cantante fue Weiland, aunque el cantante todavía andaba –a los tumbos, pero andaba– con Stone Temple Pilots. Entonces los tres ex Guns tomaron audiciones para vocalistas, que quedaron registradas en un reality show del canal musical VH1. Slash no lo pasó bien: “Teníamos a los típicos clones de Axl y un montón de Eddie Veeders. Era tedioso. Varios meses después, nuestro manager nos preguntó: ‘¿Quiénes están en el top ten de los cantantes que a ustedes les gustarían para esta banda?’. Y ahí apareció otra vez el nombre de Scott”. Y McKagan completa: “En el momento en que Scott entró a la sala supimos que era el indicado. Muchos de los que venían, veían a Slash y no podían ni hablar. Pero Scott no se sintió intimidado por nosotros. Fue perfecto”.
El guitarrista era el único de la banda que no conocía al cantante: éste se había encontrado con Sorum en clínicas de rehabilitación, y la esposa de McKagan era amiga de la de Weiland. Por supuesto, ninguno de los nuevos compañeros del vocalista se sintió asustado por los problemas de Scott con las drogas, aunque seguramente debe haber sido una molestia que tuviera que pedir permiso a sus médicos y a un juez para poder ir a rodar el video de Slither, el primer single de Contraband. Hay que recordar que el muchacho fue arrestado con heroína y cocaína en mayo del año pasado. “Scott es un pan de Dios comparado con Axl”, se ríe McKagan. “Es uno de nosotros. Mucha gente se alarmó porque tenemos un cantante con problemas de drogas. En realidad, los problemas de Slash y los míos fueron diez veces peor.”
Pese a los inconvenientes, Contraband se hizo realidad, aunque difícilmente sea lo que los fans de Guns N’Roses y/o Stone Temple Pilots estaban esperando. El álbum es hiperprofesional, aunque muy poco imaginativo, y parece concebido especialmente para sonar por radio. Casi el sueño dorado de un ejecutivo de discográfica ansioso por encontrar a los nuevos Guns. Como era de esperar, las letras de Weiland se meten con las dificultades para salir de la adicción a las drogas y con el dolor del divorcio. Deben haberle servido de exorcismo, porque recuperó a su esposa y, al parecer, su tratamiento va por buen camino. En el disco hay momentos que recuerdan a las bandas de las que provienen los integrantes de Velvet Revolver, aunque sin demasiado brillo. A veces la mezcla se convierte en híbrido entre el rock duro de Los Angeles y el grunge, escenas posiblemente antagónicas en los ‘90. Claro que Slash piensa lo contrario: “No puedo comparar esta banda con ninguna otra, ni siquiera cuando Guns N’Roses todavía estaba bueno”, asegura. “Velvet Revolver es muy explosivo y reconfortante. Es como 20 mil orgasmos en uno.”

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