MIRANDA!-LAS MANOS DE FILIPPI: EXTREMOS QUE SE TOCAN
Los reveldes
El encuentro suena extraño, por eso de los ghettos, el “compromiso” y demás recelos propios de la escena local. Pero también interesante: dos bandas ubicadas en los márgenes de la industria del entretenimiento rockero argentino, cada una con su estética, discurso y canciones, reunidas para reflexionar en voz alta sobre “eso”.
Por Javier Aguirre
¿Existe hoy la rebeldía en el rock? ¿Tiene todavía el rock algo, lo que sea, que no resulte funcional al bendito sistema? ¿Lo tuvo alguna vez? ¿O es sólo complicidad y placebo de evasión; con lo que, confirmado, estamos perdidos? Miranda! y Las Manos de Filippi intentan responderlo desde dos posibles escuelas; acaso dos polos opuestos en cuanto a métodos de renovación y ruptura dentro (y fuera) del rock. Unos (¿hace falta decir cuáles?) forjaron a lo largo de siete años el espacio más ferozmente politizado y abiertamente combativo del rock argentino. Otros (¿hace falta decir cuáles?), en apenas tres años, fueron eje de polémicas estético-ideológicas y, tal vez por eso, se colocaron en el centro de la atención, donde sea que ese sitio quede.
Ale Sergi, Juliana Gattas, Lolo Fuentes y Bruno De Vincenti representan a Miranda! El Cabra y Mosky, a Las Manos, y son locales. Podría entenderse el encuentro producido por el No como una minicumbre de opuestos. Algunas de sus características parecen tan distintas que oponerlas sería práctico, cantado: El Cabra, despeinado y con bermudas, le abre la puerta a Ale, que está vestido de noche. Son las once de la mañana.
–¿Existe un discurso “correcto”
en el rock; algo que en una banda
de rock quede bien decir y algo
que quede mal?
Cabra: –Hay que preguntárselo a las compañías: ellas arman los reglamentos de venta. A mí me chupa un huevo.
Juliana: –Todos los que estamos metidos en el rock apuntamos a vivir un poco fuera de las reglas, de lo establecido. El artista quiere jugar, y que no haya reglas. Si te metés en el rock y descubrís que hay reglas... es una estafa. Vas a preguntarte: “¿Para esto me peleé con mi viejo?”.
–Entonces, ¿asociar el rock con la
rebeldía forma parte del siglo pasado?
Ale: –Absolutamente. ¿A quién le puede llamar la atención que uses el pelo largo y rompas la guitarra? Ya está incorporado. Quizás un día te pinte romper un instrumento en el escenario (a mí no me va a pasar, porque no voy a poder comprarme otro...), pero nadie va a decir: “Uh, qué rebelde es este pibe...”. Rápidamente será absorbido y pasarás a ser “el rompeguitarras”. Ahora todo se vuelve cliché en un mes. Está complicado ser rebelde, así que mejor ni preocuparse por eso.
Cabra: –Justamente, no hay que preocuparse sino hacer la de uno. Lo más rebelde es impedir que alguien meta la mano en tu obra. Es desafiar a los que manejan el negocio de la música. Hay que ganar espacios en las compañías y en los festivales, como el que organiza Quilmes, y luchar para que estén al servicio del arte. Hacer arte es luchar contra la corriente. Eso es rock. Los músicos tienen que lograr que las compañías no metan la mano en la obra artística, pero sí en la distribución. El músico tiene que usar a la compañía para promover su arte. Pero si modificás una canción para que venda, ya no es arte sino un producto comercial. Para que sea rock, nadie con intereses comerciales tiene que meter la mano en tu música.
Mosky: –Por eso todos los discos que produjo Santaolalla suenan igual; pasan diez años y es lo mismo, aunque roten las bandas. Mientras que en el circuito independiente pasan otras cosas. Hay que usar a las compañías para hacer arte, pero que las compañías no te usen para hacer plata.
–En el rock, ¿hay obligaciones
que en otros géneros musicales
no aparecen?
Cabra: –La energía del rock está en todos lados. Un tipo que vive en la montaña y nunca escuchó a los Rolling Stones no está privado de hacer arte. Y el rock es, en la música, lo que la vanguardia es en el arte. El rock tiene que romper con lo establecido, tirar cosas nuevas. Pero esa posición también puede tenerla un artista de tango, folklore o de lo que sea. La rebeldía que le atribuimos al rock es en realidad la rebeldía del arte.
Ale: –Por suerte, el sector independiente está muy fuerte, las principales ediciones son independientes, y además cada vez se venden menos discos... Pero el arte no necesariamente se basa en ser rebelde sino en hacer lo que tengas ganas. Hay músicas más nuevas, en la electrónica, por ejemplo, que me resultan más rompedoras y novedosas que muchas cosas del rock.
Cabra: –La transgresión hace que algo sea rock, y no un producto. Pero tampoco es que todo pase por putear. No es que, si no puteás, no es rock. Pasa por ser honesto con lo que hacés. No importa el estilo.
Bruno: –Desde que el Che Guevara está en las remeras, es difícil creerse rebelde por hacer música.
Ale: –Está complicado zafar de la tele, de los medios... Si uno hace algo que llame la atención, o que parece novedoso, te absorben inmediatamente. La etiqueta de transgresor no implica serlo, y si te ponen esa etiqueta, en general empezás a quedar como un estúpido: “Ah, éstos son los freaks...”. La función del arte es provocar belleza, enojo, alegría...
Cabra: –Una buena medida es, cuando terminás un show o un ensayo, estar flasheando. La búsqueda del arte es que alguna otra persona haya podido flashear como flasheó la banda.
Ale: –Yo no pienso al rock como una lucha sino que me quedo con la honestidad interna de la banda. No me importa que alguien crea que soy un mentiroso. Si total, haga lo que haga, después se va a desdibujar. Hay gente que te dice cosas acerca de tus canciones que vos jamás pensaste. O los que exageran: un chico que se tatuó en la pierna la letra de una canción de Miranda!
Un alto en el debate. Ale y El Cabra se dan la mano, como estadistas de repúblicas de inciertas fronteras. Los Miranda! tuvieron una fiesta anoche, que repartió varias resacas y la ausencia en la entrevista, “por razones de fuerza mayor”, del bajista Monoto. Los músicos intercambian discos, no sólo de ambas bandas sino también de sus proyectos paralelos como Stimulation, de Mosky, y Che Chino, de El Cabra. “¿Vos sos el de Che Chino?”, estalla, eufórico, Lolo. “¡Felicitaciones!”, dice y luego le prodiga un fraternal abrazo de admiración. Todos vuelven a sus puestos.
–En el rock argentino, ¿es alto el porcentaje
de honestidad artística? ¿O son casos aislados?
Ale: –Yo tengo la ilusión de que si alguien escribe una canción, llama a sus amigos para cantarla y después saca un disco... lo hace de onda. Pienso que todos los artistas lo hacen así, aunque su música te guste más o menos.
Cabra: –La obviedad de Mambrú y Bandana desenmascaró cómo se hacía el negocio.
Mosky: –Como el casting era público, resultó muy sincero.
Cabra: –Hay cosas que te las quieren vender como rock, pero son Mambrú. Aunque ahora están perdiendo el poder de mentir, y en unos años ya no van a poder caretearla más y van a mostrarte grupos de rock armados como Mambrú. Hace tiempo ni siquiera veías cómo armaban a los grupos como Mambrú. Por ejemplo, a Milli Vanilli te lo vendían como si fuera un grupo de verdad, de Harlem.
Juliana: –Por otra parte, si la canción te gusta, la vas a escuchar igual. Primero chequeás si te gusta, no si es honesta.
Cabra: –Seguro. Yo fui fan de Bandana. Te puede gustar un cuadro de un pintor grosso y también el afiche de Coca-Cola. Después, si es arte o no, es otro tema.
–¿El único compromiso que tiene el músico
es consigo mismo?
Cabra: –El desafío es no ser careta.
Juliana: –Es divertirse.
Mosky: –Yo tengo una banda electrónica, Stimulation, con la que me divierto y voy a fiestas. Y tengo a Las Manos de Filippi como una banda de denuncia, que toca en comedores escolares, o en Plaza de Mayo.
Cabra: –La responsabilidad del músico, como la de cualquier laburante, es colaborar para cambiar cosas. Yo veo el noticiero y se me hace un nudo en el pecho. Y lo que hago con Las Manos ayuda a que el nudo se me afloje. La paso bien haciendo eso.
Ale: –El compromiso es conmigo y con mis compañeros de grupo. Es música hecha para nosotros. El que la quiere disfrutar, bien.
Lolo: –Sin ser complaciente ni tratar de gustar.
Mosky: –Que es lo que hacen los productores.
Cabra: –Todo bien si querés vivir de la música, o convertirla en un trabajo. Podés vender instrumentos, dar clases, o tener una banda producida por Santaolalla y editada por Universal. Pero eso no es rock. Ni es arte.
Ale: –¡Pobre Santaolalla! ¡Se la agarraron con él!
Cabra: –Porque está de moda, pero hay unos cuantos...
Ale: –Sí, Afo Verde... Pero no es una cuestión de productores. Nosotros trabajamos con productores y estamos contentos, porque la última palabra fue siempre nuestra. De todos modos, lo que uno hace y cómo la gente lo toma es una cuestión virtual. Los medios son fundamentales: más allá de cómo suena tu disco, las cosas que vos decís en los reportajes, la ropa que te ponés, todo eso transmite algo.
Cabra: –A los medios también hay que usarlos en provecho de la banda. ¿Dicen que hago cumbia anarquista? Y vamos con eso, total... que digan lo que quieran.
Mosky: –Nuestro problema con los productores surge porque nos quieren hacer cambiar las letras, piden que no nombremos a los políticos... Yo a mi discurso no lo cambio. Es como que te digan: “No pongas la palabra garchar en una canción, mejor decí coger. O hacer el amor”. Y tu canción quedaba bárbara así como estaba.
Cabra: –Salvo que el disco te lo produzca un empleado de una compañía. Ahí ya te dejan decir “Menem” o “narco”, porque ya es negocio para la compañía. Mientras las compañías se queden afuera del negocio, no podés hacer nada. Cuando ellas tienen a la banda agarrada y el negocio armado, ya podés decirlo. Pero ya no tiene fuerza. ¡Si el mismo chabón que ayer decía que hay que matar al presidente, ahora dice que hay que apoyarlo!