El encuentro es bastante accidentado: en no más de 40 minutos, el sonido del celular de Marcelo Baraj y las permanentes corridas de Lucas Martí para atender la puerta de Avesexua, el bunker sonoro de Chacarita que comparte con su hermano Emmanuel Horvilleur, introducen cortes sistemáticos en la conversación. En el piso de arriba están grabando los Babasónicos y hay mucho movimiento, gente que entra y sale, ruidos. “En realidad, mi verdadera profesión es la de portero”, bromea Martí, que se ve forzado a retener ideas mientras va y viene. Baraj sonríe. Y Paco Arancibia, el bajista, hace silencio. Apenas pronuncia unas palabras mientras Lucas vuelve a dirigirse a la puerta. Durante la presentación del flamante El título es secreto –quinto disco de la banda–, alguien robó su bajo Fender mientras probaban sonido en el Teatro Alvear y fue una odisea recuperarlo. Al final tuvo que volver a comprarlo por 200 dólares. “Estábamos armando y de repente desapareció... Fue desesperante. Cuestión que apareció al día siguiente en un local de música, en manos de un chanta. Pasó que el tipo se lo compró al ladrón y me lo vendió al mismo precio. Supimos que estaba ahí gracias a unos amigos que se movieron”, cuenta. El ánimo fue tal durante la presentación del disco que Lucas dijo en un flash: “Vamos a hacer un tema de cuando éramos mejores”.

–¿Esa expresión fue consciente?
–No creo haberlo dicho, pero puede ser. Estábamos como en un estado de desconcierto total... Sumale que soy muy malo hablando en vivo. Diría que un desastre. Parece que nunca estuve en un escenario. Nunca puedo terminar las frases. No sé como hilvanar dos palabras ante diez personas.
Lucas habla siempre en primera persona cuando se refiere a la música de Tirador Láser. No parece hacerlo desde un lugar de poder. Al menos no lo perciben así Marcelo ni Paco, tampoco el resto de los integrantes (Miguel García –el hijo de Charly– y Darío Calequi, el nuevo tecladista). Más bien es el resultado natural de las canciones que son todas concebidas, compuestas y dirigidas por él. A veces tira lazos hacia sus compañeros -”los muchachos”, resume– para rescatar el afianzamiento de la banda que dejó atrás su pasado de cambios permanentes de formación, para elogiar cómo suenan en vivo, o simplemente para esbozar algo tan determinante como “si se desarma esta formación, se disuelve Tirador Láser”. Pero al encarar la subjetividad de las canciones se abstrae en su mundo. “Yo siempre busco la belleza en la música... La belleza entre comillas, porque siempre se mezcla con la oscuridad. Busco que las canciones peguen, que causen algún efecto traumático, relajante o el que sea”, asegura. En efecto, El título es secreto provoca distintos estados a lo largo de sus 14 canciones. Son temas complejos, poblados de imágenes oníricas, cambios de tonos, muchas capas y ardides hacia una interpretación particular de la psicodelia. Lucas concede: “La nuestra también puede ser una música de mierda para otros... Pero lo que sí se nota es que hacemos lo que queremos, en un contexto en que puede haber músicos que quieren hacer lo que quieren, pero siempre están fijándose en las repercusiones. De aquí que nuestra música sea indefinible. ¿Qué música puede definirse, al fin?”.

–¿Por qué el título es secreto?
–Dárgelos estaba copado con el título, porque siempre hay algún rockero boludo que, cuando le preguntan por el nombre de un disco, contesta: “Ah, el título es secreto”. Pero después me dijo que lo decepcionó la aclaración que puse atrás (El título no es un secreto, el título es secreto). La onda, en realidad, era que no aclare nada.

–¿Pero qué significa?
–Qué sé yo, una especie de fuck you.