Jue 08.07.2004
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ROBERT SMITH: EL REGRESO DE THE CURE, LA VEJEZ, LA HERENCIA

El lado oscuro, otra vez

Será por Bush y Blair. Será porque el agua se está terminando. Será porque no hay nada nuevo por ofrecer desde el rock. La cosa es que, súbitamente, una ola revival por The Cure todo lo invade. Y encima, la banda-símbolo del sonido dark editó un muy buen disco, cuando nadie daba dos pesos por ellos.

TRADUCCION Y PRODUCCION: ROQUE CASCIERO


–Bloodflowers (1999) fue lanzado como el último álbum de la carrera de The Cure. ¿Alguna vez pensaste que la banda se había terminado?
–Mientras hacíamos Bloodflowers, dije repetidamente que eso era lo último que iba a hacer en estudios con The Cure. Tenía en mente hacer otra cosa, un film, que era algo así como completar mi proyecto con The Cure. O sea que, sí, estaba bastante seguro acerca del final porque siempre me había prometido a mí mismo que, al llegar a los 40, iba a hacer algo distinto. Me propuse esa especie de límite. Todo iba como estaba planeado, excepto que realmente no sentía ganas de parar. Esa fue la falla en el plan. No había considerado cómo me sentiría acerca de lo que estaba haciendo. Hice algunas colaboraciones, me preparaba para lanzarme a un mundo nuevo y difícil, pero fui absorbido de vuelta al mundo de The Cure. No sé, realmente me gusta. Debe ser la presión externa, la gente que me dice: “Oh, tenés 45 años, ¿y todavía estás haciendo esto?”. Y yo pienso: “Sí, sigo haciéndolo. Sucede que todavía me gusta hacerlo”. A veces pienso que hay algo raro en mí. Que yo debería hacer cosas más de adulto. Pero, honestamente, no puedo pensar en algo que me gustaría hacer más que esto. Eso muestra falta de imaginación o simplemente significa que soy muy, muy feliz en mi trabajo. O las dos cosas.
–¿Cómo fue que terminaste trabajando con Ross Robinson? ¿Habías pensado en contratar a un productor de nü metal?
–La primera vez que me mencionaron el nombre de Ross Robinson fue inmediatamente después del lanzamiento de Bloodflowers. Había leído una entrevista que le hicieron acerca de cómo trabajaba y sonaba medio loco. Decía que realmente tuvo gran placer en quebrar la voluntad de mucha gente y luego arruinar sus vidas. Y eso me pareció lo más... Pensé: “Este tipo tiene mi onda, es alguien tan maniático y obsesionado por la música como yo”. Luego leí la lista de lo que él consideraba como sus mejores trabajos. Y pensé: “Bueno, me los compro y los escucho para ver si concuerda lo que hace con lo que dice”. Al final de la entrevista le preguntaban qué le gustaría hacer y él respondió que dejaría todo si pudiera hacer un álbum de The Cure. Entonces lo pensé durante un tiempo, me puse en contacto con él y le pregunté si le gustaría que nos encontráramos a charlar. Vino al día siguiente. Ahí me di cuenta de que era en serio. Luego vino a vernos tocar. Nos llevó un tiempo llegar a conocernos porque, obviamente, ambos teníamos preconceptos.
–Ustedes no habían trabajado con un productor desde su primer álbum...
–Por eso tenía mucho miedo de entregar esa especie de control, aunque limitado, a otra persona. No entendía bien por qué debía hacerlo, confiar en alguien que no conocía; me resultaba casi impensable. O sea que tuve que pasar un tiempo asegurándome de que él entendía lo que yo quería. Si íbamos a hacer un álbum juntos, ambos teníamos que estar contentos por ello. Y también el grupo debía estar feliz, porque somos cinco personas las que hacemos el disco. O sea que fue un proceso largo desde el momento de conocerlo hasta ir al estudio: pasaron 18 meses. Eso frustró a Ross enormemente porque está acostumbrado a trabajar con grupos en su primer o segundo álbum y hacerlo a su modo desde el vamos. Creo que aprendió una lección. Aprendió a tener la paciencia de una oruga. También vino al estudio, vino a toda la preparación, con una mentalidad algo diferente de la que había tenido hasta ese momento, porque es aproximadamente diez años menor que yo y casi creció escuchando a The Cure. O sea que era lógico que tuviera diferencias... El tenía que reconocer que yo sabía lo que estaba haciendo. A medida que el álbum progresaba fuimos desarrollando una metodología de trabajo que parecía hacernos felices a ambos y a la banda. Pero fue una experiencia rara porque fue lo más difícil que hice en un estudio: lo más crudo y emocional, una experiencia muy intensa como nunca había experimentado en un estudio.
–Pero eso no quiere decir que lo hayas pasado mal, ¿o sí?–No, todo lo contrario. El último día en el estudio estaba más triste que lo que jamás había estado cuando terminaba un disco. Normalmente cuando me voy del estudio me siento exhausto y sobrepasado y medio dudoso acerca de lo que recién hicimos, como arrepentido. Pero nunca antes había estado genuinamente triste. Y esta vez lo estaba. Sentí que era algo importante, porque se había pasado muy rápido. Fueron seis semanas rarísimas, poco saludables en algunos aspectos pero intensísimas, simplemente un período de mi vida totalmente dedicado a crear algo de la nada. Empezamos un día con nada y terminamos al final de las seis semanas con un disco que creo es el mejor y el más apasionado que hemos hecho. Ross quiere hacer otro disco tan pronto como sea posible y yo también, pero no estoy seguro sobre si podemos recrear esto. Creo que es como hacer algo que uno no esperaba hacer. Ninguno de nosotros estaba preparado para llevar a cabo lo que él quería que hiciéramos. Si intentáramos otra vez, todos estaríamos mucho más a la defensiva y probablemente la dinámica de cada uno de nosotros se vería afectada. Pero él maneja muy inteligentemente a las personas en el estudio sin que ellas se den cuenta de que están siendo manejadas. De hecho, mirar a Ross trabajar era como verme a mí en acción (risas). Por eso, aunque viví los momentos más espectaculares que pasé en un estudio, no me gustaría pasar mis vacaciones con Ross... (risas).
–Al parecer, Robinson le dio gran intensidad a la sesión, al punto que Simon Gallup dijo que al principio quería sacarles los dientes al productor. ¿Podés describir la experiencia de grabar con él y hablar acerca del impacto que tuvo en el álbum?
–El es como un productor antiguo, es meticuloso acerca de cada faceta de lo que hacemos. Por lo tanto, si una canción está bien en la primera toma, ya está, no tenés que hacer nada más. Podés irte, la canción está lista, no existe post-producción. Todo se prepara de antemano, antes de que toques la primera nota. O sea que él puede agarrar la guitarra y pasarse una hora haciéndola sonar. Hubo momentos en los que yo pensaba: “Dios mío, vamos, vamos, vamos. Es tarde, apurate, apurate, apurate. Vas muy despacio”. Pero él integra cada sonido y luego dice “ya está”. El álbum casi no fue mezclado. Por lo general, cuando grabás no suena como un disco de entrada. Suena como una basura. Tenés que pasarte semanas para entonarlo hasta terminarlo. Este álbum fue mezclado en tres días, veinte canciones mezcladas en tres días. Es absolutamente bizarro.
–¿Qué temáticas aborda el disco?
–Hay temas recurrentes. Caigo en los mismos temas universales del tiempo que pasa, el amor perdido, no sé, la propia conciencia... Lo que se metió por primera vez fueron la verdad, la bondad y la belleza. Leí un libro del filósofo Thomas Nagle llamado Panorama desde ninguna parte, que era el nombre que iba a robarme. Ese iba a ser el título del álbum; es un buen título. La idea era como el concepto de saltar fuera de uno mismo. Y para hacerlo, en primer lugar, tenías que reconocer quién eras. Es un libro pequeño, pero bastante exhaustivo. Fue la inspiración detrás de lo que cantamos en el disco. Quería que las letras del disco fueran pesadas y traté de ubicar estos enormes temas dentro de una especie de canciones pequeñas. Y fallé en la mayoría de las veces. Sólo una o dos cumplieron el objetivo. Tenía grandes planes para las letras del disco y espero que algo de la profundidad que quería darle haya quedado, pero bastante se ha cortado. También me prometí a mí mismo que no intentaría rimar nada en el disco, porque siempre he rimado, salvo en Pornography, cuando estaba completamente en otra. Pero también tuve que descartar esa idea porque las canciones se convertían en pedazos de texto. Finalmente volví a una forma más convencional de escribir canciones y espero que eso lleve un peso emocional extra. La parte más importante del proceso fue cuando fui a cantarlas, porque siempre las adapté o corté. Pero Ross insistió en que las cantara en vivo, y quería que la batería y el bajo se adaptaran a la actuación vocal. O sea que yo tenía que saber lo que estaba cantando, lo que fue realmente bueno para mí, porque me pasé un mes terminando veintecanciones. Fue un muy buen ejercicio para mí, un buen modo de trabajo. No estoy seguro de poder hacerlo para el próximo disco, pero significó que pude cantar desde el momento que empezamos a tocar. Pude pensar cómo iba a comunicar cada canción. Por eso cada canción estuvo basada en las letras, lo que hace que sean más coherentes que nada de lo que haya hecho antes.
–En los últimos años, muchas bandas han reconocido la influencia que The Cure ejerció en ellas, desde Mogwai y los Deftones hasta Interpol y The Rapture. ¿Qué te provoca eso?
–Siempre nos sentimos halagados, aun en las raras ocasiones cuando alguien dice que le gusta The Cure y a mí no me gusta su música. Cuando era más joven y me sentía amenazado por personas a las que percibía como competidores, tenía menos posibilidades de apreciar su trabajo. Ahora, aunque alguien hiciera algo que odio con toda mi alma, me parece bien. Porque por lo menos está haciendo algo. Y cuando son bandas que me gustan, es un sentimiento bárbaro. Pensar que nosotros inspiramos a otra gente a hacer algo no valida lo que hago, pero sí lo realza. Es fantástico.
–¿The Cure seguirá eternamente, como los Rolling Stones?
–¿Para qué vamos a hablar acerca de hacer otro álbum de The Cure cuando éste ni siquiera se ha lanzado? ¡Dios! ¿Por qué no puedo ser moderado? Esto es lo último que hago. Por lo menos no estoy planeando hacer otros diez. No tengo idea, realmente. También aprendí, a través de amargas experiencias, que hacer planes es una pérdida de tiempo porque muy raramente se hacen realidad. Espero tocar en vivo con ansias, más que antes. Y después, realmente no tengo idea. Ross y la banda están desesperados por volver tan pronto como podamos y hacer la segunda parte. Ese es el título: The Cure Volumen II (risas). Pero no sé... Cuando lleguemos al final puede que piense diferente acerca de lo que hemos hecho. Por ahí se me ocurre intentar algo distinto. Por primera vez en mucho tiempo no pienso en la idea de otro álbum de The Cure pronto.

DISCO NUEVO, VIDA NUEVA
Extrañamente vital

El paso del tiempo, la elección de un productor nü metal, los millones de dólares en la cuenta bancaria y la consiguiente pereza creativa... No había muchos motivos para esperar por un retorno de The Cure. Pero cuando uno aprieta play e imagina a Robert Smith moviendo su boquita (mal) pintada para gemir “no puedo encontrarme, no puedo encontrarme” en el comienzo de Lost, cualquier duda se disipa: se trata de la misma banda que durante tres décadas convirtió la angustia existencial en material apto para las radios de rock, la que cargó de filigranas de guitarras con flanger el sonido post-punk, la que les mostró a varias generaciones de músicos que las propias debilidades pueden ser la arcilla para moldear una canción (y, de paso, usar la composición como terapia para superar esas dificultades). El flamante The Cure es, tal como se propuso la banda, una suerte de síntesis en la que conviven costados más pop con oscuridades cavernosas. Es el álbum de una banda clásica –con sus vicios y lugares comunes–, pero que suena extrañamente vital, con más sangre que en sus últimos trabajos (Bloodflowers, del 2000, y el insípido acústico que acompañó al Greatest Hits del 2001). Y en eso jugó un rol importante la elección de Ross Robinson como productor, porque llevó a la banda a cuestionarse sus propios límites. Pero también parece ser relevante el hecho de que The Cure reaparezca en el momento justo en que su nombre es mencionado como influencia por artistas que iban al jardín de infantes cuando Smith ya se paraba los pelos y se vestía de negro. De hecho, varios de esos músicos serán soportes de Cure en su Curiosa Tour: Interpol, Mogwai, The Rapture y Thursday (ver aparte). ¿Vendrán todos por aquí? La semana pasada, el No publicó el anuncio-rumor publicado en el diario La Tercera de Chile sobre la concreción de un segmento latinoamericano de la gira, que incluía a México, Brasil, Chile y la Argentina. Aparentemente, según informaron fuentes de la productora que está detrás de concretar la visita, todo quedó postergado hasta el 2005. Sería bueno que se concrete, en especial porque quizá ya no queden más oportunidades: en la entrevista aquí reproducida, Smith amenaza otra vez con decirle adiós a The Cure. ¿Querrá retirarse a lo campeón?

LAS BANDAS QUE SUENAN A...
Hijos nuestros

La gira con la que The Cure presentará su nuevo disco se llama Curiosa Tour, comenzará el 24 de julio en West Palm Beach (Florida) y tendrá como números de apertura a varias de las bandas que reconocen la influencia de Smith y compañía. The Rapture es el caso más evidente, aunque no tanto por su música (más deudora del funk aséptico de la no wave neoyorquina) como por la voz de su líder Luke Jenner, casi clonada de la de Smith. Otros neoyorquinos que formarán parte del Curiosa son los Interpol, quienes podrían ser categorizados como retro dark: su sonido remite a bandas como Joy Division, Bauhaus y, claro, The Cure. Los Thursday también son de Nueva York, aunque estén más emparentados estilísticamente con el post-hardcore: menos velocidad, más oscuridad y climas... Cure, en fin. La influencia es más difícil de rastrear en Mogwai, el quinteto escocés de post-rock especialista en los instrumentales a todo volumen. Pero, más allá de este grupo de bandas, hay otras que reconocen a The Cure entre sus padrinos espirituales: desde los pesados Deftones hasta los punk pop Blink-182 y los divertidísimos Junior Jack (en los últimos discos de éstos participó Smith), con todo el movimiento emo-core en el medio.

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