Jue 05.08.2004
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DANI UMPI, URUGUAYO Y PROVOCADOR

Rara, como encendido

Sus performances escénicas despiertan admiración, pero también pueden enervar a más de un oriental ortodoxo. No es fácil, allá, amontonar a Radiohead, Camilo Sesto y Jaime Roos. El viernes que viene se presenta en Buenos Aires. Antes, conviene conocerlo.

POR INA GODOY Desde Montevideo
nEs difícil imaginar que un personaje como Dani Umpi exista y mucho más difícil es hacerlo en el contexto de la idiosincrasia uruguaya. ¿Qué hace este divo hiperquinético, mezcla de bufón de pueblo con Andy Warhol, entre personas de pasos mansos con termo y mate bajo el brazo? En principio, se sube a un escenario y pisa fuerte, a pura actitud y taco aguja. Daniel Umpiérrez es artista plástico-visual-showman-músico-performer-escritor y su mejor creación es él mismo, un producto sin precedentes a ambos lados del Río de la Plata. El tampoco imaginaba esta realidad, hace poco más de tres años, cuando comenzaba su vertiginosa carrera musical y, sin embargo, hoy ahí están sus fans, show tras show, cantando a las anchas disparates como una versión de ¿Y cómo es él? de José Luis Perales, traducida en frases tan graciosas como “¿and what’s he like?” o “he has stolen everything”.
En septiembre del 2001, Umpi pateó el tablero de la escena musical montevideana con el lanzamiento ficticio de Dani Umpi Records, una descarada colección de dos CDs que incluía North –una versión en inglés del disco Sur de Jaime Roos– y Uruguayan Radical Dance Disco Club, con adaptaciones de canciones de la música popular charrúa listas para bailar. La obra trascendió los límites de las galerías de arte para las que fue gestada, Umpi recibió un premio del Ministerio de Deporte y Juventud, y Loving you –su desopilante versión de Amándote, el mayor éxito de la carrera de Roos– se convirtió rápidamente en un hit radial a pedido de los oyentes. La enigmática obra también se ganó enemigos, como el oyente de la radio Sarandí que, al escuchar la versión dance de Qué pena de Alfredo Zitarrosa (¡sacrilegio!), sugirió que se colgara en una plaza pública al responsable.
Umpiérrez creció en Tacuarembó, una ciudad que, a pesar de no tener más de cincuenta mil habitantes, goza de cierta efervescencia tropical que baja desde la frontera con Brasil. “Uruguay mira por un lado hacia la Argentina, pero cuanto más arriba te vas la referencia es Brasil... Tacuarembó tiene mucho de eso, la gente es un poco más extrovertida que en otros lugares del interior, ser culturoso es cool, está bien visto que los jóvenes escriban y canten, por eso muchos artistas salen de ahí”, cuenta Dani, que vive en Montevideo desde el ‘92. Por entonces, como miembro del autodefinido colectivo de sanación cultural Movimiento Sexy, protagonizó sucesos que traspasaron la frontera de su país. “Lo que más resonancia tuvo fue cuando nos invitaron a exponer en el Centro Cultural Recoleta y la muestra que hicimos fue el cumpleaños de Natalia Oreiro, ella rompió la piñata y después le mostramos un video con saludos de sus vecinos. Esa fue nuestra obra”, cuenta entre risas.
Umpi tiene cuatro discos, de los cuales sólo uno (Atracción, 2004) se editó en Buenos Aires por una iniciativa del proyecto Eloísa Cartonera. El resto circula en miles de compilados diferentes, mientras rota por los escenarios montevideanos en una especie de tour glamoroso y alocado, con infinitas y renovadas propuestas cada vez. Su arte está en permanente movimiento, y aún así se declara con miedo a perder la frescura: “Mientras que un músico convencional muestra un producto terminado, lo mío es una especie de work in progress, todo lo que hago se está mostrando continuamente, entonces cuando me equivoco también se muestra”, dice, con un dejo de preocupación. Lo cierto es que su cóctel parece ser una bomba destinada a explotar, con repertorios tan dispares y apasionados en los que conviven pacíficamente Camilo Sesto, Pet Shop Boys, Daniel Toro, El Otro Yo (hay una versión de cuna de No me importa morir), Eduardo Mateo, Kylie Minogue, Rick Astley, Raffaella Carrá, Sombras, Joao Gilberto y así sigue.
Sus dotes como cantante y compositor aún están por verse, pero su propuesta no se concentra en eso. Conceptualmente, Umpi propone mucho más que un show de música. En ese sentido, los resultados están a la vista en cada encuentro: más de dos horas de un Umpi endemoniado que corta verduras y se las tira al público, o se arma una remera con una bolsa de Zara y la luce con la elegancia de una modelo internacional. “Después del show la gente queda contenta, siento que exorcizo muchas cosas de la cultura de masas, cantan canciones de Perales sin ningún prejuicio y después una de Radiohead. Poder generar ese disfrute es lo que más interesa”, sostiene. Mientras recibe en la puerta de su casa un ramo de claveles, un sobre con palabras de Las flores del mal de Baudelaire y una llave, él asegura que “pronto un productor se dará cuenta de que puedo ser muy redituable. Tengo lo principal: público y muchos zapatos de taco”.

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